Viendo las crónicas de sus conciertos anteriores en esta gira española y tras comprobar los requisitos y limitaciones para el acceso de los medios al recinto ya intuíamos un concierto de la seriedad y solemnidad como el que ofreció Diana Krall ayer en el Teatro del Generalife dentro del Ciclo 1001 Músicas. Con ambiente de club de jazz de lujo, emulando la intimidad de los escenarios jazzeros más reputados, el minimalismo y la elegancia reinaron en el recinto mientras la diva del jazz deleitaba al público con su inconfundible y sedosa voz, sofisticada como corresponde a una estrella de su calibre.
Con un lleno absoluto y colgado el cartel de “sold out”, la artista eligió un repertorio que excluyó sus grandes hits a favor de un desarrollo mucho más clásico en los temas y el tono elegidos para la ocasión. No faltaron sin embargo éxitos como “Almost being in love”, “All or nothing at all” o versionando leyendas musicales como Cohen, Sinatra o Dylan.
Sí acusamos cierto aire distante, con Diana Krall muy centrada en la ejecución de los propios temas con el virtuosismo y la exquisitez que eran de esperar en ella y cediendo el protagonismo en múltiples ocasiones a los dos grandes interpretes que la acompañaban en formato trío, el batería Matt Chamberlain y, especialmente, el contrabajista Sebastian Steinberg, que aportaron la fuerza y la actitud necesarias para redondear el espectáculo.
Diana Krall se dirigió al público en contadas ocasiones, siempre en inglés y con la suavidad con la que se expresa en todos los registros. Comenzado el primer tema, la cantante se sumergió en las notas graves del contrabajo mientras la percusión acompañaba con delicadeza. Steinberg, realmente, ofició como maestro de ceremonias prácticamente todo el concierto, marcando el registro y dejando que la música se balanceara con naturalidad en el incomparable marco del Generalife. No faltaron una serie de estándares de jazz, la mención al disco que la cantante dedicó a Nat King Cole y una variedad de temas en los que la canadiense se veía cómoda en todo momento ante su piano.
Hora y media de concierto, antes de una pequeña pausa que dio paso a los bises, fue la duración de un concierto que formó parte de este variado cartel pero bien podía haber estado en cualquiera de los festivales de jazz de la provincia. Aunque, está claro, que no con un marco tan señalable como el que podemos disfrutar en la colina roja, preparada ya para recibir en unos días a los británicos Simple Minds, que estarán en Granada el próximo viernes 26 de julio.
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