El Jardín de Gomérez, un rincón cargado de historia en la ciudad de Granada, se convirtió ayer martes en un refugio sonoro para los amantes del flamenco, la buena cerveza y la tradición. El escenario estaba listo para recibir a uno de los herederos del flamenco contemporáneo: Kiki Morente. Este concierto marcaba la clausura de un ciclo musical muy especial organizado por Cervezas Alhambra, en conmemoración de su centenario. Una fecha redonda para una velada que fue todo un viaje emocional a través del cante, la guitarra y las palmas.
El ambiente en el Jardín de Gomérez fue, desde el primer momento, una delicia. A pesar de la leve amenaza de lluvia, el espacio se sentía fresco y acogedor. El público, compuesto por una mezcla de locales y visitantes, se mostró respetuoso y atento, una audiencia perfecta para un concierto de esta naturaleza. Cada acorde de la guitarra y cada golpe de las palmas parecían encontrar su eco en el aire, como si el espacio mismo se hubiera impregnado de las notas del flamenco.
Kiki Morente, junto con sus acompañantes en el escenario, comenzó a pie de escenario, con su porte tranquilo pero profundamente expresivo desgranando unos primeros temas a capella que hicieron las delicias de los asistentes. Subió al escenario rodeado de un equipo de músicos excepcionales. El cantaor, que ha sabido fusionar la tradición de su familia con el pulso innovador del flamenco contemporáneo, ofreció un repertorio variado y cautivador. Desde los cantes más clásicos, hasta los más modernos, todos fueron interpretados con una fuerza y sensibilidad que cautivaron al público y siempre llevándolos a su terreno.
La manera en que Morente sabe mezclar la rabia en la voz con la delicadeza melódica es un sello que lo distingue. Se nota que no solo canta, sino que siente cada nota como un latido más. Su conexión con el público fue palpable, creando una complicidad que se fue incrementando a medida que avanzaba la tarde. Los músicos que lo acompañaban se dejaron llevar por esa magia flamenca, improvisando y fluyendo con naturalidad, y en cada acorde de guitarra se sentía la complicidad entre los artistas. La percusión se hacía presente en el momento justo, acompañando y reforzando la tensión de cada compás.
Pero si algo definió esta noche fue la armonía entre el flamenco y la cerveza, una combinación que nunca deja de sorprender. Cervezas Alhambra, que siempre ha apostado por dar vida a la cultura a través de iniciativas como esta, supo crear un ambiente perfecto para disfrutar de la música con una copa de su emblemática cerveza en mano. La gente, entre sorbo y sorbo, no perdía detalle del espectáculo. El sonido de las guitarras se entrelazaba con las risas y conversaciones amables, pero siempre manteniendo un respeto total hacia la actuación.
El concierto cerró con una ovación que hizo vibrar todo el Jardín de Gomérez. Kiki Morente y su banda se despidieron entre aplausos dejándonos un último bis ya improvisado en la escalera, dejando una sensación de plenitud en el aire. Con el ciclo musical de Cervezas Alhambra cerrándose de esta manera tan íntima y especial, la noche de flamenco en el Jardín de Gomérez se convirtió en una experiencia completa, que sabe tanto a tradición como a modernidad, tanto a arte como a sabor.
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