[Crónica] Dream Theater deslumbran en Marenostrum Fuengirola (10/06/2025)

 



Hay noches que, no por esperadas son menos emocionantes, especialmente si eres de ese tipo de público al que le fascinan los grupos casi de culto, con una trayectoria tan larga como fructífera y con algunos de los mejores músicos internacionales entre sus filas. Y, anoche, el Marenostrum de Fuengirola, uno de los mejores recintos que existen en Andalucía para acoger estos grandes espectáculos y Z!Live ofrecieron un evento inolvidable para los amantes del metal progresivo. Dream Theater, una banda que no necesita presentación entre los seguidores del virtuosismo musical, ofreció un espectáculo tan meticuloso como emotivo, tan técnico como visceral.


El recinto, aunque no agotó entradas, presentó una afluencia más que generosa. Con puntualidad casi suiza, el concierto dio inicio con el dramático “Preludio” de Bernard Herrmann, inmortalizado en la película “Psicosis”, que ya desde el primer segundo estableció un tono cinematográfico. Le siguió una “Obertura Orquestal” acompañada de proyecciones visuales de altísima factura que nos lanzaban de lleno a un viaje interdimensional entre la historia, la ciencia ficción y la épica futurista. Una verdadera declaración de intenciones antes del primer acorde.



El clímax de la introducción fue la aparición de los músicos, recibidos con una ovación entusiasta, especialmente en las primeras filas. James LaBrie, fiel a su estilo, tomó el micrófono con energía renovada y una presencia escénica que, aunque ha madurado con los años, sigue siendo magnética. Su voz, en gran forma, se mantuvo firme a lo largo del exigente repertorio.



A la seis cuerdas, John Petrucci demostró, una vez más, por qué es considerado uno de los guitarristas más influyentes del metal contemporáneo. Cada solo, cada riff, cada transición fue ejecutada con una precisión quirúrgica, pero con un tono emocional que evitó que la perfección técnica se tornara fría.



Jordan Rudess, por su parte, elevó el rol del teclista a un nivel pocas veces visto en el rock. Girando su teclado en múltiples direcciones, interactuando con el público y manejando una paleta sonora que fue desde lo sinfónico hasta lo experimental, aportó una dimensión casi teatral al concierto.



Mike Portnoy, en la batería con su legendario triple bombo, ofreció una lección magistral de dinamismo y poder. Cambiando de set según requería cada tema, fue una fuerza elemental en una noche donde el ritmo fue tan protagonista como la melodía. Sin dejar de mencionar, por supuesto, el enorme papel que desempeña John Myung al bajo.



El repertorio fue un regalo para los fans. Abrir con “Night Terror” marcó el tono oscuro y complejo que dominaría el show. Clásicos como “Panic Attack”, “The Enemy Inside”, “A Rite of Passage” y la emotiva “Hollow Years” fueron recibidos con entusiasmo. Este último, en particular, dejó uno de los momentos más conmovedores de la noche, cuando el público alzó sus móviles y convirtió el recinto en un mar de luces danzantes. Pasados 45 minutos de concierto, James LaBrie se dirigió al público en inglés, interactuando con los presentes en bastantes ocasiones.



“Take the Time” cerró la primera parte del concierto con fuerza, pero los bises estaban lejos de ser un mero trámite. La devastadora “As I Am” y la celebradísima “Pull Me Under” cerraron dos horas de intensidad musical con broche de oro. La despedida fue sencillamente cinematográfica: mientras sonaba la pista de “Singin’ in the Rain”, la tormenta —que llevaba una hora coqueteando con el horizonte— descargó con fuerza, en una coincidencia que bien podría haber sido coreografiada.



El público, empapado pero eufórico, se resistía a abandonar el recinto. Era evidente que lo vivido esa noche era más que un concierto: fue una experiencia sensorial completa, una celebración de la música como arte total.

Dream Theater no vino a Fuengirola a cumplir con el expediente; vino a recordar al mundo por qué sigue siendo, décadas después, la referencia ineludible del metal progresivo. Una noche en la que la luna, el agua y la lluvia parecieron formar parte del equipo técnico de la banda. Y sí, todos lo sentimos: valió la pena la espera.






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