Paul Zinnard - Orbit one. Two Mad Records, 2012.
No, no es que uno esté deseando ver oscuros cúmulos, cirros
y estratos en el horizonte y comprobar echando una ojeada al parte
meteorológico que los termómetros ya no están a punto de derretir su propio
mercurio, pero cuando deja su estancia a media luz, manotea con el control
remoto de su humilde equipo sonoro para encontrar el nivel de volumen adecuado
y se deja acunar, literalmente, por unas canciones cercanas, de piel tersa y
entrañas maduras, hasta se olvida de mirar por la ventana y de desear que el
crudo y fiel invierno revierta en calor interior las punzadas de gusto
provocadas por la escucha reposada de un grandÃsimo disco como este.
PodrÃa firmar con su nombre real, Carlos Oliver, pero el
hombre detrás de este misterioso pseudónimo ya tiene suficiente bagaje como
para permitirse jugar con la nomenclatura a su antojo. Después de firmar un par
de dignÃsimos trabajos con The Bolivians, acompañado del hoy reputado músico y
productor José Nortes, y de continuar andanzas en el mundo del pop
independiente (por su factura, no por su público) con The Pauls en cuatro
injustamente olvidados trabajos, el mallorquÃn firma ‘Orbit one’ para seguir
jugando en terreno propio, girando alrededor de las mismas convicciones y con
el mismo olfato que lo ha convertido en el músico de personalidad arrebatadora
que ahora es. La música de raÃz norteamericana condiciona en fondo y forma sus
movimientos, basados en unos arreglos de cuerda ahora más preciosistas que
nunca. Ahà están sus pequeños dioses (los de muchos) Hank Williams, Neil Young,
Johnny Cash y hasta Randy Newman, acompasando cellos y violines para envolver
historias basadas en sucesos leidos por casualidad (‘Listen everybody’ narra la
muerte de los atracadores de un autobús en Brasil tras ser respondidos con
fuego real a sus amenazas con armas de plástico), retratar vilmente a la
cultura machista (excelente perfil el dibujado en ‘John Wayne’), encontrarse
con un anarquista y vivir para contarlo (‘Man for you’ es el desacomplejado
recuerdo de sus conversaciones) o hacer hablar a sus zapatos con insospechado
realismo (‘My shoes’ resume los avatares de un dÃa cualquiera en una vida
cualquiera). Hasta su abuela y sus peripecias vitales tienen cabida en la letra
de ‘Away from home’, en otra demostración de que este disco hay que entenderlo
desde dentro para disfrutarlo desde fuera.
Acompañado por su habitual cuarteto de cuerda, los espléndidos Ansalawi, José “Niño” Bruno a la baterÃa, Mauro Mietta al piano y Jaime Perpiñá
al bajo ponen el punto de virtuosismo que esta colección de intensidad musical
necesita, y para que todo quede en su sitio, Oliver-Zinnard nos deja escuchar
una nana acústica (‘Again’), un rock and roll dylaniano que se desmarca de los medios tiempos restantes (‘Happiness’)
y otra versión alternativa de ‘A good thing that you know’, cambiando a Tom Petty por Wilco, si es que eso es posible. Claro que a la banda de Jeff Tweedy
ya nos los recuerda en ‘When good things go wrong’, con esa melancolÃa que los
de Chicago empezaban a destilar en sus mayúsculos ‘Being there’ y ‘Summerteeth’.
No es un advenedizo el chaval, como se podrá comprobar.
Al final, bajo el manto de seda de una delicia como ‘Beyond the moon’ y el poso de esperanza que te deja este disco, se hace aún más
incomprensible que otra joya como ‘Songs of hatred and remorse’ (2010) pasara
igual de inadvertida que esta… o no. En este mundo de iPods, oÃdos acelerados y
descargas a la carta, hay que ser muy valiente para grabar discos de forma tan
concienzuda, y más aún para ser capaz de escucharlos con el mismo cariño.
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