Raúl Moreno – Deluxe Pop Club. Valencia, 12 – 10- 2012
Ya se habían escuchado truenos de tormenta durante toda la tarde, y el cielo amenazaba más lluvia. He ahí la razón (y no es para culpar a nadie: hace un par de semanas la lluvia en Valencia había provocado casi un tsunami urbano que a mi también me hubiera gustado ahorrarme) de que en el Deluxe Pop Club se juntara poca gente (y prácticamente todos músicos, como me confirmaron posteriormente) para asistir al concierto de Raúl Moreno, ex-Intravisión y que milita actualmente en Imago, proyecto paralizado de momento por otro tsunami, el de la crisis, que ha dejado a la banda sin estudios de ensayo asequibles a su bolsillo.
Y quizás fuera necesario ese poco público, porque la actuación se convertiría en una celebración casi pagana de la escasez de medios. Esos pocos espectadores dedicaban a Raúl adjetivos e improperios, entre malvados y amistosos, como guapo, feo, moderno, popero, romántico o bohemio (éste sonó dos veces). Raúl respondía con una especie de frío, caliente: no, bueno(...),... Y algo de todo eso tenía, aunque cambiaría la palabra moderno por la de posmoderno. La posmodernidad, esa noche, cobró otros rasgos. Antes de cada canción, Raúl Moreno afinaba la guitarra, y apretaba un pedal, que, a través del cable que lo unía, que lo conectaba, que lo cohesionaba, encendía un nuevo track, un nuevo sampler en el ordenador. Y ahí empezaba la espeleología musical: nos metíamos en una caverna (no por nada una canción del concierto se titulaba explicitamente La caverna) mental que nos llevaba directamente a las profundidades de la tierra, desde donde emergía un sonido atávico, indescriptible, en el que se fundían hombre y maquina, hasta tal punto que a veces costaba distinguir quién conseguía tal o cual efecto. Después, Raúl Moreno me confesó que, en el concierto de dos semanas antes, en El Volander, a solas con la guitarra, no había quedado contento, y había preparado en unas pocas horas los samplers que habíamos escuchado. Desde luego, lo que yo vi no era una mera traslación al universo acústico de los ep de Intravisión o Imago, sino una reinterpretación y hasta una sustantivación en toda regla. Ni siquiera hubo una última canción a petición de la gente, ni mucho menos un bis, demanda que Raúl intentó sortear con timidez e incomodidad, bajándose del escenario corriendo antes de que la propuesta fuera a más, después de tan solo poco más de media hora de directo.
Realmente esa noche no cabía nada más, ni quedaba otra cosa que expresar: ya nos había conducido de la luz a las tinieblas, como Orfeo, y algo de nosotros, de nuestra alma, como del ser mitológico, se quedó en esa oscuridad, incapaces de no volver la cabeza y mirar siempre hacia adelante y seguir nuestro camino. Fue el de Raúl un experimento arriesgado, pero digno de vivir, de sentir, acompañado de esa escasa presencia humana dispuesta a convertirse en probetas y conejillos de indias de una nueva experiencia también para el músico. Tal vez me gustó tanto porque acababa de salir de uno de los peores conciertos que había presencia en mi vida (no voy a revelar nombres, salvo en privado y con abrazo de por medio), uno de esos de música que no va a ninguna parte. La música de Raúl va a todas partes, sin papeles, sin dinero y con una luz en el casco para iluminarnos en la negritud de la noche.
Sin querer autocitarme (de hecho, me cansa hasta buscar el artículo para ver la literalidad) cuando hace unos días escribí la noticia de este directo, dije que los despistados como yo íbamos a buscar algo que nos despertara cierta sensación en nuestra cabeza, y que nos hiciera decir: “coño, me gusta, nos vemos en el próximo concierto”. Raúl, coño, me gusta, nos vemos en el próximo concierto.
Raúl Moreno - "Como peces"
Raúl Moreno - "La rutina"
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