Pelo Mono - Soul. Córdoba, 17.03.13
Imagino el día en que a Pedro de Dios, aburrido entre fumata
y cerveza en su refugio granadino, se le encendió la habitual bombilla de la
creatividad y sintió que algo nuevo, como un impulso irrefrenable, comenzaba a
bullir en su interior al brillo del bulbo luminoso. Su mirada se debió
concentrar por unos minutos en dos máscaras, caretas de carnaval o artífices de
alguna extraña performance, que
parecerían devolverle el guiño y casi empezar una conversación que solo existía
en su cabeza. En ella, el rostro amenazante y peludo de un gorila de goma le
instaba a coger de nuevo su guitarra (seguramente haría apenas un momento que
la habría colgado) y a acompañarle en una selvática percusión, un ritual que
debía ser completado, siempre en su inagotable imaginación, con otro personaje
infrahumano, algo así como un sadomasoquista con exceso capilar emigrado a la
jungla en pleno proceso de transformación física y espiritual. A medio camino
entre la tierra y el agua, entre el desierto y el pantano, solo había que
buscar la música que acompañaría a estos peculiarísimos personajes en una
travesía incansable y no exenta de peligros. El primate y el hombre sin rostro
se reencontrarían así en una suerte de homínidos primitivos, apenas formados,
movidos a puro golpe de instinto y sudando a pelo, nunca mejor dicho, por
conquistar un incierto destino en el que sobran las palabras y solo importa el
pulso vital conducido por unos pedales, unos pequeños amplificadores, seis
cuerdas elevadas al cubo y una tribu de tambores golpeados solo por dos brazos.
Al final de su ensoñación, al bueno de Perico, nuestro mañoso protagonista, una
gran sonrisa se dibujaría bajo su rostro de cuero. La misión estaba cumplida
incluso antes de ponerla en marcha.
Llamaría a un tal Antonio Pelomono, que seguro que entendería el concepto. Sí, ese podría ser un buen nombre de guerra. Como
reivindicación y como vuelta al origen, cuando no éramos más que simios
irracionales y arrogantes (aunque más de dos mil años de evolución nos hagan
constatar que muchos aún lo siguen siendo) y los brindis los hacíamos con caldo
de huesos y vino amargo bañado en sangre y hojas de eucalipto. A eso sabría la
música de Pelo Mono, a parajes inhóspitos, a seres asalvajados, a pálpitos de
otro tiempo. En lenguaje sonoro, a rock desafinado, surf envenenado y gritos pelados desde las entrañas del blues. Un proyecto destinado a la
supervivencia de la especie, todavía sin una forma definida pero con un perfil
muy claro, por muy contradictorio que esto parezca, y con las prestaciones
habituales de la omnipresente guitarra del cantante (o deberíamos decir “gritador”)
de los admirados Guadalupe Plata, otras estrellas de nuestro particular
bestiario con los que comparten el limo de un suelo del que siempre se sale a
flote. El remedio para que el ataque del dúo enmascarado no nos pille
desprevenidos es bien sencillo: no esperar ni un segundo de respiro, ni
siquiera detenerse en presentaciones innecesarias ni alardes comunicativos.
Sentarse, buscar el ángulo adecuado y dejarse hacer, nada más y nada menos.
De la selva directamente trasladados a una habitación
cómodamente perturbadora (‘Pink room’), se enredan en diálogos instrumentales
mucho más intrincados de lo que aparentan. El resto de armario pantanoso tiene
un hueco guardado en el ‘Cortocircuito en la jungla’ que conecta con un despeño
generalizado en ‘El barranco de los lobos’, unas luces en medio de las sombras
convertidas en ‘Sonido amazónico’ y algún que otro punteo más alegre de la
cuenta en ‘Frankie’ y ‘B. B. Bronzy’, que no sabemos si será el nombre de algún
colega tan lejos de la alopecia como ellos o simplemente otro de los
integrantes de un reparto ficticio que bien pudiera ser el resumen de un
perfecto elenco cinematográfico. Y ya que hablamos de cine, me viene a la
memoria la mítica escena del monolito en ‘2001’, la monumental obra de Stanley Kubrick, en la que el abismo secular que separa a la actual civilización de los
monos que poblaban el planeta servía de metáfora para comprobar que todo ha
cambiado para que casi todo siga igual, en el fondo. Seguimos poniéndonos
máscaras para enfrentarnos al mundo, y debajo de ellas siempre asoma nuestro
verdadero yo, justamente el que queremos ocultar con demasiada frecuencia.
Los Pelo Mono, sin embargo, están aquí para enseñarnos que
todo avance conduce a un principio, al punto en el que volver a hacer rodar la
noria de la fortuna, y que como siempre, lo único que debemos hacer es
encontrarle la banda sonora perfecta. Grupos con esta actitud son cada vez más
necesarios, y ojo, que cuando terminen de grabar lo que apuntan sobre el
escenario, a todo aquel que los escuche le apetecerá, al menos durante una
hora, volver a ser un feliz Australopithecus.
Texto: JJ Stone
Fotografías y vídeo: Raisa McCartney
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