Gramola Fest III. Segunda jornada: El Ser Humano + Copo + Nanga Parbat. Deluxe Pop Club. Valencia, 11 – 5 – 2013

Normalmente suelo subir las crónicas de los conciertos a la mañana siguiente. Estos días, por cuestiones de trabajo, no he podido hacerlo, y subo la parte que me corresponde de la reciente tercera edición del Gramola Fest, la segunda jornada (supuestamente la acústica, pero, en verdad, tuvo bastante presencia la eléctrica), tres días después. Quizás sea porque no la he pensado lo suficiente, pero sigo sin encontrar las palabras para encarar este texto. Buscándolas, reviso mis notas en el móvil, escritas durante el triple concierto del sábado por la noche en el Deluxe Pop Club, y compruebo que precisamente es un tema que aparece mucho: las palabras.

Abrió la noche Nanga Parbat, un grupo de folk hipnótico, melancólico, áridamente hogareño, cálidamente gris, voluptuosamente lento, como esas casas solitarias, abandonadas en medio del campo, recortadas por el color apagado del cielo antes de la tormenta, cuando caen las primeras gotas de la llovizna. Así de delicada es la música de esta banda, que, siendo en buena medida instrumental (otras, la letra de sus canciones apenas ocupa un par de frases), rellenada con una versión de Jason Molina, parece llena de palabras que no se han dicho. Es música del silencio, que hay que empatizar en ese mismo estado, para poder apreciar mejor a esos perdedores enamorados que intuimos se esconden detrás de cada breve y concisa frase de las canciones. Así se genera esa emocionante cualidad mántrica, tal y como la definió el cantante de Nanga Parbat, ese algo, no físico, pero pesado como el plomo, como las lágrimas cuando te mueres de sueño, que te va cambiando por dentro, tímida pero implacablemente.

Tras los deliciosos Nanga Parbat, tocó cambio de ritmo: llegó Copo y llevó aquél hasta el infinito. Aún presentando su último ep, Vals sobre un escarabajo, Copo plasmó un portentoso e imparable concierto de quintaesencia de pop indie, con sus guitarras afiladas y su batería incansable, acompañada de la voz bellamente fatal y simple del cantante. Después del concierto anterior, que nos pedía cerrar los ojos y crear imágenes, Copo hacía algo quizás más convencional y menos poético (las palabras, en general, trataban sobre bailar, sobre intentos de convencer a la chica que se quiere, de pasar la noche juntos,...), pero en el que todo pasaba por la diversión y el filamento, de forma intachable, prácticamente inigualable.

Después, si creíamos que no podía ir mejor, llegó El Ser Humano para culminar la noche. Lo hizo con banda (reducida), algo que no suele ser habitual en sus conciertos. Al tocar rodeado, podíamos tener una idea más precisa, menos desnuda, menos de cita nocturna entre dos, de lo que son los discos de El Ser Humano, el primero, que lanzó hace unos meses, y lo que será, dentro de poco, el segundo. Oyendo los avances de éste que tocó durante el sábado, no podemos más que morirnos de ganas de escucharlo entero: Canciones de Dwomo, tan lenta en directos anteriores, con su “nueva”, al menos oída por mi parte por primera vez, vestimenta country, se nos mostraba vigorosa, frenética. Su concierto fue, en su totalidad, un alarde de virtuosismo musical: pocas veces El Ser Humano (suelo ser habitual de sus actuaciones) se había mostrado tan rockero, tan furioso. Quizás estaba poseído por el espíritu de su otra banda, Trinidad, que acaba de presentar disco, pero la otra noche, en vez de clavarnos lentamente el bisturí, con palabras que pueden significar todo o nada, pero que te dejan en la penumbra y belleza de la pesadumbre, El Ser Humano nos lanzó auténticos cuchillazos, con sus guitarras arrebatadoras y agresivas, con su experimentación perfeccionista en la percusión,...

Sigo sin palabras, así que me quedo aquí, esperando el próximo Gramola Fest: hasta el año que viene.

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