El otro día, cuando
publiquemos la noticia del concierto que la jovencísima norteamericana Sarah Mount acabó ofreciendo ayer en el valenciano Deluxe Pop Club,
afirmábamos que este directo iba a resultar una especie de
pre-presentación (toma palabreja) de su ep de debut. Tan precipitada
aseveración acabó quedando en entredicho la misma mañana del
concierto: en el bandcamp de Sarah Mount se publicaba
This Quiet Rage, tal y como se titula el ep, compuesto de
cuatro canciones, que, aunque variadas, se mueven dentro de las
coordenadas del reciente folk indie americano.
Es un trabajo digno, de
escucha (muy) agradable, aunque quizás demasiado convencional y poco
arriesgado, irregular a pesar de su corta duración. Pero,
afortunadamente, a pesar de que mi opinión sobre el mini-álbum me
despagara un poco antes de entrar en el Deluxe, en directo
Sarah Mount, es otro mundo, algo que me advirtieron nada más
entrar: cambia mucho, fueron las palabras exactas.
No le otorgaré una
magna cualidad de la que, todavía, carece, ni mucho menos: era el
primer concierto de Sarah Mount (bueno, tanto de ella como de,
al parecer, la enorme cantidad de músicos que componían su banda,
todos ilusionados y como si estuvieran en una nube de satisfacción),
ante amigos (una de ellos le preguntó a otro si había visto alguna
vez tantos españoles juntos: españoles no sé, pero tantos guiris
angloparlantes -no se entienda como peyorativo, ni mucho menos- en
una sala tan pequeña, yo jamás de los “jamases”) que la
jaleaban ya no a cada canción, sino tras cada gesto. Eso, realmente, me provocaba la impresión de que me había colado en el examen final de una
Escuela de Música, en la que los alumnos desean demostrar a sus
profesores que saben tocar absolutamente todos los géneros (folk,
blues, algo de jazz, rock,...), y que son capaces de hacerlo de la
manera más perfecta posible, como niños prodigios de dinámica y
matemática intachable. La llamada a la madre (que vive en Estados
Unidos) de Sarah en directo, en una doble celebración del cumpleaños de aquélla y del acontecimiento en la vida de su hija, y los abrazos finales entre
los miembros de la banda, en pleno fervor juvenil, me recordaron, incluso, a algo
peligrosamente parecido a Operación Triunfo, o, por darle un referente un poco más elevado, Fama (la de los 70 de Alan Parker, la de "la fama cuesta" y demás tonterías, no el otro programa televisivo).
¿Por qué después de
hacer todas estas menciones, que a más de uno, sin sentido del
humor, claro, le harían seguramente huir, sigo defendiendo el
concierto? Pues porque la sensación final fue la de haber visto algo
muy bonito: Sarah interpreta su música con cierta cualidad
hipnótica, entre el extrañamiento y el descubrimiento de la
maravilla, que la sitúa por encima de esa ejecución sumamente
perfecta de la que hablaba hace un instante. El sentimiento sobre la elaboración virtuosa, gracias de parte de mi mismo, uno de los grandes profanos en la materia musical. Sarah Mount vive
la música, y es capaz de hacerla vivir y sentir al que la ve,
transmitir con vigor ese auténtico sentido vital, esa necesidad, que
ata a la joven con su forma de existencia. Sarah acaba de
empezar, y, por eso mismo, carece de repertorio (el que hay es
excelente, muy superior en todas sus canciones al ep del que proceden
éstas: la preciosa serenata Not The One, el feliz
descubrimiento medio rockero de No Prayer For You, Easy To
Take, aburrida y olvidable en su versión de estudio aunque
sensacional en vivo), razón por la cual tiene que recurrir a
versiones de sus artistas favoritos: nada que objetar si una de ella
fue una relectura fascinante, mágica, portentosa, del Sister
Rosetta de Robert Plant. Hay un hálito de vida, suave y
apacible, profundo bajo la música y las letras de Sarah Mount,
y ahora, con esa buena forma de comenzar, tiene que hallar la verdad,
su propia poesía, no la, no lo dudamos, aprendida cum laude en las
clases de su escuela. Es el momento de ir creciendo, tras pegarse ese
primer gustazo inolvidable de un lleno absoluto en una sala de
conciertos, tras superar esa llaga que es el tener un inicio por
delante. Los comienzos, sí, son maravillosos: falta todo por hacer,
y el viaje de Sarah Mount tiene pinta de que va a ser bonito y
feliz de compartir. Y tenemos la suerte de haberlo empezado junto a
ella.
Más info:
Sarah Mount - "No Prayer For You"
Sarah Mount - "Easy To Take"
Sarah Mount - "Every Single Night"
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