Lupe Catalá es
una cantautora valenciana que, tras lanzar un primer disco, Saltar al vacío (muy apreciable, por cierto), ahora está preparando el
segundo. Estos días, además, se ha ido atreviendo a tocar, en pleno
agosto vacacional, puro muermo y tedio, en algunos cuantos sitios.
Anoche recaló en el Kaf Café, en un concierto casi familiar,
a luz tenue de lámpara.
Al escuchar su música,
muchos podrían recalar (de hecho, es la impresión inicial, que, por
suerte, se difumina pronto) en que es muy sensiblera, hasta algo
naïf. Por mi parte, aunque sí que reconozco que, por culpa de los
puñeteros prejuicios que he ido asumiendo estúpidamente con los
años (y de los que me voy deshaciendo poco a poco, afortunadamente),
mi primera reacción es ponerme en guardia ante lo dulzón, después
me pongo a pensar qué mal implica ese punto de partida tierno y/o
romanticón. Y es que el pop que practica Lupe Catalá, con
algún toque country por allí, con algún blues elegante y atinado
por allá, es muy bonito y sensible, que no sensiblero.
Sus canciones sobre
amores, amistades, recuerdos, infancias y viajes (una cuenta sus
impresiones de un viaje a Islandia) no son precisamente
originales, ni en su composición ni en las imágenes que pueblan las
letras, pero, gracias a su preciosa voz y a su fe absoluta en sus
posibilidades, para nada relacionadas con la arrogancia, la
autoconsciencia ni con el pretencioso engolamiento, consigue, si no
añadir detalles nuevos en los que pensar, al menos sí recordar
aquellas únicas cosas que, verdaderamente, son dignas de plantear de
forma transcendente.
Con algunas
programaciones pregrabadas, bien integradas, nada cutres (se te
acababa olvidando que no había más banda sobre el “escenario”),
que funcionaban como una balsa de aire, a pesar de que realmente no
la necesita (su acústico, acompañada de su guitarra y un teclado,
nunca se hace aburrido ni pesado; y eso que su playlist es
ciertamente largo, hacia la hora y cuarto),se alejaban las canciones
de Lupe de la tristeza y la melancolía, y nos dotaban, en ese
desnudar el alma del que ella habla, de una especie de bálsamo de
alegría y bondad, con espacio hasta para la emoción, como cuando
tocó una versión del Que tinguem sort, de Lluis Llach,
dedicada a los enamorados presentes en el local, o esa milésima
versión del Blowin' In The Wind de Bob Dylan, que ayer
sonó, rebautizada Per quants carrers en valenciano, renovada, revitalizada en el panorama actual,
luminosa en su interpretación. Todo un destello de vida que nos
permitió redescubrir lo hermosa que fue, y que es, y que será, la
canción de Dylan.
En uno de sus pequeños
intermedios entre canciones, Lupe Catalá decía que había
estado hablando durante el día con amigas sobre que, al mirar atrás,
con lo que te quedas de la vida son los buenos momentos que compartes
con esas amistades. Anoche, si no fue de ésos (más que nada porque
no conocía a nadie en el local), al menos se pareció bastante.
Finalmente, lo que sí que quedó es el gustazo tomarse un café con
Lupe Catalá. Ojalá haya más oportunidades.
Más info:
Lupe Catalá - "Quédate"
Lupe Catalá - "La magia sigue"
Lupe Catalá - "Per quants carrers" (versión de Bob Dylan)
1 Comentarios
Lupe Catalá. Fresca, limpia y sin aditamentos.
ResponderEliminarSe nos presenta tal cual, como si acabase de salir de una ducha de la voz. Su precioosa sonoridad es simple, y a la vez impacta. Como aquello de lo que nos sorprendemos, por habernos hipnotizados con su mas absoluta elementareridad. Entre lo dificil.
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