Band À Part – Deluxe Pop Club.
Valencia, 26 – 10 – 2013
Cuando anoche estaba a punto de llegar
al Deluxe (lo reconozco, me perdí a lo largo del camino desde
mi casa, en el sentido más literal del término, no en el dantesco),
a lo largo de la calle que da al local, iba siguiendo los pasos de
Coral y Javi, los componentes de Band À Part.
Se me podrá preguntar qué coño importa, o si lo hago sólo para
llenar líneas de crítica (¡un párrafo menos!), pero creo que, al
menos de manera metafórica, su curiosa manera de andar, casi
desapegada de la realidad del resto de la calle, era todo un símbolo
adecuado de lo que es Band À Part.
Y es que es ésta una banda que mezcla
su inmediatez como grupo indie pop de características totalmente
desprejuiciadas, con sus más intelectuales y afrancesadas
referencias (muchas veces incluso explícitas, tanto en las letras
como en el diseño de sus fotos) a películas de Truffaut,
Godard o Marker (del que rescatan casi exacto el título
de una de sus películas, Souvenir de l'avenir), con su aspecto mixto
entre estudiantes de filosofía y métodos de bellas artes, lectores
de libros, viajantes de la cultura pop más colorista (“ésta es la
era pop”, rezaba una de las canciones que después pinchó
Toxicosmos, el anfitrión de la velada), compradores
compulsivos de entradas para la Filmoteca, que, entre
esperanzadoras citas, besos robados, viajes a Portugal,
meriendas picnic al ritmo de Henry Mancini y, finalmente,
rupturas y desprecios que son como el escopetazo de salida a toda una
serie de diversas reprimendas, nos dicen que es una lástima, pero
que la Europa que pudo ser ya no lo será jamás: el romanticismo y
las cuitas sentimentales, poderosos campos de batalla, han quedado en
manos de no menos poderosos conglomerados de ricachones
protoeuropeos: un mundo que se desmorona.
Así, la promulgación disfrutable del
acto “anticuado”, tantas veces degradado, pero todavía
irreverente en sus mejores y más lúcidos momentos, de ponerse unas
gafas de metal y hacerse unas fotos de color chillón con polaroids
de textura Instagram, al amparo de Nick Drake, deviene
revolucionario. Sus pequeñas historias, muchas veces más necesarias
de ser sentidas que comprendidas, son como pequeños y sensibles
recortes nostálgicos por el tiempo que se fue, editados en nuestra
memoria pop de manera abrupta, mekesiano, como momentos de belleza
que nos fuimos encontrando de cuando en cuando a lo largo del camino.
Sueños en Super 8 de eremitas que se niegan a crecer, que son lo
peor para ellos mismos, pero que se niegan a dramatizar.
La merienda, No sé por qué
(megahit: para mi su canción más arrebatadora, junto a Cosas que nunca te dije porque no me dejaste hacerlo, la mayor ausencia de la noche), Spútnik mi
amor, El chico del norte, Postales desde la Costa
Este,... Todas cayeron con alegría y fluidez (el concierto duró
menos de una hora), hasta desembocar en un bis inesperado (hasta para
la propia banda, que no se había preparado ninguno porque aseguraron
que no les gustaban) de una de las joyas de Family, colorida,
primaveral como el vestido de Coral, que cerró el concierto
que Band À Part recordará como aquel que se dio a escasos
doscientos metros del lugar de la calle donde se inició su aventura
original como banda, cinco años después de haber tocado por última
vez en Valencia, a la que llegaron de nuevo con una renovada y
mejorada maleta de canciones. Una carrera de fondo en pro de la
alegría, reflejada en la sonrisa, lejano el cansancio, de los
rostros de, me atrevería a decir, todos los asistentes anoche al
Deluxe (bastantes, pero personalmente muchos menos de los
esperables): su concierto fue, al final, uno de esos poemas de los
que mayores nos reiremos, cuando seamos más sabios y serios...
También más tontos y descreídos.
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