Niño y Pistola - Long Rock. Córdoba, 21.02.14
El tipo ha vuelto a casa sin sed de venganza, tan solo lo
mueve un objetivo: encontrar una caja mágica en la que enterró sus fetiches de
juventud en la esperanza de reencontrarla al salir de la prisión que le ha
confinado durante media vida. Su nombre es Tom, se le acusó de matar a su jefe
con los arrestos suficientes para reconocerlo a voz en grito, y es la mano de
la justicia la que empuña ahora un revólver que abrirá fuego de nuevo, solo que
esta vez las ráfagas saldrán de un arma diferente y el fuego se volatilizará
entre un rastro sonoro mucho más allá del percutor. Ahora los juzgados seremos
todos los demás, porque participaremos activamente en un homicidio con la
premeditación del más fiel creyente y la alevosía de los que tienen poco que perder.
Viva la sed de venganza.
La ley impondrá su ídem y la jam session con la que enfilaremos el corredor de la muerte nos
sonará a música celestial. El verdugo, un acicalado y oscuro profesional que
responde al nombre de Neil Young, nos permitirá antes velar por nuestras
atormentadas almas ante el altar presidido por una virgen corrupta que huele a
hierba fresca y tormenta de verano. Grace Slick, extraño apelativo para un
icono cristiano, parece ser la divinidad que tratará de redimirnos, si eso es
posible después de haber cometido uno de los más graves pecados, aparte del
homicidio, que no es otro que el de adorar a demonios psidodélicos que campan a
sus anchas por las praderas más cercanas. Un vecino algo quisquilloso, un tal
George Harrison, ya advirtió al pobre idiota de que por ese camino no llegaría
demasiado lejos. El hombre recto, aseguraba, no debe nunca desear el mal al
prójimo y predicar con el ejemplo. Lección aprendida en vano, ahora solo
esperamos la mala hora de la condena eterna. Perdónanos, señor. Y a los
cómplices de los Byrds, otros bandidos de cuidado, también.
Será una ceremonia corta, inspirada en dos partes con
solución de continuidad y sin ánimo de desdibujar una historia con un desenlace
anunciado. En el intermedio, los espectadores más sensibles pueden satisfacer
sus ansias de sangre en la barra más cercana, metiéndose en su piel tabernaria
original, indolentes al desagravio que cometen con quien solo les está
ofreciendo lo mejor de sí mismo, un ejercicio de sinceridad apenas útil para
unos cuantos abogados poco expertos en leyes pero lo suficientemente expertos
como para agotar la presunción de inocencia hasta sus últimos suspiros. Lo
diremos en sus propias palabras: ‘Deep in the fall’, ‘Fifty dollars in my hand’, ‘I used to drive a truck’, ‘Back in the years’, ‘Follow the white stones’… y al final, ‘We’ve had enough’, que tampoco necesitamos entender
demasiado para saber que nuestro héroe no merece en absoluto arder en el fuego
eterno. Un tipo con los suficientes arrestos para inspirar todo un concepto
sonoro y compartirlo con los parroquianos siempre será nuestro ídolo preferido.
Aclaración: todo lo escrito anteriormente no tendría sentido
sin haber disfrutado del directo de los gallegos Niño y Pistola, que inspiraron
esta pequeña historia y que fueron inspirados a su vez por un héroe ficticio en
la idea y la grabación de su cuarto álbum, ‘There’s a man with a gun over there’, frase a su vez extraída de uno de los grandes temas de Buffalo Springfield, ‘For what it’s worth’. Si le sirve a alguien para acudir a la sala
más cercana en la que prosiga su gira, nos daremos por más que satisfechos y
nos alegraremos enormemente por el exquisito concierto que van a presenciar. Y
lo demás son historias.
FOTOS NIÑO Y PISTOLA
FOTOS NIÑO Y PISTOLA
Más info:
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Texto: JJ Stone
Fotografías: Raisa McCartney
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