Galope + Lucho. La Llimera. Valencia, 10 – 7 – 2014


Galope + Lucho. La Llimera. Valencia, 10 – 7 – 2014

A pesar de ser valenciano, Lucho parece ser que lleva años viviendo en Berlín, donde ha aprovechado para componer las canciones de su primer ep, llamado Pájaros, que sacó (gratuitamente en bandcamp) apenas hace un par de meses. Para la presentación del disco en Valencia, aprovechando, supongo, las vacaciones de verano, se sacó de la manga un telonero de lujo, Galope, que, si bien es de lujo, se podría decir que no es un músico que atraiga masas. Anoche, por tercera vez consecutiva que yo pueda haber visto a Galope, la sala estaba casi completamente vacía, apenas llegaría a la veintena de personas, lo que convierte a Galope (y, de carambola, suponemos que a Lucho) en uno de los compositores más infravalorados de la escena valenciana.

Ahora nos sentimos impelidos a decir: que se jodan. Porque lo de ayer fue un concierto tremendo. Inició, como hemos dicho, Galope, que, haciendo gala de sus virtudes casi chamánicas, propuso todo un elogio de la densidad y de una trascendente elocuencia, que te rasga por dentro con conmovedora armonía y lenta, hiriente, extasiante agonía. Su proyecto, qué duda cabe (y de ahí quizás la escasez de asistencia cada vez que toca), es un proyecto personal, una lucha cuerpo a cuerpo, pero no sólo por parte del músico, sino del oyente, que entabla una particular relación con las canciones, que suele ir yendo y viniendo según los diversos momentos y estados de ánimo que se atraviesan cuando se escuchan. ¡Cuántas veces habré cambiado mi opinión sobre su último disco, Benditos tus ojos, según el empanamiento o ligereza que yo mismo llevara en la mente o el alma!.

La música de Galope transcurre en desolados parajes, en habitaciones tenuemente iluminadas, con instrumentos cotidianos abandonados, que yacen sobre mesas de cocina sin ser utilizados para su fin, en las que el amor se ha comprometido con el miedo desde hace mucho tiempo, el mismo tiempo que huye del hastío a través de bellos y breves momentos de luz, los cuales se vislumbran, más allá de la ventana de nuestros ojos (benditos ellos), entre las nubes de esa tormenta que llevamos puesta como un ropaje más. Cuando Galope toca, la niebla va cayendo entre su público, que queda silencioso y abstraído ante la ceremonia, caminantes llenos de absoluta fe hacia los ojos (benditos ellos) de ese ciego, ajado y barbudo vigía, que, convertido en guía a su pesar, nos cuenta pequeñas y lentas historias de fantasmas, que, como un sueño, creyó vislumbrar en la oscuridad.

Anoche, Galope consiguió, con la única compañía de una guitarra y unos cuantos pedales, que nuestro viaje nunca fuera repetitivo, que jamás tuviéramos el déjà vu de decir “por aquí ya hemos pasado”. Andábamos en círculos, pero siempre con nuevos ojos, como si a cada canción hubiéramos aprendido una idea nueva. Y es que lo dijo él: “no tengo ninguna canción del verano, pero son canciones bonitas, ¿no?”. Desde luego, así lo parecen, al menos desde la niebla de nuestra mente. Quién sabe lo que volveremos a pensar cuando el Sol azote, brillante, sobre nosotros, pero, desde luego, la sensación que se nos quedó ayer fue la de asistir a un espectáculo: el espectáculo de la vida.

Nada más subir al escenario, Lucho nos advirtió, durante el primer estribillo, que la vida es una canción. Igual que para Galope, por tanto. Pero aquí, la mirada y la sonoridad habían cambiado. La música se había llenado de alérgica y epidérmica alegría (¿quizás por el tiempo que lleva Lucho viviendo en Alemania?) y de consejos vitales (¿quizás por el tiempo que lleva Lucho viviendo en Alemania? Y sí, es una maldad igual a la anterior). Sin dudas, como nos advierte en su cinematográfico título, la caída (eso que da tanto miedo... en Alemania) es lo más duro para Lucho, y por eso pone su guitarra al servicio de no caer, de mantenerse en pie, cueste lo que cueste y, evidentemente, caiga lo que caiga.

Así pues, Lucho no basa su música en lo que se siente al caer y en lo que se aprende (siempre el aprendizaje) al salir de la caída desde la gracia, como sí lo puede hacer Galope, sino que es una visión más colorida. Ante el problema, un prisma nos da una solución rápida, una perfecta conjunción del mundo interior y del exterior que nos rodea amenazante, pero finalmente con los brazos abiertos, con una sonrisa en medio de la enfermedad. El mundo es un bonito lugar para vivir, pase lo que pase, y, con la ayuda de Lucho, se debe combatir contra la decepción con las armas de estribillos bonitos y emotivos.

Lucho es el músico callejero que saca unas monedas del sentimiento de bondad que transmite a la gente, haciéndole descubrir que aún sigue ahí, en su interior, oculto en medio de todo ese ruido nostálgico que nos hace alejarnos de nosotros mismos. Es el orden sanador dentro del oscuro caos: es tan fácil como esquivar sus golpes.

Más info:

                                                                           Galope










Lucho








Lucho - Indestructibles



Lucho - La despedida



Galope - Gato



Galope - Las Árdenas





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