Tercera sesión del ciclo Fly Me To The Roof en La Cambra de La Rambleta, con The Kojaks y Hannah Williams & The Tastemakers
La tercera jornada del ciclo “Fly me to the roof” tomaba La Cambra de La Rambleta esta vez en forma de soul y funk en distintos grados de ebullición. En el cartel, dos bandas que pisan el extremo opuesto del globo donde nació la música negra, pero que recogen el testigo de lo esencial y primigenio remozado con las influencias contemporáneas en lo que se ha dado en llamar neo soul. Todo un disfrute para los oídos de los que nos quedamos disfrutando a los clásicos, que demuestra que más allá de las épocas, estilos y divismos varios, el germen sigue en marcha, más vivo que nunca.
Para abrir la noche, los valencianos The Kojaks, una joven formación con poco más de dos años de vida que comenzó su andadura versionando clásicos y que ha ido perfilando su propuesta hasta llegar a la evolución lógica que supone añadir temas propios a su repertorio.
Amparo Ballester (Voz), Alberto Lorenzo (Bajo), Mateo Albelda (Batería), Juan Salvador (Guitarra/voz), Pablo Pérez (Saxo), Pablo González (Teclados) y Juanjo de la Cuesta (Percusión) destilan inocencia y entusiasmo en lo que hacen, con un sonido limpio y demasiado brillante que necesita oscurecerse con la pátina rugosa del tiempo. Las raíces están presentes, con mucha fuerza, pero la búsqueda de un estilo personal que marque una idiosincrasia propia les debe hacer crecer como banda en una evolución que se antoja más que posible.
Sobre el escenario son como el primer mordisco al caramelo; una explosión de sabor que guarda la promesa de algo más intenso y refinado al fondo. Con estas sensaciones presentaron “First Morsel”, su primer largo. Temas como “Plug my soul”, “Diggin´on Schumann” y, sobre todo, “Keep it up Funky” sobresalen entre la juventud de la big band y dan una idea de las cotas que pueden llegar a alcanzar, acompañadas del crecimiento lógico del carisma de su vocalista.
Hannah Williams se hizo esperar; pero cuando hizo su aparición, precedida de sus seis Tastemakers, la noche ya anticipaba altas cotas que se cumplieron con un largo e intenso concierto en el que demostró por qué hay quien la hace merecedora del trono de Amy Winehouse o la califica de la “James Brown femenina”.
Música “divina”, con escarpadas y deliciosas aristas, sexy, desgarrada cuando es necesario, abarcando registros vocales y emocionales tan variados que el espectador queda con la sensación de estar contemplando a un apabullante torbellino sobre el escenario. Juventud descarada también en este caso, pero con el camino detalladamente marcado y las intenciones claras.
Hannah Williams domina el escenario, en un recorrido incesante marcado por sus pies descalzos y una voz privilegiada, rugosa hasta la médula. Un ingrediente que añade gran dosis de sensualidad y que le otorga el aura bien merecida de soul woman, sin perder de vista el lado más reivindicativo de su feminidad que explota con temas como “Woman Got Soul”.
Carismática, interactuando e incluso sobreactuando en ocasiones como buena hija de predicador, su discurso convierte en fieles adeptos a todo el que la escucha. Las canciones de James Graham (pianista de la banda) y el guitarrista Hillman Mondegreen beben directamente de la esencia más clásica y minimizan las que en este caso no serían más que superfluas influencias más contemporáneas, logrando un estilo puro, un “funk crudo y soul profundo”.
“Do Whatever Makes You Feel Hot” suena como lo que es; un autentico hit con el que Williams desgrana su imponente registro y presencia, destilando groove por los cuatro costados y transmitiendo toda esa energía al público.
“The Kitchen Strut” muestra la compenetración con su banda (con la que Williams se permite bromear de vez en cuando) y la importancia de la sección de metales en su sonido añejo. “Tell me Something (Liberties)” otorga ese registro despechado, profundo y desgarrador, cual Janis Joplin contenida y bajada de revoluciones.
Y es en las versiones donde pudimos comprobar como la londinense se mete en la piel de otros haciendo suyas canciones ya míticas. El mítico “Sunny” de Bobby Hebb arranca gritos espontáneos de los allí presentes en una versión con toques jazzisticos y liderada por la trompeta de Williams, en la que tras una larga introducción que nos hizo pensar que se limitaría a lo instrumental, la voz explota y conduce a un final sobresaliente.
“I´m a Good Woman”, de Barbara Lynn, y la maravillosa “At Last” de Etta James fueron otras de las reinterpretaciones de Williams y sus “creadores de tendencias”. La segunda, un regalo inesperado que premió a los que todavía permanecíamos en La Cambra con la esperanza de que aquello no hubiera terminado.
Graham y Williams en acústico, piano y voz para deleitarnos en una versión desnuda, sencilla y emotiva de un tema anclado a fuego en nuestra memoria sonora. El torbellino había desaparecido y solo quedaron los rescoldos que acompañaron el camino a casa.
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