DEL POP Y OTRAS OBSESIONES: Las posibilidades son infinitas


Me muero de ganas de poder ver “The posibilities are endless”, la película documental que Edward Lovellace y James Hall han realizado para narrar la vida y sobre todo, el renacimiento de un hombre clave en mi vida: Edwyn Collins. Para ello, además de repasar su carrera y vida personal, se han centrado más que nada en el aterrador y a la vez emocionante camino que este hombre ha recorrido desde que un aciago día del año 2005 sufrió dos hemorragias cerebrales prácticamente consecutivas que le dejaron postrado e incapaz de desenvolverse ni física ni mentalmente de una forma normal. Y tengo ganas no sólo porque me confiese fan absoluto de su legado musical, sino porque la historia me toca de manera específica: no hace demasiado tiempo, una persona muy joven y muy cercana se vio aquejada del mismo mal y está intentando aprender a vivir con ello. El tesón y afán de superación necesarios para sobrellevar una carga semejante (aprenderlo TODO otra vez) es algo descomunal. Me resulta apabullante ser testigo de semejante proeza y por lo que estoy viendo en críticas que ya han aparecido del documental, parece ser que estas circunstancias se han sabido retratar de una forma innovativa, natural y sabia. Ya digo, unas ganas tremendas de poder echarle un vistazo.


 


 De todas formas, como en todas las historias, hay una serie de antecedentes que debemos observar y de eso es de lo que voy a hablar. Averiguar por qué es tan titánica la recuperación de Mr. Collins pasa por acercarse antes a su historia y sobre todo, a su obra pretérita. Poca gente le conoce al margen de su excelso hit de 1995, aquél “A girl like you” que aún resuena en nuestras cabezas, pero como intentaré hacer ver aquí, se están perdiendo una de las discografías pop más extraordinarias, variadas y delicadas que jamás haya producido una persona (tanto en solitario como con banda). Edwyn fue mucho Edwyn, y podemos dar gracias de que aún lo sigue siendo. 

POSTALES 


Nacido en Edimburgo en 1959, pasa su infancia en Dundee y su adolescencia en Glasgow. En esta ciudad que aunque industrial cuenta con una escena pop emergente y vibrante es donde forma en 1976 su primera banda, los Nu-Sonics. Según declaró Edwyn a la revista Ruta 66 en noviembre de 1992: “sigo creyendo que el punk fue el principio de todo lo que hago. Pero, con el tiempo, me he dado cuenta de que, lo que realmente me excitaba, era la idea del punk y su estética, más que los resultados. Lo que verdaderamente me inspira son las melodías y no surgieron muchas melodías inolvidables de aquel período si lo comparamos con la edad de oro del pop, durante los 60. Lo que sí tenía el punk era una fantástica dinámica a la que uno respondía intuitívamente”. Una declaración muy simple, pero que encierra toda una filosofía. La que aquél grupo que luego se convertiría en Orange Juice (por una razón tan sencilla y “camp” como que era la bebida que tomaban durante los ensayos) supo imprimir en su música. Durante su corto período de existencia discográfica (1979-1984) fueron capaces de aunar el sentimiento “do it yourself” del punk y su inmediatez con esa avidez por las melodías perfectas y no sólo eso, también mezclar influencias tan dispares como Chic, Velvet Underground, el soul de stax, el northern soul, los Byrds o Fela Kuti de una forma fresca y natural. Tan fresca y natural como el zumo de naranja.


Además, durante su etapa en Glasgow y junto a un tipo muy colgado llamado Alan Horne, Edwyn dio forma a un sello que acabó siendo fundamental para abrir el camino del pop escocés (es decir, que sin él no habráin ni Lloyd Coles, ni Teenage Fanclubs, Belle and Sebastians ni Franz Ferdinands que valgan): Postcard Records. En Postcard grabaron bandas tan significativas como los Juice, Aztec Camera o los fabulosos Go-Betweens. Bandas que en esencia reflejaban una manera muy especial de entender el pop. Toda una revuelta frente a la imperante bravuconería y testosterona del punk y la solemnidad del after-punk. Tocaban melodías luminosas llenas de candor y no necesitaban sonar oscuros ni estridentes. La primera referencia de Orange Juice con Postcard fue “Falling an laughing”, que si bien comenzaba con un riff oscuro heredado de la Velvet inmediatamente se abría hacia una melodía infecciosa teñida de disco music. Con el sello de Glasgow grabaron tres singles y llegó la inevitable partida hacia Londres para probar suerte, fichando por Polydor poco tiempo después y grabando tres álbumes y un mini-lp absolutamente fantásticos. La inocencia aún post-punk traducida en un total descaro a la hora de mezclar géneros sin perder un ápice de personalidad hace de “You can’t hide your love forever” (1982) uno de los mejores discos de debut de los 80. Tras algunos cambios en la banda, aprueban la reválida con un “Rip it up” (1983) más orientado hacia el pop-soul (incluso con alguna incursión en la música africana), con gran protagonismo de la privilegiada y elegante voz de barítono de Collins y que les proporciona su único gran éxito con la canción que lo titula, que llegaría al número 8 de las listas británicas. Lamentablemente, el éxito no hace sino aumentar los ya claros signos de tensión entre los miembros del grupo y el siguiente trabajo, el mini-lp de seis canciones “Texas Fever”, a pesar de mostrar un nivel de forma artística excelente con canciones tan soberbias como “bridge” supone un canto del cisne de Orange Juice como banda. El último Lp, que aparece en 1984, se titula sencillamente “Orange Juice”, lo cual no deja de ser curioso puesto que de la banda sólo quedan Collins y el batería Zeke Manyika. Muchos lo consideran el primer disco en solitario de nuestro protagonista, pero de lo que no hay duda es de que es el mejor del lote. Un soberbio manual de pop sin encorsetamientos, que juega con el blue eyed soul sin abandonar el brillo de unas guitarras que adquieren aquí quizá un protagonismo mayor que en sus predecesores. “Lean period”, “I guess I’m just a little too sensitive”, “what presence” o “Scaremonger” son piezas maestras de uno de los discos fundamentales del pop británico de los ochenta, en la humilde opinión del que suscribe. 



SOLO: EL SILENCIO Y EL ÉXITO INESPERADO 


Tras la desbandada, Edwyn se dedica a formar un hogar junto a Grace Maxwell, la otra protagonista de nuestra historia, a la cual conocío a su llegada a Londres con los Juice. La banda se alojó en su piso durante una temporada y entre los dos surgió el amor. Grace se convirtió en la mujer de su vida y a partir del momento de la separación de la banda en su mánager y timonel de su carrera. Básicamente, en gran parte es gracias a sus esfuerzos por lo que le tenemos hoy aquí vivito y coleando. 

En este período reina el silencio, sólo roto con un par de singles aparecidos en 1987, entre los que se encuentra la fantástica canción “Don’t shilly Shally” (a la que parece que su autor tiene en gran estima puesto que la toca frecuentemente hoy en día en sus directos y ha grabado una nueva versión para la BSO del documental que nos ocupa). Al fin, en 1989, ficha por Demon Records y con la ayuda del productor Phil Thornalley (antiguo miembro y productor de The Cure) saca a la luz su primera colección de canciones en nada menos que 5 años. “Hope and despair”, que así se titula la criatura, alberga una tremenda colección de canciones que añade tonalidades country al ya consabido blue eyed soul que tan bien le sale a Edwyn. A éste le sigue, en la misma línea aunque un poco más amargo y también con Demon, “Hellbent on compromise”, tras el cual nuestro héroe se atreve a montar su propio estudio de grabación en el cual produce a su largamente admirado Vic Goddard (al que algún día tengo que dedicar algún articulito) y a otros y lo que es más importante, trabaja en su próximo paso discográfico, que acabará siendo la clave de toda su carrera: “Georgeus George” (Setanta, 1994) es un disco soberbio, una auténtica obra maestra que contiene una de las canciones fetiche de los 90: ese pegadizo cual lapa y sensual pildorazo de soul que es “A girl like you”, que le catapulta a los primeros puestos de las listas de medio mundo y se incluye en la banda sonora de varias películas, sonando hasta la saciedad en radio, MTV etc. Además, la canción por la que siempre será recordado no ensombrece para nada un disco maravilloso con gemas en su interior que juegan con el pop en esa joya que es “Make me feel again”, con el soul en “If you could love me” o con el folk en la cabreada “The campaing for real rock”. Evidentemente, el siguiente paso es tomado por Collins de forma entusiasta. “I’m not following you” (Setanta, 1997) es un compendio de pop de tintes disco que busca divertir y entretener a oyentes inteligentes. Así lo atestiguan “The magic piper of love” (que se incluiría en la banda sonora de “Austin Powers”) o “Seventies night”, sin olvidar ese trallazo northern soul que es “Keep on burning”, uno de sus mejores temas. Tras esto, otros cinco años de silencio y llega “Doctor Sintax” (Setanta, 2002), otro trabajo interesante en que el culo inquieto que es el escocés juega con la electrónica, dejando esquisiteces a su paso como “Johnny Teardrop” o “Never felt like this”



EL CATACLISMO 


Mañana del 18 de febrero de 2005. Durante la grabación de un programa en los estudios radiofónicos de la BBC 6, Edwyn Collins se siente indispuesto. Una sensación de náuseas y mareo que acaba teniéndole convaleciente en casa y que tras dos días de malestar se traduce en dos hemorragias cerebrales que casi le matan y que, tras una complicada operación a vida o muerte, le dejan unas secuelas terribles: ya no es capaz de hablar, de entender, mover la mitad de su cuerpo ni por supuesto, tocar la guitarra ni recordar sus canciones. Tras seis meses de hospitalización, con el apoyo de su esposa Grace y su hijo William comienza el duro proceso de recuperación. Durante un largo período de tiempo es incapaz incluso de escuchar música. La sóla escucha de una nota le excita demasiado y es contraproducente. Sólo tras el transcurso de varios meses es capaz de pedirle a su compañera que le ponga un disco (concretamente la versión de “Promised Land”, de Johnnie Allan). A partir de ahí la recuperación pasa por introducir paulatinamente a Edwyn de nuevo en la música. El primer paso es terminar un disco que habían dejado casi hecho (a falta de mezcla) antes del ictus. Así, “Home again” (Heavenly, 2007), es un hermoso y sincero reencuentro con alguien que tiene unas ganas tremendas de vivir, que se aferra a la vida con todas sus fuerzas, sentimiento que se desprende de unas canciones, que si bien grabadas antes del desastre, parecen querer sacar a flote esos sentimientos. Maravillas como “You’ll never know” o “then I cried” así lo atestiguan. 



LA RECUPERACIÓN 


Al mismo tiempo, la BBC hizo un documental corto sobre la enfermedad de Edwyn titulado como el disco, “Home again”, en que mostraban su complicado día a día. Parecía que su nombre, aunque fuera por motivos tristes, volvía a saltar a la palestra. Disco y documental, pero ¿y lo importante?. Parecía imposible que una persona con una pérdida de memoria importante, disfasia (trastorno del lenguaje caracterizado por la dificultad para hablar y comprender el discurso hablado) y parálisis de medio cuerpo pudiera ser capaz de coger una guitarra para componer una canción. Pero mira por dónde, cuando él mismo estaba a punto de tirar la toalla y contrariamente a todo pronóstico un buen día cogió la guitarra marcando los acordes con la mano izquierda y le pidió a su esposa que rasgara las cuerdas. Así surgió “searching for the truth”, sencilla y preciosa melodía que sería el comienzo de la recuperación de un artista enamorado de la vida y de un oficio, escribir canciones, del que es un auténtico maestro aunque se vea imposibilitado para extraer de sí mismo discursos complejos. Las canciones tras esta tardaron en llegar, pero poco a poco terminó teniendo una colección que con ayuda de varios amigos (Johnny Marr, Alex Kapranos, Paul Cook y Roddy Frame entre otros, nada menos) se materializó en “Losing Sleep” (Heavenly, 2010), el imposible regreso del genio. Un trabajo que precisamente se beneficia de la sencillez con la que, a la fuerza, el cerebro de Collins emite las ideas que quiere expresar. Melodías directas al grano que dieron como resultado una obra mayúscula, plagada de momentos memorables como la canción que lo titula, “do it again”, “Bored” o “Humble”. Y a partir de ahí, todo hacia arriba: otro disco en 2013, “Understated”, casi tan bueno como su predecesor, en cuya gira de presentación pude por fin ver a mi ídolo sobre un escenario, concretamente en el de la Sala Loco Club de Valencia, en un concierto de alta carga emocional para todos los asistentes, que guardaré como recuerdo imborrable mientras viva. 


Ahora llega esta película que justo es considerar como un tributo necesario a alguien que si bien ya era merecedor de todos los parabienes por una carrera ejemplar e influyente como pocas, ha protagonizado una historia imposible: demostrar que resurgir de las cenizas y recuperar lo perdido es algo posible con esfuerzo y superación. Yo lo sé porque se lo he visto a hacer a Edwyn y lo veo de forma más cercana con alguien a quien quiero mucho y que tengo cerca. Dice su mujer que Collins cuando despertó de su coma sólo era capaz de decir “sí”, “no”, “Grace Maxwell” y “Las posibilidades son infinitas”. Que sabio es el cerebro humano a veces, amigos. 



 Este artículo está dedicado a mis cuñados Vicente y Rocío y a su hija, Alicia. 


 Se puede.

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