Del pop y otras obsesiones: Mi lista mola más que la tuya.

Llegado el fin de año, qué mejor que dedicar nuestro capítulo de hoy a algo que se ha convertido en algo omnipresente en estos últimos días de diciembre: las listas de discos. 


Aaah, las listas. En estas fechas tan señaladas nos vemos inundados por ellas. La avalancha es semejante a la de buenos deseos, tarjetas de navidad con photoshops de familiares, power points infumables con mensajes aún más infumables... las enumeraciones de lo mejor del año en todas sus vertientes (discos, libros, cómics, películas o las ahora tan de moda series) han pasado a formar parte indisoluble de la imaginería navideña. A muchos nos gustan, otros las odian y otros, algo muy "moderno", las esperan secretamente aunque en público las encuentren de lo más vulgar.

A mí, particularmente, me encantan. Desde chaval he confeccionado listas de todo tipo, sobre todo en relación con la música: mis grupos favoritos, mis discos favoritos, mis guitarristas favoritos, directos, portadas, singles, qué se yo. Si se trata de hacer el friki, yo el primero. Por no hablar del componente "onanista" de todo esto. Ese "mi", "mi", "mi" tan martilleante. Las listas son algo terriblemente individual, que hemos realizado tras horas y horas con nosotros mismos, escuchando, leyendo, estudiando, volviendo a escuchar, asimilando y haciéndonos pajas mentales con todo ello. Son un trozo de nosotros mismos -si me permitís la cursilada- , que experimentamos sumo placer en arrancarnos y ofrecer al mundo.

Y no sólo me gusta hacerlas. Las listas hechas por otros (revistas, webs, blogs, amigos) son para mí un vehículo perfecto para calmar mi insaciable sed de descubrimiento musical. Para todo aquél que como a mí le pueda la curiosidad y nunca tenga suficientes discos en cola para escuchar, las listas son tan vitales como los propios artefactos sonoros. Nos enseñan por dónde dirigir nuestros pasos, pero ojo, hay que saber leer entre líneas puesto que todas, TODAS, tienen elementos subjetivos y son fruto del refinado (o no) gusto de su autor (o autores).

Recuerdo perfectamente cómo empecé con esto de las listitas. Allá por el año 1989, a mis quince años, a algún lumbreras se le ocurrió la brillante idea de sacar un álbum de cromos de "Los mejores discos de la historia del rock". Creo que los únicos pardillos que lo compramos fuimos yo, que nunca lo llegué a completar, como de costumbre, y mi amigo Carlos, mucho más metódico y que no sólo completó la cole de cromos, sino que además fue comprando alguno de los discos, que me iba dejando paulatinamente. Así supe por vez primera de "Pet Sounds", "Something Else", "Ziggy Stardust" o "London Calling", discos que volaron mi cabeza y que supusieron un punto y aparte en mi formación melómana. A partir de ahí, ya nada fue igual. Llegaron las revistas: Popular 1, Ruta 66, Rock de Lux, Efe Eme, antiguos números de Star... y libros magníficos como aquél "Los 100 mejores discos del rock", de Juan Vitoria,
que también me hizo descubrir unas cuantas cosas, esta vez más raras.

Gracias o por culpa de todo esto mi sed ha sido cada vez más grande. Nunca hay suficiente. Por supuesto, con los discos que adquiero en vinilo o en cd (cada vez menos en este formato) no hay ni para empezar y siempre ando olisqueando por la red (os puedo asegurar que los primeros meses en que internet llegó a mi casa el ordenador echó humo) en blogs, webs y por supuesto descargando mp3 en redes peer to peer y llenando más y más discos duros de material que jamás tendré tiempo, ni en varias vidas, de escuchar. A este respecto, me gustaría hacer mención especial a una web que me parece el nirvana de todos los amantes de las listitas. Se llama "Rate your music" y en ella cualquier usuario inscrito puede colgar listas relativas a todo lo que pase por su cabeza, referido a música, por descontado, que es lo que interesa. Bucear por las interminables listas cada vez más especializadas que encuentro en este sitio es un placer que no puedo describir con palabras, los géneros se desdoblan en mil vertientes y siempre hay un disco más raro que el anterior, que ya creías que sólo conocíais un señor de Australia y tú. Sí, todo esto era mucho más romántico y selecto cuando no había internet y la labor arqueológica consistía en sumergirse en cubetas de segunda mano, venta por correo o ferias del disco, pero qué vamos a hacer, a todos en algún momento nos gusta más la cantidad que la calidad y a mí me pasa con esto, nunca hay bastante, el mogollón me viene bien.

Y además, hay que ver las pasiones que arranca esto. Llegados a estas fechas en la red y en la prensa escrita se observa una efervescencia enfermiza. Todo el mundo quiere ser el primero en llegar con su listita de lo mejor del año. Algunas revistas extranjeras, como Mojo o Uncut, ya tienen publicadas las suyas en noviembre (¿pero es que diciembre ha dejado de existir??), como si en lo que queda de año ya no se fuera a editar nada interesante. Es de locos: millones de blogs, carteleras, webs especializadas, revistas, superficies comerciales... todos, todos, con su lista de lo esencial del año. La competencia es feroz en los medios más "selectos". Convertirse en el medio de referencia, dígase Pitchfork o Allmusic, es algo fundamental. Todo lo que venga detrás, será una copia o no tendrá ni puta idea. Hay que ver la de gente que habrá escuchando "diagonalmente" un verdadero empacho de discos que ha leído en algún sitio que molan para llegar a tiempo y preparado a regalar al mundo su lista de fin de año. Los ipods echan humo.

Otro capítulo aparte, del que podríamos escribir ríos de tinta, es la furia que todo esto desata. Abrir una revista, que llevas esperando meses porque contiene una anhelada listita de "los discos más esenciales desde el año del catapún" o "los 100 discos que todo el mudo debería haber oído" y no encontrar en el número uno el disco que según tu criterio de erudito entiendes que debía encabezarla, es algo que a ver quién es el guapo que aguanta sin por lo menos hacer añicos el panfletucho ese y pisotearlo con saña. Un caso muy divertido que ha desatado huracanes ha sido el número especial que Rock de Lux ha publicado el mes de noviembre de este año a modo de celebración de su 30 aniversario. En él incluían una lista con 300 discos que, como resultado de un complejo sistema de votación entre todos sus redactores y colaboradores, la revista considera que son los esenciales para entender el período comprendido entre 1984-2014.
Algo que parece sencillo, pero que sin embargo ha suscitado un aluvión de debates, discusiones y combates encarnizados en prensa y redes sociales. Yo he llegado a leer cosas como que "no es posible que no esté el primero de los Violent Femmes". Pero alma de cántaro, si la lista empieza en el 84 y ese disco es del 83 igual se te ha escapado algo, gracias por nada. O también que a qué santo ponen en cabeza un disco de los raperos Public Enemy, que eso no hay quien lo escuche. Pues porque a lo mejor es un disco revolucionario, sin el cual no podemos entender el 80% de la música que se ha hecho en los últimos 30 años, amiguete. Y así todo, incluso se ha llegado a la lucha de misivas y artículos de opinión en los periódicos. Famoso ha sido el episodio de Diego Manrique tachando, en su columna semanal de el País a la revista de "tendenciosa" y "poco transparente" por haber obviado un disco que él y otro colaborador habían votado como el mejor del período referenciado, lo cual suscitó la correspondiente carta de airada respuesta por parte del director de Rock de Lux, Santi Carrillo, desmintiendo tan gratuitas afirmaciones (que dicho sea de paso, aunque admiro mucho a Manrique, fueron poco contrastadas).

En fin, que aunque el tema parezca una chorrada de tomo y lomo tiene su molla y da para hablar un rato. Y ahora es cuando os preguntáis: ¿Y todo este rollo para qué? Pues la verdad es que no es más que un señuelo, una mera cortina de humo para poder yo sentarme en mi trono de crítico musical y lanzar al mundo MI LISTA. Esa que he confeccionado tras horas y horas de escucha y profunda reflexión y que os regalo como referencia a futuras generaciones, pues mi sapiencia es infinita...

Bromas aparte, como Alquimia Sonora ha tenido la desfachatez de concederme un espacio donde verter mi diarrea mental, aquí tenéis vuestro merecido:

DISCARROS 2014:


3 discos han aparecido este año que me han hecho temblar la ceja del ojo izquierdo. A saber:

"Divide and exit" del grupo británico Sleaford Mods, un par de tipos maduritos, por no decir machacados, que escupen sus cabreos en un alarde de "hazlo tú mismo". Llevan varios años autoeditándose y en este han conseguido por fin una amplia repercusión mediática, con su planteamiento cercano al punk primigenio, si bien musicalmente beben tanto de esta fuente como del hip-hop o de la electrónica más chatarrera. Jason Williamson escupe sus improperios en la onda de John Cooper Clark (comparación quizás más certera que las habituales con Mark E. Smith de los Fall), sobre las bases que con su portátil monta el hierático Andrew Fearn, dando forma a una colección de canciones que es el eructo en la cara que estos tiempos que nos toca vivir merecen.

Otro tipo mayorcito y encabronado es Mark Kozelek, esta vez bajo su alias habitual, Sun Kil Moon. El que fuera líder de Red House Painters nos trajo este año "Benji", que llegaba tras un 2013 de efervescente creatividad (sacó nada menos que tres discos, bajo diferentes encarnaciones). Un disco maduro, profundo, hastiado y de una tristeza infinita, la de un hombre que mira a su vida y a la de su familia con ojos húmedos y firma canciones que son cortes profundos que ya no sangran porque el dolor ya ha reposado los suficiente como para salir a flote en frío y coagulado. Un trabajo tan tremendo como claro y conciso: con paso firme y sin florituras, las historias se van sucediendo como si de una novela sónica americana se tratara. Obra maestra.

El tercer disco para mí más sobresaliente este año es una creación patria: "Granada", de Silvia Pérez Cruz y Raül Fernández Miró es un trabajo que ambos, que llevan colaborando ya mucho tiempo, se debían. Y lo han realizado con tanto esmero que llegaron a grabar varias veces esta colección de creaciones ajenas, pues no acababan de dar con el sentimiento adecuado. Perseguían dar una luz nueva a un conjunto demasiado amplio de versiones, tanto por las diferentes lenguas en que estaban escritas las canciones como por la diversidad de estilos referenciados y vaya si lo han conseguido. La tensión que respiran los 15 títulos que componen "Granada" es tan carnal, tan rasposa y tan personal que poco importa que lo que suena lo escribieran otros, el resultado es terriblemente personal, abrumadoramente épico.

Ya en el apartado "juvenil", destaco "More than any other day", de los canadienses Ought. Ocho arrebatos de brío, con gran capacidad de sorpresa y que beben sabiamente de las fuentes de la no-wave, el hardcore, el post-punk y el pop sin convertirse en deudores de las mismas. Un trabajo refrescante como también lo es el segundo de mis queridos Parquet Courts, que van a disco por año y editan en 2014 "Sunbathing animal", paso de gigante hacia delante con respecto a sus dos anteriores trabajos, de escucha menos amable y que abandona la urgencia adolescente en pro de estructuras más arriesgadas, pero no por ello menos adictivas. Una obra magnífica que crece en cada escucha y que convierte a sus creadores en claros referentes de lo que se cuece en estos momentos en la escena independiente americana.

Una tendencia clara que parece ser común a casi todos los jóvenes con guitarras del mundo es la recuperación de la psicodelia y el Kraut Rock de los 60 y 70. En esa onda, este año ha habido más que agradables sorpresas, como es el caso de "Manipulator", del prolífico Ty Segall. 17 cañonazos de pura lisergia pop con guitarras vibrantes y vocación de hit. Un discazo tremendamente disfrutable al igual que el mucho más alucinado y étnico segundo esfuerzo de Goat, banda sueca que con "Commune" crean texturas que caminan, asentados sobre un lecho pop, sobre el Kraut Rock más tántrico y sonidos que sueñan con África desde las frías tierras del norte de Europa. Otro trabajo adictivo, aunque al principio no lo parezca, es también "...And star power", el trabajo con que Foxygen pretenden superar a aquél "we are the twentieth century ambassadors of peace and magic", que el año pasado asombró a toda la crítica. Una obra difícil de entender y digerir al principio, pues se trata de un disco largo y espeso, como hecho a retazos en plan "vamos a grabar todo lo que se nos ocurra", pero que va ganando con el tiempo y la atención y uno va enamorándose de esa forma tan lo-fi de presentar unas canciones que van tomando una forma más lógica cuando uno se acerca a ellas. Tanto, que al terminar la escucha el cuerpo te pide otra. En fin, tres magníficos ejemplos de psicodelia actual.

2014 nos ha traído también magníficos regresos. Tal es el caso de The Vaselines, aquél grupo escocés de pop del que Kurt Cobain cantaba alabanzas y que tras años en silencio al fin se reunió en 2006, llevando varios años en funcionamiento, pero es con este disco "V for the Vaselines" con el que por fin han conseguido reunir una colección de canciones los suficientemente infecciosa y apabullante como para por fin convertirse en el secreto a voces que siempre han merecido ser. Pop de guitarras atemporal y canciones de atractivo inmediato como también lo son las de mi querido Vic Goddard, que de la mano de  Edwyn Collins ha recuperado los efluvios de aquellos Subway Sect, banda seminal de la nueva ola británica que el comandó, para volver a facturar himnos pop para bailar al estilo northern soul con esas maneras destartaladas de las que hacían gala en los últimos setenta, no en vano el disco se titula "1979 now!". Y el último gran regreso del año, para mí el más sonado, lo protagoniza la mitad masculina del dúo Everything But The Girl, Ben Watt, que hacía nada menos que 30 años que no grababa en solitario y por fin nos ha regalado con "Hendra" la continuación a aquél "North Marine Drive", obra maestra de placidez cristalina que aquí sabe reproducir pero con obvia evolución, de la mano sobre todo de las guitarras del ex-Suede Bernard Butler, que aportan vibraciones algo más rock de lo que cabía esperar dada la trayectoria de Watt. Una obra mayúscula, como no podía ser de otra forma y que los que esperábamos pacientemente el regreso de este soberbio creador de canciones hemos agradecido profundamente.

En el apartado "pop modernito" me han gustado especialmente los discos "Love letters" de los británicos Metronomy y "Too bright", de Perfume Genius. El primero cayó en mis escépticas manos sin mucha esperanza de trascender, pero me acabaron ganando con un sonido que descubrí mucho más interesante y elaborado de lo que esperaba, con hits como puños y mucha inteligencia, la misma que he encontrado en otro de los grandes trabajos del año, el arrebato de lentejuelas de Perfume Genius que se traviste cual Bowie del siglo XXI para contarnos historias que supuran penumbra, lápiz de labios y decadencia, con un vestido sonoro que no rehuye el riesgo y la experimentación y sin embargo, conquista con auténticos bombazos como el single "Queen", probablemente la canción del año.

En el apartado "pop a secas" sobresalen Bart Davenport, con su irresistible "Physical world", repleto de melodías luminosas en la mejor tradición de grupos como Prefab Sprout, Trashcan Sinatras o Go-Betweens, con guitarras cristalinas y vibraciones positivas; también "At best cuckold", de Avi Buffalo, grupo californiano comandado por el talentoso cantante y guitarrista Avigdor Zahner-Isenberg que ha facturado un disco de sonido almibarado al más puro estilo de su tierra, muy parecido, aunque en este caso algo más brillante y tradicional, al que han hecho el grupo integrado por dos Wilco,  John Stirrat y Pat Sansone, The Autumn Deffense, titulado "Fifth". Se trata obviamente de su quinto trabajo y está repleto de ensoñación californiana, mezclando con sabiduría y muy buena factura ecos de Beach Boys, Millennium o Big Star. Una delicia para oídos refinados que pudimos disfrutar en directo este año en Valencia, en aquél memorable concierto que ofrecieron en Loco Club. Y por último en este apartado, me gustaría destacar un disco que me ha dejado especialmente buen sabor de boca: "The Breaks", de Martin Carr, el que fuera líder de The Boo Radleys, un hombre especialmente dotado para la composición de inteligentes canciones pop que siempre saben dar un giro hacia lo inesperado y que ha regresado con uno de esos discos sencillos en su intención pero más que complejos en sus matices. Un trabajo modesto que no saldrá en muchas listas, pero quien sepa prestar atención lo recibirá como lo que es, una auténtica delicia para los oídos digna del mayor de los aplausos. 

En cuanto a rock and roll, ha sido un año bastante fructífero, de hecho algunos de los discos mencionados más arriba también podríamos incluirlos aquí, pero en fin, para no repetirnos nos acordaremos de "Tomorrow hits" de los prolíficos The Men, que en esta ocasión han ofrecido un verdadero tratado de rock americano, un disco variado en texturas que investiga en todo lo que sonaba en las radios universitarias de EEUU en los ochenta. Ejercicio revisionista que les ha salido más que resultón, con un disco potente y vibrante, como también lo es uno de los debuts del año, el primer lp de Benjamin Booker. Una auténtica barbaridad que demuestra que cuando un negro se pone a hacer crujir guitarras es capaz echar a patadas del escenario a cualquier blanquito que se ponga por delante. Canciones que corren por su vida en un huracán de rhythm and blues y rock and roll de alto octanaje. Tensión y emoción aseguradas, igual que en el caso de el último disco de los ya clásicos Reigning Sound, el maravilloso "Shattered", que si bien baja el volumen con respecto a anteriores trabajos de la banda, gana en melodías tremendamente memorables y en un giro hacia el soul-rock más que interesante. No hablamos de una reinvención en toda regla, pero es muy de agradecer que una banda que lleva muchos años haciendo revival de un giro hacia otros derroteros sin dejar de ser ella misma. Un diez de disco, vamos. 

Todo esto en el mundo, digamos, "convencional". De entre lo más bizarro o oscuro que me he metido en el cuerpo este año, que debo decir que no es mucho, me gustaría destacar "Hot dreams" de los británicos Timber Timbre, un grupo que sigo desde hace algunos años y que me parece de lo más interesante del momento, haciendo gala de una especie de soul tenebroso y lleno de texturas inquietantes. Si bien en este trabajo se han domesticado un poco, no abandonan las tinieblas y generan un disco fantástico para disfrutar de noche. Y para una noche bien, bien fría es también "Piano nights", de los alemanes Bohren and der Club of Gore, autodefinidos como un grupo de "música jazz guiada por la muerte". Y efectivamente, hay algo funerario en todo este gélido trabajo enteramente instrumental, que da una nueva dimensión al término "downtempo" y que sumerge a quien lo escucha en un viaje nocturno hacia tierras heladas. Música para encontrar sensaciones diferentes en momentos íntimos. 

De tonalidades distintas, mucho más calientes, aunque también mayormente instrumentales, tenemos el magnífico "Inner fire" de la Souljazz Orchestra, que como indica el nombre de la banda ofrece un variado surtido de ejercicios en soul, jazz y diversos ritmos latinos ejecutados con gran maestría y dando como resultado un trabajo plenamente disfrutable en su variedad y bailable, lo mismo que nos ofrece un veterano de la escena dance escandinava, Todd Terje, que con su "It's album time", por el que planea siempre el espíritu del gran Giorgio Moroder, ha creado la banda sonora perfecta para una fiesta al borde de la piscina en el más cálido verano. Mención especial para esa versión del "Johnny and Mary" de Robert Palmer que cuenta con la susurrante intervención del hombre más elegante del mundo, Bryan Ferry. Un plus para un disco que ya de por sí es más que sobresaliente. 

La resurrección del soul ya lleva años siendo un hecho y la cosecha de este año no está nada mal, con los discos de los veteranos Lee Fields y Sharon Jones. El primero, desplegando elegancia con el impresionante "Emma Jean"  y la segunda, rodeada de sus Dap-Kings, celebrando su triunfo en la lucha contra el cáncer con un disco que responde al esclarecedor título de "Give the people what they want", un magnífico tratado de soul sudoroso, con himnos como puños para atrapar hasta al más reticente. Y ya en un plano más mainstream, también destaco aquí el disco "Food", de Kelis, que ha dado un giro en su r'n'b hacia sonidos pretéritos, lo cual le ha sentado verdaderamente bien, como demuestra la acertada colección de temas de producción vintage que aquí nos ofrece. No se trata de una obra maestra ni muchísimo menos, pero el atrevido cambio se agradece y el buen hacer, también. 

Por último, last but not least, en producción patria, además del ya mencionado "Granada" de Silvia Pérez Cruz y Raül Fernández, me ha gustado mucho "Bailamos por miedo" de los norteños Joe La Reina, uno de los últimos fichajes de Subterfuge que abordan con un estilo personal temas que, al contrario que muchos de sus coetáneos, no muestran descaradamente sus influencias, sino más bien una sabia asimilación de un amplio abanico de las mismas. Un disco emocionante, como también lo es reencontrarme con los Enemigos, a los que perdí, he de ser sincero, la pista mucho antes de su separación y pese a mi escepticismo al enfrentarme a "Vida inteligente", el disco de su regreso, he encontrado el que quizá sea el disco más completo de su carrera (me perdonen los fans). Un tratado de rock and roll sin tapujos ni monsergas, como sólo ellos saben hacer y que en absoluto emplea la palabra "inteligente" de su título en vano. 

Y bueno, ese es mi resumen discográfico del año. Igual podría citar más discos, pero ya os he dado brasa más que suficiente y creo que hay una buena y no lo olvidéis, siempre subjetiva, selección. Respecto a las ausencias y decepciones, he de decir, que navegando en contra del resto del mundo, la revisitación de Tom Petty, el Bruce Springsteen más aeróbico y el Dylan más ochentero de The War on Drugs, tras repetidas escuchas, sin ser un mal disco, no me parece para tanto como dicen por ahí (ocupa los primeros puestos de casi todas las listas) y por lo tanto no lo destaco como uno de mis favoritos (aunque repito que es un disco agradable), exactamente igual que me ocurre con el de Spoon. Tampoco los muy recurrentes, en toda lista "moderna" que se precie, discos de Swans o Scott Walker + Sunno)), pese a que me parecen artísticamente valiosos en cuanto a llevar a cabo una exploración de las aristas más inhóspitas del rock no me han calado lo suficiente, tal vez porque mi oído no está lo suficientemente educado para tanta vanguardia o porque sencillamente, me aburren. Más decepción me han producido el último disco de The Black Keys o el de Jack White, que en anteriores temporadas recibía como certeros hacedores de singles, pero que han producido sendos ejercicios de rock tan quirúrgicamente preparados para las radios que han acabado olvidando lo primordial: las canciones, como en un plano más arty le pasa a Damon Albarn con su "Everyday robots", trabajo del que esperaba mucho más, la verdad, o el caso "Morning Phase", con un Beck más preocupado de calcar su disco del año 2000 "Sea change" que de reflotar una carrera que pese a que siempre acaba ofreciendo algo digno de interés, yo encuentro francamente en descenso. Hablo de discos que, por lo que observo, tienen un peso generalizado en las listas anuales de distintos medios, por lo que me estoy apartando un poco del criterio generalizado (aunque muchos de los que destaco también son bastante generalizados), por supuesto, me abstengo de hablar de cosas tan prescindibles y aburridas como el regreso de U2 con el estéril "Songs of innocence", no creo que merezca la pena castigar a nadie con más disertaciones al respecto. 

Y dicho esto, aquí os dejo un par de cosas: 

La lista que he hecho, como buen freak, en la página de que os hablé antes, Rate Your Music:

https://rateyourmusic.com/list/powerpopero/2014__un_buen_ano_/

Y una playlist que he creado en Spotify con los que para mí han sido los temarros del año:

TEMARROS 2014

Hasta el año que viene, amigos!


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