The Saints: Eternamente tuyos

Los Australianos visitan el escenario del Loco Club para presentar su último disco "King of the sun/King of the midnith sun" 

Cómo iba a imaginarse Chris Bailey (Nanyuki, Kenya, 1957) el día que conoció a Ed Kuepper (Bremen, Alemania, 1955) que cuando su común amor por Elvis, Stooges o MC5 les hiciera unir fuerzas formando su primera banda en 1974 estarían llegando exactamente al mismo lugar al que en ese mismo momento a miles de millas de distancia cuatro delincuentes juveniles de Queens estaban llegando. Porque sí, amigos, los Saints fueron (al igual que sus compatriotas Radio Birdman) tan pioneros y esenciales como Ramones, Clash o Damned en el arte del do it yourself, del escupitajo a lo establecido y del punk, en resumen, lo que pasa es que como nacieron en Brisbane, una ciudad al este de Australia que en aquél momento no es que apareciera mucho en los mapas, los laureles del invento se los llevaron otros. 

Tras pasar por nombres como Kid Gallahad o The Eternals, cambian definitivamente a The Saints cuando se unen Ivor Hay (batería) y Kym Bradshaw (bajo). La voz arrogante, rasposa y pendenciera de Bailey, unida a las manos de Kuepper, que maltrataban su guitarra de una forma bastante sádica y junto a una base rítmica semejante a una apisonadora conformaban un sonido NUEVO. Como en todo el mundo, la mayoría de la juventud australiana estaba completamente abducida por el rock sinfónico de Yes y otras bandas setenteras igualmente horribles. Se había olvidado lo que era el verdadero espíritu del rock and roll y The Saints tenían la misión divina de recordárselo al mundo. 

Tradicionalmente, la carta fundacional del Punk es unánime establecerla en la edición por Stiff Records en octubre de 1976 del single "New Rose" de The Damned. Los Saints en septiembre de ese mismo año ya habían editado una animalada llamada "I'm Stranded", un torbellino de guitarras a la velocidad de la luz y de rabia adolescente totalmente desatada que encerraba bastante más riesgo y transgresión que la citada de sus camaradas británicos,  osea que la historia, como suele ser habitual, es bastante injusta. Los dos primeros discos de la banda, "I'm Stranded" (1977) y "Eternally yours" (1978) son dos obras antológicas de las que podemos decir sin temor a equivocarnos que sin ellas ninguna colección de discos está completa. Si bien el primero de ellos es una obra urgente, llena de angustia y totalmente atronadora, el segundo evoluciona hacia un sonido, igualmente potente, pero más pulido y con mucha más variedad de influencias (hasta incluyeron sección de vientos), lo cual demuestra una de las principales virtudes que siempre ha exhibido esta banda: la inquietud. Jamás se han quedado quietos en el mismo sitio más tiempo del necesario, lo cual les honra, porque además siempre han sabido moverse con sabiduría y sus pasos han sido seguros y certeros. Por eso Bob Geldof, para variar, soltó aquella frase tan sabia: "la música en los setenta la cambiaron tres bandas: los Ramones, los Pistols y los Saints".

Tal vez por eso The Saints nunca alcanzaron el éxito que inicialmente parecía que iban a alcanzar. Su tercer disco "Prehistoric sounds"(1979), aunque en clara línea ascendente artística, se desmarcó claramente del perfil que el mercado esperaba de grupos como este, creciendo hacia un sonido más pop y más remozado con vientos que se acercaban al soul, dando como resultado en todo caso canciones soberbias como "Swing for the crime" o "Take this heart of mine", que no sirvieron para que el grupo tuviera la promoción que merecía, más allá del ámbito más estrictamente local en su Australia natal

Tras ello, la desbandada: Kuepper, fundamental para el sonido de la banda, abandona el barco y Bailey queda sólo para reflotar un proyecto que a nadie parece interesar demasiado, pero que aún tiene cosas que decir. Así, llega una etapa de transición protagonizada por los discos "Monkey puzzle" (1981) y "A little madness to be free"(1984), pasando por la primera aventura de Bailey en solitario ("Casablanca", 1983), tres sencillos pero gigantes pasos en los que se viaja desde un vitamínico power-pop a un formato de canción orquestada y teñida de melancolía, que deja canciones tan inmensas como "Ghost ships" (1984)

Con "All fools day" (1987) llega por fin el reconocimiento y la incursión en el tan ansiado mercado americano, que nada sabía de ellos. De hecho, allí creían que eran una banda nueva. Y en cierto modo lo eran: el timón del barco ahora está ya totalmente en manos de Bailey, que encuentra en el nombre del grupo una vía de difusión más efectiva que el nombre propio para un proyecto que ya es del todo personal y que se resuelve en una colección de canciones soberbias, cercanas al pop rock más aguerrido de la época, con uno de sus grandes clásicos como buque insignia: "Just like fire would", canción que el jefazo Springsteen versiona en su último disco "High hopes" (2014), citándola como una de sus canciones favoritas de todos los tiempos. A partir de aquí la trayectoria de los Saints, si bien con índices de popularidad más bien discretos, ha sabido mantenerse, bajo la certera pluma de su indiscutible líder, en un nivel más que respetable, como atestiguan discos como "Prodigal son" (1988), "Everybody knows the monkey" (1998), "Nothing is straight in my house" (2005) o el último, "King of the sun/King of the midnight sun" que no es más que un disco doble que incluye su magnífico disco de 2012 "King of the sun" en dos versiones: una más pulida y pop y otra más cruda y guitarrera. Dos facetas que sin duda muestran las dos claras vertientes de esta banda que comenzó como "la más primitiva banda del mundo" (tal como en una ocasión se auto definieron) y supieron derivar a facetas mucho más ricas en matices, creando en ambos casos enormes canciones, que son al fin y al cabo las que vienen a recordar en su visita este viernes 12 de diciembre al Loco Club. Una cita que abunda en el aluvión de mitos del rock ochentero que nos inunda (gratamente) en los últimos tiempos en esta nuestra ciudad y que seguro quedará como un momento memorable para todos los amantes del buen pop rock que se acerquen por allí. 

Aprovechemos las oportunidades de ver cosas como ésta mientras las haya. 


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