San Francisco. La Caverna. Valencia,
7 – 2 – 2015
Soy un completo enemigo de los
localismos, pero sería negar la mayor decir que tenemos a uno de los
más grandes artistas pop vivos aquí en Valencia: su nombre
es Paco Tamarit, y es heredero de todo un muestrario de música
de los años 60 y 70, con influencias tan asumidas que ya funcionan
como cuerpo propio de su arte.
Autor de uno de los grandes discos
nacionales (uy, otra vez los localismos) de lo que llevamos de siglo
mientras firmaba como Serpentina, Planeando en tu azotea
(del que recordó Cambio de vida... aunque el momento más
bello de la noche, aparte de cuando tocó Ada hoy se va a
enamorar, dedicada a su hija, que es un auténtico temazo, fue
cuando tocó la también serpentinesca y emotiva El apartamento),
Tamarit es un ejemplar, quizás en vías de extinción (al
menos en esta ciudad, que le debía un zas a mi insospechado
territorialismo), del sentimiento pop como una sonoridad alegre,
nostálgica, melancólica, un punto naïf (aunque como diría él,
qué coño, si lo comparamos con la dureza, desnudez y salvajismo de
algunas letras pop, naïf es Extremoduro), pero dedicado a la
profundidad de un alma irreverente, profesionalizada en la obtención
de la belleza.
Su nueva banda se llama San
Francisco, aunque comparte prácticamente todo con las
anteriores. Como no pude acudir al Aperitiver que protagonizó
para Verlanga, para mi anoche era la puesta de largo de este
nuevo proyecto. Vivo extremadamente cerca de La Caverna, el
local que albergaría el directo, así que esperé hasta quince
minutos antes de la apertura (que era a las 11 de la noche) para
bajar, desafiando el frío más o menos polar (3 grados) que hace
estas noches por Valencia. Me la soplaron los Goya, por
supuesto, porque acudía feliz a algo que iba a ser mucho más
bonito.
Y vaya que lo fue: jamás un escenario
con una luz tan tenue como la de La Caverna se había llenado
así de color, de luminosidad, de libertad de maniobra. Con sus
diminutas canciones de corta duración (mejores cuanto más se apegan
a la piel de sus protagonistas y se alejan de algún que otro
chascarrillo burlón presente en otras letras) y su absorbente
sentido del humor de cuasimonologuista, Paco Tamarit, tocando
a solas (una ausencia que, siendo justos, en ocasiones se hacía
notar demasiado, bajando un poco la nota del concierto) hace
despertar, mediante el uso de una anarquía estructural
verdaderamente llamativa (en cuyas improvisaciones igual pasaba de
Dylan a Simon & Garfunkel, y de ahí al foxtrot o a
las versiones de Vainica doble sin despeinarse... sin intento
de chiste malo), nuestro dormido y aburrido corazón, nos hace
ponernos en contacto con nuestro verdadero yo, ése que es capaz de
hacer grandes cosas, de vivir por y para un placer tan majestuoso que
puede pasar desapercibido: el de la alegría, el del amor.
Más info:
San Francisco - Ada hoy se va a enamorar
San Francisco - Cambio de vida
San Francisco - El mejor
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