Un tipo con arrojos. Una pequeña gran ayuda de sus amigos y fieles compañeros. Carretera, manta y buenos alimentos. Nick Cave y Wilco en el celular. Estados temporales que se transforman en momentos perfectos. Un disco acogedor y oscuro como el abismo. Viajes de ida sin posibilidad de vuelta. Con eso y un techo bajo el que compartir sentimientos nos conformamos algunos. Que no es poco, ¿verdad?
Josete Díaz Villanueva responde perfectamente al tradicional perfil del pequeño gran hombre al que una pequeña cantidad de gente adora y otro gran montón de personas ignoran, como directamente se ignora lo que no se quiere conocer. En la indiferencia de la mayoría algunos grandes músicos se crecen, refugiándose en los mullidos brazos de la pequeña multitud que saben reconocer una buena canción nada más escucharla. Las que este gallego ha compuesto son el fruto de un largo y madurado proceso de derrumbe y reconstrucción, de los que suelen nacer edificios rocosos en los que las polillas tardarán siglos en aposentarse. Un apasionado de los grandes discos de los 70 que un día se deshizo de la carga familiar que le sobraba, se vistió de buscador de fortuna en la capital del reino y rehízo su armadura con nuevos e inoxidables materiales. El renacimiento no solo favoreció a su creatividad sino que le sirvió de ancla que le amarrase a su terreno original, que no es otro que el que pervive a base de refundir influencias en un nuevo entorno que no deja de ser el mismo de siempre. Solo que el solar ha reforzado sus cimientos y los obreros que han ayudado en su construcción son más fuertes, igual de cualificados y mucho menos complacientes. La marca Villanueva (el segundo apellido, el que ni a veces los mejores amigos conocen, hacen del anonimato un triunfo) empieza a dejar su impronta, y la elegancia y el compromiso de calidad parecen ser sus presupuestos básicos de mercado.
No todos los nuevos productos, sobre todo si pretenden venderse como frescos, presentan sus ingredientes menos lustrosos en la etiqueta; de ahí que sea admirable el hecho de comenzar la presentación de un trabajo por el final. ‘Extraño’, una reposada metáfora en la que parece subyacer una duda de índole sexual, es la portada de un libro sonoro que empieza a escribirse como tal con ‘Thelma’, cambiando la ambigüedad por el épico final al que nos remite la magnífica película de Ridley Scott y anticipando otro gran principio con el ‘Momento perfecto’ más gris del reciente pop español –por el color del que se tiñe la letra, en absoluto por su indiscutible calidad-. Cordiales saludos y efusivas alabanzas hacia quienes, como ellos, se toman la divina molestia de robarle kilómetros al tiempo y la distancia para compartir apenas una hora de música viva y directa. Y más destellos de clase: ‘Circo de bastardos’, poniendo en la picota los desequilibrios de la sociedad actual; ‘Ahogándonos’, centrándolo todo en la fuerza de una melodía impecable; ‘En septiembre’, anticipando el período de transición por el que todos hemos de pasar al menos una vez al año; y dejando caer con suavidad y precisión unas ‘Bombas nucleares’ que nunca fueron mejor recibidas. El entorno bélico no es necesario, por supuesto, pero los coros que convierten a este tema en el hit que ya es en potencia anuncian una guerra en la que algunas pequeñas batallas ya están ganadas. No en vano estos soldados llevan años combatiendo desde las trincheras del punk sin presentar síntoma alguno de desfallecimiento.
Antes, ya habían conseguido meternos ‘En vena’ una larga y perfeccionada versión de otra de sus más intensas dosis de energía y nos habían hablado de un lugar (o una persona) llamado ‘León’, aún deshabitado, en el que sucedieron muchas cosas “el día que tú no estabas” y que ahora empiezan a ser gritadas con la claridad que deseamos. Con historias así el futuro parece tener un color menos grisáceo, pero tampoco se nos debe olvidar que lo que empieza bien suele acabar aún mejor, y por eso la última baza incluye ases ganadores como ‘Inevitable’ y el envido final con ‘Sota, caballo y tú’ para que no haga falta esperar al recuento que proclame a los ganadores. Como sospechábamos al embarcarnos en este fugaz viaje, no es posible invertir el tránsito para emprender el camino inverso, así que la vuelta tendrá que ser pospuesta sine die. Bien mirado, si tuviéramos que circular por carreteras secundarias con tal de seguir la estela de estas maravillosas canciones, ya estaríamos poniendo a punto nuestro vehículo. Todo sea por aprovechar al máximo el billete de ida.
Texto: JJ Stone
Fotografías: Raisa McCartney
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