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miércoles, abril 15, 2015

Del pop y otras obsesiones: Postales negras desde la Luna

Pocos regresos de bandas indies noventeras podían provocar en nuestro país tantos saltos de alegría como el de los neoyorquinos Luna, que se disponen a inaugurar una extensa gira por España.


Tras mi reciente lectura de "Postales negras" (Libros de Ruido, 2012), la autobiografía de Dean Wareham, el cínico cantante y frontman tanto de Luna como de los quizá aún más clásicos Galaxie 500, sin contar sus más que interesantes aventuras musicales junto a su actual pareja y bajista también de Luna, Britta Phillips, cualquiera diría que una reunión de los cuatro músicos de Nueva York -además de Dean y Britta, la última formación de la banda se completa con Sean Eden y Lee Wall- era poco menos que imposible, dado el agotamiento de sus relaciones personales que queda reflejado en el libro.


Ideado más como un cuaderno de gira que como una autobiografía al uso, en "Postales negras" no encontramos mucha anécdota del tipo "Spinal Tap" , pero sí una amplia y afilada panorámica de los entresijos de la vida diaria de una banda pop. Las giras, los escarceos nocturnos, los coqueteos con las drogas, los hoteles, las grabaciones, las relaciones con discográficas, managers, promotoras, prensa y en fin, todo lo que rodea a una profesión, la de músico,  tan llena de gratificaciones como de frustraciones, dado que aquí no hablamos de ninguna estrella del rock de ventas millonarias, ni mucho menos. La de Wareham es una carrera labrada poco a poco, desde el más remoto underground y que con Luna estuvo a punto de tocar el cielo, pero todo acabó en simple espejismo. Aunque eso sí, como toda banda "de culto", ese término tan bonito acuñado y esgrimido siempre como perfecto premio de consolación, se guardan y llevan consigo el respeto de una fiel legión de fans y de una crítica que siempre les trató lo bastante bien como para que hoy día sus discos sigan siendo recordados y reivindicados en toda lista que se precie que reivindique la época que les tocó vivir. 

Adoptado por Nueva York, pero realmente nacido en Wellington, Nueva Zelanda, Wareham fue el típico adolescente que vivió de primera mano los años dorados del punk en la gran manzana y que junto a sus compañeros de instituto, Damon Krukowski y Naomi Yang, formó una de las bandas capitales de la escena independiente de los años ochenta. Sin Galaxie 500, que tomaron el testigo dejado por la Velvet Underground más narcótica, no entenderíamos muchas cosas. El sonido compacto y parco que lograban crear para arropar unas canciones tan minimalistas como brillantes en su poder comunicativo ha inspirado a muchas bandas posteriores y sus dos primeros discos continúan siendo referencia del pop más atrevido facturado en los últmos 30 años. Lamentablemente, las circunstancias personales en el seno de la banda y una vida en la carretera nada acorde con los sueños iniciales de tres adolescentes llevaron a la inevitable separación, propiciada por las cada vez más frecuentes aventuras fuera de la banda de un Dean harto de que sus dos compañeros fueran pareja y tomaran las decisiones por mayoría en una "democracia" un tanto sui generis

Y nadie quita a Wareham su parte de culpa. La verdad es que le ocurrió como a muchos de los que se ponen al frente de una banda, a pesar de que el sonido se construya en conjunto. Descubren (o creen descubrir) que componiendo las canciones o las letras de las canciones y cantando son autosuficientes y quieren saber que habrá más allá, si deciden tirar por el camino solitario, aquél en que toda la gloria será para ellos. Dean acabó sucumbiendo a esos pensamientos y encima, había una multinacional (Elektra) interesada en lo que tuviera que ofrecer. 




Lo que en principio iba a ser un proyecto en solitario, en que Dean explotaría su faceta más pop de manera un tanto alejada de lo ya hecho con Galaxie 500, aunque sin abandonar ese efecto ensoñador que inevitablemente producen su voz y su guitarra, terminó siendo, paradójicamente, una nueva banda. Así, tras un breve EP en solitario llamado "Anaesthesia", nuestro protagonista unió fuerzas nada menos que con Stanley Demelski (batería de The Feelies) y Justin Harwood (ex miembro de los neozelandeses The Chills), en una suerte de super banda indie, cuya primera referencia, "Lunapark" (1992), constituye la carta de presentación que comienza a apuntar hacia un peculiar sonido de conjunto, con evidentes reminiscencias de Television o Velvet Underground, pero también con un sentido mucho más pop que el que tenían las canciones de Galaxie. Aquí, mediante una pulida producción a cargo de Fred Maher (Scritti Politti), sin duda se busca el acercamiento de ciertas tendencias underground a un público más amplio, por aquél entonces receptivo a todo lo que llevara la etiqueta "alternativo".


Lamentablemente, el sonido de Luna no era precisamente el que los chavales adictos al grunge y a Red Hot Chilli Peppers esperaban escuchar y -circunstancia que sería constante durante toda su relación con Elektra- el disco no respondió a las expectativas puestas en él, lo cual tampoco significó la desmoralización de una banda que encontró en la incorporación de un nuevo guitarrista, Sean Eden, un soplo de aire fresco y la consolidación de un sonido, que pese a ser claro heredero de la tradición guitarrera de New York, empieza a ser perfectamente reconocible. Tras un EP de versiones, "Slide" (1993), Luna graba un segundo lp, "Bewitched" (1994) que corrobora el momento dulce que como grupo atraviesan, con una personalidad construida en base a esos duelos entre las guitarras siderales de Eden y las más sintéticas pero tremendamente líricas de Wareham, que junto a la concreta sección rítmica producen una arquitectura sonora compacta al servicio de unas canciones cada vez más perfectas ("California (all the way)", "Tiger Lily"), lo cual les pone en el mapa de la crítica especializada y comienza a reportarles una reducida pero fiel legión de fans, sobre todo en Europa, que empiezan a ser capaces de perdonar a Dean su abandono de los adorados Galaxie 500 y aceptar que esta segunda vida del cantante puede traer momentos igualmente trascendentes. 


La consagración definitiva llegará al encontrar al productor ideal para el grupo, Pat McCarthy (ingeniero entre otros, de U2) con el que logran cuajar definitivamente la interacción entre las diferentes personalidades del conjunto y aglutinan una colección soberbia de canciones. Si hay que empezar a escuchar a Luna con un disco, sin duda ese disco es "Penthouse" (1995), su obra maestra, que además de incluir algunas de las canciones más clásicas de su repertorio ("Chinatown", "Moonpalace", "23 minutes over Brussels"), contiene un hidden-track con una versión de "Bonnie and Clyde", original de Serge Gainsbourg, a dueto con Laetitia Sadier (Stereolab), que les reporta lo más parecido a un hit que tuvieran en su carrera. 

Y tras el subidón del tercer disco, cuya gira de presentación les consagra en Europa como banda de directo, llega el relativo bajón con un "Pup Tent" (1997) que representa la salida de Stanley a la batería y la llegada de Lee Wall, así como el abandono un tanto abrupto de Elektra, que decide que con las pobres ventas de los álbumes de Luna (de cifras nada desdeñables para un grupo de espíritu indie como ellos, por otro lado) no les salen los números y no están dispuestos a apostar más por un grupo poco rentable. También es su primer bajón artístico, con un cierto acomodamiento en un sonido que empieza a repetir demasiado los esquemas, lo cual se vería acrecentado en el siguiente paso, un "The days of our nights" (1999), que publican en el sello independiente Jericho y que pese a probar suerte de nuevo con versiones resultonas (esta vez le toca a la archifamosa "Sweet child 'o' mine" de los Guns and Roses)no consigue frenar un agotamiento creativo cada vez más claro. 


Como todos los grupos más clásicos, Luna acude al único lugar donde se sienten seguros, el directo, para saldar su próximo ofrecimiento discográfico, un directo titulado, en un alarde de imaginación, "Luna live" (2001), que posee la (rara, en estos formatos) cualidad de capturar de manera fiel el contundente sonido de una banda que ha girado incansablemente y que se compenetra a la perfección en el escenario. Este trabajo además sirve como presentación oficial de la nueva bajista de la banda, una arrebatadoramente bella mujer llamada Britta Phillips, que está realmente dotada musicalmente y compensa a la perfección la salida del grupo de Justin Harwood, pero que sin pretenderlo ni imaginarlo, constituye la semilla de destrucción de la banda. 

Efectivamente, tal como expresa en su autobiografía el bueno de Dean, tener a una mujer de bandera entre las filas de una banda en la que las relaciones personales entre sus miembros comienzan a hacer aguas no es la mejor de las ideas. Su llegada al grupo comienza a abrir heridas. Ya de entrada, tal como se lee en "Postales negras", un bravucón Wareham advierte a sus compinches: "Escuchad, no quiero historias raras. Si alguno se lía con ella, le echo del grupo". Cómo no, quien más habla es quien más tiene que callar.




Girar la cabeza en el escenario todas las noches y contemplar a una preciosidad alta, rubia y esbelta junto a ti, que encima es maja, te hace ojitos y comparte hotel contigo, genera tentaciones a las que pocos hombres, y menos un donjuán como el cantante de Luna, podrían decir no. Así pues, dejaron que las cosas siguieran su curso, lo que significó la ruptura del matrimonio de Wareham y el resquebrajamiento definitivo de las relaciones con Lee Wall y Sean Eden, que cada vez devinieron más tensas, sobre todo en la carretera, donde el roce constante de la convivencia lo amplifica todo. El testigo de toda esta difícil época lo deja "Romántica" (2002), producido por el reputado Dave Fridmann y editado por Jetset, que si bien supone cierta recuperación de forma con respecto a sus predecesores, adolece un poco de la confusión del autor de la mayoría de las canciones, que ha visto su vida cambiar demasiado rápido durante la gestación del álbum.

Y cómo no, ante el inminente hundimiento las ratas van anunciando su abandono del barco. El año siguiente a la edición de "Romántica" ve la luz "L'Aventura", disco firmado al alimón entre Dean y Britta y que, si bien comenzó como un pequeño escape a modo de disco de versiones terminó siendo todo un lp con temas propios, con un productor de ultra-lujo como Toni Visconti (Bowie, T-Rex) y que consiguió meterse en el bolsillo a la crítica con sus pequeñas gemas de dream pop orquestal


La suerte, pues, estaba echada. Pero a Luna aún le quedaba un cartucho en la recámara. "Rendez-vous" (2004) es un disco gestado casi con la idea de la disolución en mente. Huele a despedida, a último suspiro de una banda que merecía más de lo que recibió, pero que deja un testamento sonoro envidiable. Este trabajo está, por fin, a la altura de sus grandes obras y deja un gran sabor de boca. Es el disco más de grupo de todos: hasta Eden canta un par de las mejores canciones del disco. Se nota que, como sucede en otros discos de disolución, el ambiente es relajado porque el final del problema se acerca. Tras su edición, Luna anuncia al poco tiempo su disolución y una gira de despedida, que rápidamente agota las entradas a la venta (bromas del destino).

No se van por la puerta de atrás, pero sí que queda cierta amargura y resentimiento, plasmado perfectamente por la rica prosa del libro mencionado al comienzo de este artículo, titulado como una de las canciones del grupo, por cierto. "Black postcards" no es precisamente amable con nadie, ni por supuesto tampoco con algunos de los miembros de Luna. Por eso precisamente lo que está a punto de ocurrir en nuestro país en las próximas semanas parecía ciencia ficción hace unos meses. La reunión de Luna, por supuesto, se produce por la pasta, pero también por diversión de unos músicos que, con la distancia del tiempo, han seguido en contacto y aún se caen bien, pese a las opiniones vertidas por unos u otros en medios, libros, o lo que sea. Eso es lo realmente importante. En palabras del propio Wareham, en una entrevista realizada por el periodista valenciano Eduardo Guillot para el portal Bythefest, "Todo lo que vamos a hacer es ofrecer unos cuantos conciertos para pasarlo bien… ¡y cobrar!". Más claro, agua. 


Pero lo que realmente debemos celebrar es que una banda que tuvo la rara cualidad de generar una música, que si bien tiene referentes, es totalmente reconocible como algo propio en un momento en que ya casi todo estaba dicho en el pop. Cuatro personas que en directo funcionan a la perfección. En Valencia, mi ciudad, tal como lo recuerda  el meticuloso Dean en su libro, ofrecieron varios conciertos memorables. Yo estuve en el último de ellos, en la por aquél entonces Sala Roxy y guardo un recuerdo imborrable. El despliegue de elegancia en el escenario, esos duelos de guitarras tan finos, tan calibrados pero a la vez tan sentidos, esa voz ensoñadora que inunda toda la sala, son sin duda sensaciones que quiero volver a experimentar. No importa que sean algunos años mayores. Sólo hace diez años que lo dejaron y su vigencia sigue ahí. Wareham sigue en forma sacando discos que siempre pasan del notable, tanto sólo como con Britta (sobresaliente para sus scores de los Screen tests de Warhol) y recientes visitas en directo bajo distintas formaciones constatan que sigue siendo interesante lo que ofrece en directo. Además, la gira, aunque posteriormente parece que se va a ver ampliada a otros lugares de Europa, inicialmente se pensó sólo para España. Nuestro país ama a Luna y Luna ama a nuestro país. Celebremos, pues, uno de los regresos del año. 

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