El Ćŗltimo videoclip de Josh Rouse,
mƔs que cristalino, resulta hasta diƔfano: un presentador, con cara
de haber salido de un show de música de los años 60, presenta a
Josh Rouse. Ćste, iluminado por un foco, estĆ” ya plantado en
el escenario y toca a solas, con cierta cara de incomprensión de la
situación, de no saber por qué todos lo aplauden, mientras la
cÔmara gira en slider, en grúa, de arriba a abajo, de izquierda a
derecha, rodeƔndole.
A ese punto hemos llegado en la carrera
de Rouse. Americano, aunque mucho tiempo asimilado en tierras
valencianas (de hecho, una vez estuve con Ʃl tomando un cafƩ en el
Carmen, sin que mediƔramos ni una palabra, rodeados de tres o cuatro
personas, y con idĆ©ntica cara de estupefacción, mĆ”s la mĆa que la
suya), Rouse, tras ganar el Goya, estĆ” en su mayor
momento de popularidad en tierras espaƱolas. Y, para demostrarlo,
aquĆ tenemos su nueva gira: Barcelona (Music Hall),
Madrid (CopƩrnico)
y Valencia (Wah Wah), todo en tres dĆas seguidos (16,
17 y 18 de abril), y posteriormente, nada mƔs entrar mayo, Zaragoza
(Las Armas) y Donostia (Doka), todos ellos
patrocinados por el Budweiser Live Circuit, a un precio todos
de 15 euros la entrada anticipada (si pagas 20 te llevas su nuevo cd,
The Embers Of Time, al que ahora mismo voy) y 18 la entrada en
taquilla.
Y es que Josh Rouse vive un
momento feliz, no sólo por el interés de un nuevo público hacia su
mĆŗsica a raĆz de esa intervención en aquella pelĆcula horrenda y
de estĆ©tica feĆsima llamada La gran familia espaƱola (en la
que lo Ćŗnico salvable, precisamente, era la banda sonora), sino
porque el Rouse mƔs viajero ahora, en The Embers Of Time,
lanzado por Grabaciones en el mar, parece algo mƔs tranquilo.
Sus preocupaciones ahora se han ido hacia el tiempo, pero
transformando todo el disco en una gozosa y lĆŗdica, nunca chirriante
ni infantilizada, celebración de una especie de carpe diem, loa de
la supervivencia a los recuerdos tristes. Ćl mismo lo dice en su
primer single (una de las mejores canciones de su carrera): hay dĆas
que son de oro. No nos perdamos, entonces, esas cinco noches doradas
que estĆ” a punto de ofrecernos.
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