Hay que conocer México y a los mexicanos para entender una
intro de concierto como la que escuchamos ayer en BoogaClub para dar paso a Lost
Acapulco. O como poco, haber visto la lucha mexicana en televisión, que
también nos vale. Una intro presentación digna del comienzo de los mejores
combates servÃa anoche para poner en situación a este grupo llegado desde el
D.F. Toda una cultura, una tipografÃa, una cartelerÃa y una forma de enfocar el
espectáculo alrededor de las tÃpicas máscaras de lucha libre.
Las mismas máscaras que cubren las caras de Juan Monagues
(Reverendo Acapulco a la guitarra), Esteban López (Crunchy Acapulco – guitarra solista)
y Caleb Franco (Sr. RamÃrez – bajo) acompañados, normalmente, por Roberto Muñoz
(Warpig Acapulco – baterÃa) aunque, este último, no les acompañaba anoche en
Granada y en su lugar lo hacÃa Alfonso Loza.

Un grupo que no vive sólo del surf, aunque es en este género
donde se mueven como tablas en el agua, conviviendo con el rock ‘n’ roll más
retorcido o el garaje. Todo un referente en su paÃs y por supuesto, en el
nuestro, donde grupos como “Los Coronas” han popularizado el surf de un tiempo
a esta parte y han hecho florecer grupos y adeptos al género como flores
hawaianas en las camisas de los fans que pueblan las salas durante estos
conciertos.
Ayer, en un local que apenas llegó a la mitad de su aforo
(asombrosamente dada la calidad y la expectación que suele despertar el grupo),
tuvimos al menos la sensación de que, quienes llegaron hasta la Booga para
escuchar a Lost Acapulco no se
conformaron con una presencia pasiva y movieron los esqueletos con las
guitarras de un grupo que lo puso “a huevo…” para brindar (esta vez, aquÃ, con
Alhambra en vez de Corona) con un público entregado y bailongo que exhibÃa
incluso algunas máscaras mexicanas para animar el ambiente.
Dando espectáculo, como corresponde a este tipo de grupos,
con las consabidas “mariconadas” (léase en tono amigable) en los directos de
los grupos surferos, en plan coreografÃa guitarrera en la que todos los
miembros se mueven a la vez dando sensación de haberse currado la puesta en
escena. Pero, sobre todo, dándonos un rato de buena música y entre un vaivén de
olas imaginarias en las que podÃamos movernos cómodamente a pie de escenario.
La duración adecuada para quienes disfrutamos especialmente
con este tipo de música aunque, un poco largo (nunca llueve a gusto de todos)
para quienes se acercan sólo con curiosidad a este tipo de conciertos. Para mÃ,
concretamente, perfecto incluso en los bises, quizás lo más animado de la
noche, donde sonaron algunos de los hits más movidos de la banda, que puso
sentido del humor para explicar que aquello era como un pacto, ellos hacÃan
como que se iban a ir, el público gritaba “otra, otra” y ellos se ponÃan muy
contentos y regresaban al escenario, aunque no se hubieran ido.
Crónica y fotos: MarÃa Villa
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