Sons al Botànic es una
iniciativa preciosa, pluscuamperfecta, digna de las mayores
alabanzas. Ahí es nada, construir un ciclo de conciertos acústicos,
al aire libre, en una ciudad como Valencia, empeñada, como un
Terminator, en buscar y eliminar cualquier asomo de música
tocada en directo, y más en sitios públicos, como, al fin y al
cabo, es el Parque Botánico de Valencia.
Así pues, lo tenemos todo: un entorno
llamado idílico, calmado, bien iluminado y sonorizado, acompañado
del maullido de algunos gatos extraviados que han hecho del lugar su
hogar particular, los últimos graznidos (o cómo coño se llamen) de
los pájaros más rezagados y el campanario de la catedral cercana
tañendo cada media hora (y, encima, este sábado había
procesión...). Quizás me falle, personalmente (a excepción de The
New Raemon... y así así), un poco el listado de músicos que
conforman el ciclo, aunque sea por su carácter más popularoide y
festivalero dentro del indie (pero, por suerte, no aparecen los
puñeteros Vetusta Morla, Love Of Lesbian o
Supersubmarina, ni los elegidos disfrutan de su éxito en base a un pop chusco como el de estas bandas).
Claro, dicho esto, se me supondrá que
no soy el mayor fan de Modelo de respuesta polar...
acertadamente. Aunque tampoco sea detractor. Su música, interpretada
en Sons al Botànic a solas por el, llamémoslo así, líder y
compositor del grupo, Borja Mompó, ya fuera con guitarra
acústica o eléctrica, acompañado o no, de nuevo, por las sonoras
campanas cercanas (cuando no sepas por quién doblan las
campanas...), es de esa que la escuchas con agrado, pero no te acaba
de dejar poso, como casi nada que produzca Suso Saiz, en
verdad. Y el concierto fue exactamente así.
Tras la consabida calma del
pre-concierto, inspirado ya el público del aspecto zen de un lugar
tan tranquilo, rodeado de plantas y árboles a conservar, bebidas un
par de cervezas en el tenderete colocado a bien a la entrada, de
repente, el ambiente se pudo cortar con un cuchillo. A la segunda
canción, el músico le pedía, poco más o menos, a los padres que
mantuvieran atados a los chiquillos. En fin, uno de esos malos
gestos, un poco capulliles (ya que estamos entre vegetación), que te
puedes ahorrar controlando un poco el tono, pero que, en verdad,
salvo que fueras muy aficionado a Modelo de respuesta polar (y
los había, acérrimos y en gran cantidad, entre el público, riendo
las gracias sin gracia alguna, como el asunto tratado, o siguiendo la
actuación en silencio absoluto: ojalá todas las noches se
repitieran actitudes parecidas en las salas de concierto... aunque no
pediremos que se ate a los parlanchines de, no sé, la Wah Wah,
por ejemplo... de momento).
Lo demás fueron letras de cierta
potencia, que perfilan una apuesta, desde luego, tremendamente
austera y seria (en ocasiones, demasiado, resultando levemente
impostada o, dentro de su minimalismo, sobreactuada), de un
entretenimiento implosivo puro y duro. No es mal bagaje, con que se
pueda interpretar música al aire libre ya vamos bien servidos.
Más info:
Modelo de respuesta polar - Toda la vida
Modelo de respuesta polar - El imposible
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