Siempre que asistimos al nacimiento de un nuevo festival en
Granada lo hacemos no sin cierto resquemor. Si además, el festival coincide con
un montón de conciertos y actividades en la ciudad el “miedo” se hace mayor y
observamos atentamente los días previos con el temor de que en cualquier
momento se cancele. Pero no, en esta ocasión la apuesta no sólo era valiente
sino además sólidamente asentado en la convicción de que a Granada aún le
faltaba un festival por realizar y mucho público “freak” que demanda
insistentemente otro tipo de carteles.
Así, con una mezcla explosiva donde se mezclaban grupos de
estilos tan diversos como el folk, el surf rock, el rock o el indie. Organizado
por “Andart producciones culturales”, con Elena Rebora (Elen Armonía) a los
mandos y la colaboración de Guía Go!, La Tertulia, Discos Bora Bora,
Subterránea Cómic, Ubú Libros, Ruido Rosa, Cruzcampo y Caja Granada y el bajo
título de “el festival más freak”, el festival no se ha limitado a los dos días
de conciertos sino que ha incluido una ruta de la tapa que ha permitido conocer
la gastronomía de algunos bares granadinos que, de alguna manera, tienen
vinculación con la música.
El festival, no hecho para todos los públicos, sino para
aquellos que se interesan por la variedad musical y los grupos más
alternativos, no le ha dado la espalda a los grupos granadinos, entre ellos, Los Portazos y Napoleón Solo para
configurar el primer día del mismo y dando así cabida, también, a grupos
emergentes junto a otros más consolidados.
Con un ambiente especialmente agradable, en el interior del Teatro Isidoro Máiquez (CajaGranada) a
pesar de que estaba anunciado para el exterior, ya que el tiempo, más frío de
lo esperado, además amenazaba lluvia. Pero sobre todo, con un buen ambiente
propiciado por la buena organización del festival y la nula masificación del
mismo.
La apertura, de manos de los jienense-granadinos-cordobeses Whitechapel, no pudo ser mejor
aperitivo de la noche con un sonido muy personal que cabalga entre el powerpop, el tropicalismo, el rock&roll y
la psicodelia. Con poco público dada la costumbre granadina de llegar tarde a
todos los eventos pero no por ello menos entregados sobre el escenario, el
combo dio buena cuenta de una buena batería de temas incluidos en su “Heyday” y sus trabajos anteriores.
Tras ellos, los granadinos Los Portazos llegaban con su pop incorrecto poniendo humor y acidez
a partes iguales en unos temas. Irreverentes y descarados, esta “superbanda”
salida de la mente de algún cachondo de los que se ríen a “La cara la Virgen” entre los que militan integrantes de Lagartija
Nick, los Evangelistas, Lori Meyers o Grupo de Expertos Solynieve se
encargaron, como ellos mismos dicen, de profanar el rock patrio con absoluta
impunidad. Eso sí, con una gran calidad instrumental, que lo cortés no quita lo
valiente.
Cerrando la primera noche, los también granadinos Napoleón Solo ponían de largo a “Máximo Ruíz Ferrer” registrando una
mayor presencia de gente en la sala. Público que tenía claro que querían
asistir no sólo al estreno de su último disco sino que esperaban escuchar todos
esos temas que se han hecho imprescindibles en el repertorio de la banda, como “Lolaila
Carmona”, “Ramira”, “Antes de que ocurriera”, “Si el mundo no se acaba” o “Adiós”,
con los que, como siempre, levantaron los ánimos del público.
Un público que, entre hit y hit de la banda, acogía de buena
gana esos temas nuevos que, no por menos trillados son peores sino todo lo
contrario, dan una idea clara de la evolución y la madurez de un grupo que se
atreve con cualquier sonido y con cualquier cosa y que sigue jugando sus bazas
más fuertes en las letras. Algo más de una hora de concierto para disfrutar del
ayer y hoy de una banda ya granadinísima que tiene cada vez más seguidores no
sólo dentro sino fuera (e incluso lejos) de nuestras fronteras.
Entre concierto y concierto, el radiofónico El Patillas Dj (Rne3) ponía una banda
sonora más que interesante a los bien coordinados y nunca excesivos tiempos de
espera que se agradecían especialmente por la posibilidad de salir a tomar el
fresco al “Pozo de la luz” del Museo de la Memoria Histórica, un lugar que
también hubiera sido más que adecuado a un evento de estas características de
no ser por el frío que nos ha sorprendido estos días.
La segunda jornada la abrían Los hermanos Cubero con un folk de entre Kentucky y la Alcarria con
influencias tan dispares como la tradición de Agapito Marazuela y el bluegrass
de Bill Monroe. Estos “Cordaineros de la Alcarria” llegaban con su peculiar
sentido del humor y la originalidad de su música, aunque, para ellos, más que
original, es fruto de la tradición local que, debidamente mezclada, que no
agitada, con las influencias musicales de las que han bebido a lo lardo de su
carrera musical, han dado lugar ya a dos LPs y el EP que también presentaban
durante el festival.
Este disco, el más reciente, que no el último (como
describió Roberto con mucho humor) “A
burrasca perdida” es una continuación musical de lo que han sido sus
trabajos anteriores y contiene temas tan interesantes como “Habanera de
Maranchón” o “El amor inefable”. Y, volviendo la vista atrás (aunque no tan
atrás porque su primer disco, “Cordaineros de la Alcarria”, es de 2010) no
faltaron en su repertorio temas como “Hagamos algo de ruido”, “El corregidor y
la molinera”, del que existen varias versiones a través de nuestra geografía o “Flor
de canciones”, el tema que daba título a su trabajo previo. Sobre esta peculiar
pareja sólo un comentario, que no os cuenten lo que hacen, esto es para verlo
en directo.
Sin apenas tiempo intermedio entre grupo y grupo, Los Tsunamis abrían el telón pocos
minutos después de salir los alcarreños para abordar sin dilaciones su “Calé Fornia”. Con un surf instrumental
cargado de temas bailables que completan el repertorio con el que se estrenaron
en el mundo discográfico “Amigo neutrón”. Con un toque más “cañí” y las mismas
ganas de hacer mover el esqueleto, la banda de Úbeda se encargaba de caldear
convenientemente el ambiente a base no sólo de surf sino de incursiones
musicales en el rockabilly y el rock’n’roll cincuentero.
Si empezaron tímidamente en el panorama surfero ahora
podemos decir que tienen un sitio destacado en la producción nacional de este
tipo de música y que se han ganado a pulso las camisas hawaianas dignas del
mejor “viernes hawaiano” por el que tanto velan Ángel Carmona y Gustavo
Iglesias y la han sudado para merecer su excursión en programas como “El Sótano”
de Rne3, de culto para los amantes de este tipo de música.
Y, a estas alturas, nadie podía soñar un mejor fin de fiesta
que el que ofreció el sevillano Andrés Herrera “Pájaro”, con una banda de lujo integrada por Raúl Fernández, Paco
Lamato, Pepe Frias y Roque Torralva. Una banda con la que
consiguió elevar a la excelencia un espectáculo ya de por sí impresionante. Con
una música cargada de influencias de Adriano Celentano, Sergio Leone y de Ennio
Morricone el coctel se complica cuando nos traslada a experiencias místicas
entre los poemas de San Juan de la Cruz, el recuerdo del incomparable Silvio y
los italianismos de un magnífico “Perché”, tema que fue bailado y coreado por
un público que, a esas horas, ya estaba completamente entregado a un artista de
la talla de este Pájaro, el Eric
Clapton de Alcosa.
La máquina de precisión en la que se transforma la banda
sobre el escenario hizo disfrutar al público desde el primer tema con un amplio
repaso al “Santa Leone”, disco con
el que debutó un artista en el que puede resultar irrespetuoso hablar de debut
cuando se tienen tantas tablas y tantos tablaos encima y que además, nos regaló,
en primicia, temas adelanto del que va a ser su próximo trabajo o versiones tan
arriesgadas como “El amor brujo” de Manuel de Falla. Porque, si algo
caracteriza a este sevillano “de pocas palabras” es su gran capacidad para
salir airoso de los más complicados lances, como demostró ampliamente, en ese
final de festival apoteósico gracias a la fuerza de una banda que ha dado y va
a dar mucho que hablar aún.
Como balance final, la sensación de haber asistido a un
festival realmente valiente y arriesgado donde, a base de cariño y dedicación,
se consiguió un ambiente cercano, especial y musicalmente impecable. Ojalá siga
adelante esta iniciativa y podamos asistir a una segunda edición que, sin
dudas, tendría el mismo sello de calidad y mantendría firme la apuesta por
hacer festivales distintos. Claramente, sí se puede.
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