Imelda May lucha contra los elementos y sale vencedora en uno de los grandes aciertos de programación de esta feria de julio.
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FotografÃa: Juanjo Frontera; Edición: Juan Terol |
Pensábamos que nos quedábamos sin concierto: Justo antes de la apertura de puertas, a eso de las 19.30, la tromba de agua era impresionante. Una de esas tormentas de verano que todos los meses de julio ayuda a Valencia a oxigenarse un poco, pero que para un concierto al aire libre, en un jardÃn como Viveros y con nuestra falta de costumbre a la lluvia, es poco menos que una catástrofe. Los equipos de luminotecnia y sonido no están del todo preparados para esto y por eso las dudas, tanto por parte de la organización como de la bastante respetable, teniendo en cuenta la inclemencia del tiempo, afluencia de público, se hacÃan patentes pasada la hora de la apertura de puertas anunciada sin que ésta se produjera.
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FotografÃa: Juanjo Frontera, edición: Juan Terol |
Pese a todo ello, algo más tarde de lo previsto, pero aún razonablemente a tiempo, se permitió acceder a un recinto embarrado, sÃ, pero por suerte transitable, a un público expectante, ataviado con sus mejores galas y de todas las edades: una pequeña pin-up de unos 9 años, que iba con su madre y a la que Imelda llamó desde el escenario "su mini-yo" daba testimonio de ello. Tupés contentos, "cats" y "chicas malas" de lo más elegantes y ganas de rock and roll a montones hicieron que el pequeño percance tormentoso cayera inmediatamente en el olvido, recibiendo ya entrada la noche a la banda local encargada de abrir. AsÃ, los más que clásicos Cat Club, grandes conocidos de la escena rockabilly tanto valenciana como de hasta fuera de España, sobre todo por su espectáculo salvaje, bien perpetrado y entusiasta, que recuerda bastante a combos como Stray Cats (entre otras cosas por la disposición de instrumentos en el escenario), comenzaron a descargar su bien facturado revival de rock and roll primigenio. El magnÃfico hacer de su lÃder, Miguel Angel Escorcia (guitarra y voz) está arropado a la perfección por Archie Boogie al bajo y un Lucky MartÃnez a la baterÃa y coros, que aporta esa gota tribal que arrastra al conjunto a su lado más rocker. Grandes canciones, en su mayorÃa en castellano y apoteósico final con un "Mistery train" (Junior Parker, vÃa Elvis Presley) leÃdo con respeto clasicista pero también con impresionante subidón de energÃa.
Con semejante apertura, ya lo podÃa hacer bien la banda protagonista de la noche. Por eso,
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FotografÃa: Juanjo Frontera; Edición: Juan Terol |
la irlandesa y sus músicos no se hicieron esperar demasiado. Tras los cambios escénicos pertinentes tomaron al asalto un escenario grande y bien iluminado, que tanto Imelda como sus chicos saben llenar sin problemas, cuidando la estética tanto como un sonido que roza la perfección y atacando en los primeros minutos del set, varios de sus temas más infalibles: "Tribal", "Wild woman", "Big bad handsome man" o "love tattoo", que sirvieron para dejar bien clarito al respetable que habÃan venido a comérselo crudo. Y vaya si lo hicieron: una front-woman encantadora, sexy y con dominio pleno tanto de los mecanismos vocales como corporales para dar en los momentos clave los acentos necesarios hizo lo imposible, junto con unos músicos cuya maestrÃa sencillamente quitaba el hipo, para que la actuación no sufriera ni un sólo segundo de desvanecimiento.
La digerible mezcla de sonidos clásicos de rockabilly y rhythm and blues con pop, tocada con fiera pero controlada energÃa y precisión, es perfecta para que cualquiera que vea su espectáculo, aunque jamás haya escuchado sus canciones o incluso sin ser especialmente fan del rock and roll, caiga a sus pies. Quizá los puristas del género, de los que seguramente habÃa unos cuantos entre el público, puedan achacar algo de falta de "autenticidad" a la propuesta de la May, pero esas pequeñeces importan poco o nada cuando lo que se tiene delante es un directo impresionante, cocinado a través de tres discos: "Love Tattoo", "Mayhem" y "Tribal", que son más que atractivas colecciones de canciones. Tienen himnos como puños para encandilar al personal: "Hell fire club", "Zombie girl", "Road runner", "Psycho", "Round the bend"... Oscuros medios tiempos llenos de misterio embaucador como "Gipsy in me", o incluso alguna revisión mayúscula de clásicos del blues, como el "Spoonful" de Sonny Boy Williamson, que bordaron en una altamente electrizante versión, como para dejar al auditorio tan extasiado como estaba.
Tras su gran éxito "Johnny's got a boom boom", en la cual Imelda hizo gala de sus raÃces celta tocando un bodhrán (una especie de tambor de mano que se toca con un palo corto) finalizó la primera parte del -extenso ya- set. No se hicieron mucho de rogar y siguieron el guión para acometer unos bises muy reclamados, que si bien en ocasiones se antojan innecesarios, aquà aportaron el grado justo de diferencia con lo anterior como para que mereciera la pena el consabido paripé: junto al contrabajista de la banda, Al Gare, salió la irlandesa de nuevo para, armado éste tan sólo con un ukelele, acometer sendas versiones de los clásicos "Bang Bang (my baby shot me down)" (popular a manos de Nancy Sinatra, pero original en la voz de Cher) y "Dreaming", de Blondie, en lectura superlativa y brillante por su sencillez.
Aún dio tiempo de que sonaran "Pullin the rug" y "Right amount of wrong" antes de que pudiéramos dar por terminado un concierto que sació sin duda las ansias de todos los que, por experiencia o por oÃdas de anteriores visitas de esta fiera y su banda a nuestra tierra, venÃan ansiosos de ver algo memorable. Por supuesto que lo fue, y mucho: "That's entertainment", que dirÃa Paul Weller. Una entrega absoluta a hacer disfrutar al respetable cada céntimo del precio de la entrada y una profesionalidad fuera de toda duda, puesto que Imelda acarrea problemas personales serios (la reciente separación de su marido, padre de su hija y hasta ahora guitarrista de la banda, Darrell Higham) que no se hicieron notar ni un segundo sobre el escenario, asà lo confirman. Animales del rock and roll hoy en dÃa hay pocos, pero tened por seguro que esta nativa de DublÃn es uno de ellos. Merece cada gramo de su fama.
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FotografÃa: Juanjo Frontera; Edición: Juan Terol |
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FotografÃa: Juanjo Frontera; Edición: Juan Terol |
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FotografÃa: Juanjo Frontera; Edición: Juan Terol |
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