Carmen Santonja ya nos dejó hace quince años. Por supuesto, su muerte supuso el freno de la actividad musical de Vainica Doble, puesto que era su motor creativo. De alguna forma, el hecho de que su compinche, Gloria Van Aerssen, la voz que iba soldada a la perfección con la suya para entonar las que han sido y siempre serán las más altas cotas de música pop a que se ha llegado en este país, siguiera viva, nos aferraba un poco al recuerdo de su pasado. Un pasado, en forma de canciones y discos inolvidables e incomparables, que ha significado tanto para algunos de nosotros, que son casi como una religión.
Porque sí, en ciertos términos, para mí significan más que Beatles, Kinks, Smiths o Van Morrison. Son la rara avis, la excepción, que confirma la regla de la mediocridad y páramo musical que este país sediento de imitar lo de fuera siempre ha tenido. Dos mujeres provenientes de marte, o del fondo de un tarro de mermelada, vaya usted a saber, que sin tapujos de ningún tipo dieron rienda suelta a una creatividad que las sitúa en un plano diferente al de cualquier otro artista pop. Son únicas. Ni aquí, ni en Sebastopol, Pernambuco, Londres o California hay nadie que se las pueda comparar. Siempre habrá quien no las entienda, pero para mí y para otros muchos están en ese cielo particular, al que sólo pueden acceder los más grandes, los realmente especiales, los genios más absolutos.
Adiós, Gloria, buen viaje.
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