La cuarta edición del Deleste Festival consigue afianzar una de las citas imperdibles del otoño musical en la ciudad del Turia.
La quimera sonora de cinco empresarios valencianos gestó en el año 2012 un festival enclavado en la urbe; asentándose sobre unas premisas claras y concisas, marcaron la diferencia desde su primera edición, creando una marca singular que nos permitía disfrutar de la música en directo en un enclave inmejorable. El espacio cultural La Rambleta ofrecía los requisitos demandados por la organización, comodidad y una conveniente acústica, permitiendo hacer realidad una visión brillante y necesaria a la que solo le faltaba encontrar su público.
Su máxima, el deleite a nivel gourmet de un cartel hilvanado con mucho cuidado y la calidad en el punto de mira, una forma de programar coherente y visionaria que en cada una de las ediciones nos ha traído propuestas musicales distantes de las bandas expuestas hasta la saciedad en los macro-eventos festivaleros del panorama nacional.
La edición de este año destacaba por la presencia de Low y La Habitación Roja como cabezas de cartel, la vuelta de McEnroe y las apuestas de riesgo (pero con fundamento) que se convirtieron en grandes descubrimientos; a señalar como la más acertada el nombre de Pep Gimeno “Botifarra”. Este año la representación local tomaba un mayor protragonismo, incluyendo su cartel nombres como Ramírez, We Used To Pray, Mist o La Familia del Árbol.
La banda valenciana We Used To Pray fue la escogida para abrir el festival, gracias a resultar ganadores en el concurso Vinilo Valencia. Una especie de suerte atractiva y suculenta la de presentar las canciones de su disco “Loud Intertitles” y los cortes de su próximo trabajo en el auditorio; espacio idóneo para proyectar su sincronizada propuesta audiovisual.
A continuación se abría la veda musical en el escenario Jägermeister con “La calma chicha” de Tulsa. La voz sabiamente rota de Miren Iza volvía a Valencia unos meses después de presentar su último trabajo, con las piezas de la transformación de su particular universo ya completamente encajadas dentro del orden familiar de su discografía.
Su folk-rock con tintes electrónicos engrandeció el Escenario Jägermeister, creando todas las imágenes y referencias que destilan las canciones de la guipuzcoana en esta última época. Las concesiones a sus anteriores trabajos fueron escasas, con un setlist basado principalmente en su último trabajo y en la banda sonora del cortometraje "Ignonauta".
La esencia valenciana tuvo la reivindicación perfecta en
la jornada del viernes con la figura de un músico con 30 años de carrera
a sus espaldas; Pep Gimeno “Botifarra” es uno de los máximos
defensores de la música tradicional valenciana. Empeño arraigado desde
su niñez que nos permite no perder ni dejar en el olvido “nuestra lengua y cultura”,
gracias a al contacto directo con los ancianos que recordaban melodías,
letras y romances y a su férrea labor de musicar las historias de La Costera.
Paco Lucas (Llaüt), Pere Ródenas (guitarra) y Ramón Martí (bandurria) fueron los músicos que integraron la rondalla de cuerda que le acompañó; unión y compromiso en una perfecta y deslumbrante muestra de complicidad y honestidad. Su voz y su actitud, una autenticidad cargada de humanismo y humildad. Cautivador, cercano y dicharachero nos acercó temas como “Cant de batre” o “La Jota de Xàtiva”; y consiguiendo el único bis del festival con la “Malagueya de Barxeta”, levantando con ésta al público del auditorio en una de las mayores ovaciones de esta edición.
Paco Lucas (Llaüt), Pere Ródenas (guitarra) y Ramón Martí (bandurria) fueron los músicos que integraron la rondalla de cuerda que le acompañó; unión y compromiso en una perfecta y deslumbrante muestra de complicidad y honestidad. Su voz y su actitud, una autenticidad cargada de humanismo y humildad. Cautivador, cercano y dicharachero nos acercó temas como “Cant de batre” o “La Jota de Xàtiva”; y consiguiendo el único bis del festival con la “Malagueya de Barxeta”, levantando con ésta al público del auditorio en una de las mayores ovaciones de esta edición.
Tras las emociones a raudales que nos transmitió la música de Pep Gimeno "Botifarra" nos sumergimos en el escenario Jägermeister para descubrir a la formación catalana Mourn, una de las bandas revelación del 2015. En septiembre de 2014 sacaron su primer trabajo homónimo bajo el sello Sones (Delafé y las Flores Azules, Za!, Mujeres...), un disco de diez cortes con un minutaje de apenas 21 minutos grabado tal y como tocan en sus ensayos, un soplo de aire fresco en clave de grunge y punk rock junto a algunas pinceladas de la tradición hardcore.
Su visita al Deleste Festival nos permitió comprobar su magnífica puesta en escena, sin poses, directa y sin fisuras.
Lamentable y vergonzoso que tuvieran que soportar los comentarios fuera de lugar en relación a la coletilla inseparable a su nombre: “el ser la banda de las hijas de Ramón Rodríguez” (The New Raemon). Eso sí, la indiferencia fue su mejor arma para salir del paso ante una situación deleznable. Su directo fue apabullante y dejó a más de uno con la boca abierta recorriendo cortes como “Philliyphius”, “Marshall” u “Otitis”, en una descarga de rabia, urgencia y descaro: Juventud, divino tesoro.
La última actuación en el auditorio fue la de La Habitación Roja, la banda más representativa de nuestra tierra dentro del panorama nacional. Una carrera de fondo de 20 años les avala y aunque siempre han defendido que su momento es el presente, la efeméride pedía un año intenso de celebraciones donde se vieran inmersos en un ejercicio de memoria histórica por toda su trayectoria.
Su visita al Deleste Festival fue un acto de justicia poética tanto para la banda como para su público, ese que se han conseguido labrar disco tras disco y que se ha mantenido fiel con el paso de los años; la pasada noche del viernes se brindaron un más que merecido homenaje.
A nosotros nos colocaron en las butacas de un cine musical con la banda sonora de nuestras vidas, su directo fue acompañado por las cuidadas y preciosas imágenes de César Sabater, transformándolo en un maravilloso film del que nadie quería ver aparecer la palabra Fin. Nos llevaron a un mundo onírico en el que nos transportamos a todas las épocas pasadas de nuestra vida, la adolescente y la adulta, los cortes elegidos dieron un sabio repaso por todos sus trabajos. Los primeros acordes de “Mi Habitación” encendieron la chispa emocional presente durante toda la actuación, tema que solo en los momentos especiales sale a la luz, dejando más que orgullosos a sus más fervientes seguidores. Musicalmente se mostraron una vez más con solidez y propiedad.
El buen hacer que saben impregnar a cada detalle en sus melodías y su maravillosa puesta en escena, hizo que Jorge Martí, Pau Roca, Jordi Sapena, Marc Greenwood y José Marco, dieran el concierto de sus vidas. En "Ayer", Jorge se entregó al público desde el patio de butacas, dejando uno de los momentos más emotivos de la actuación.
La recta final de la primera jornada nos situó de nuevo en el escenario Jägermeister para disfrutar de las actuaciones de Mike Krol, El Último Vecino y Perro.
La intensidad vivida unos momentos antes se vería rebajada con el incendiario directo de Mike Krol. Nuevo garaje, rock'n'roll de alto voltaje, melodías vocales amplificadas; un espléndido y divertido directo que nos disparó a la yugular las balas de energía que precisabamos en ese momento.
El Último Vecino vendrían a poner el toque tecno-pop con ecos de los ochenta y aire industrial; el escenario Jägermeister transmutado en pista de baile, el perfecto espacio para subir el termómetro sonoro del público más resistente.
El cierre con los murcianos Perro nos dejó el directo más sugerente de la primera jornada. Tras su exitoso “Tienes bakalao, tienes melodía” vuelven con nuevo disco “Estudias, navajas” (Miel de Moscas, 2015). En el Deleste Festival presentaron alguno de sus nuevos temas, encajados con maestría entre sus himnos más coreados: “Gran ejemplo de juventud”, “La reina de Inglaterra” o “Catán”.
Su primer single “Olrait”, nos metió en un loop lisérgico con una estructura rociada de ritmos impulsivos y envolventes al más puro estilo math-rock que nos hace pensar en bandas como Betunizer. Suciedad y desparpajo en un tremendo set con un público más que entregado, masas fundidas en un baile extenuador. Sudor, locura, rabia; en definitiva la desinhibición en cuerpo y alma a la que nos llevan siempre Perro.
Tras la demostración de energía de los murcianos y la sesión de Ley DJ, llegó el momento de abandonar La Rambleta y reponer fuerzas de cara a la sesión matinal, con la incógnita del concierto sorpresa del día siguiente ya en el campo de las certezas. Las horas no harían otra cosa que dar la razón al público y ratificar, de nuevo, el éxito del Deleste Kids, una de las iniciativas más apreciadas del festival.
Texto: Susana Godoy/María Carbonell
Fotografía: María Carbonell
Fotografía: María Carbonell
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