El pasado octubre, La Femme Fakir presentaban su álbum de debut homónimo, un trabajo que en trece cortes resume la original filosofía estilística de la banda y nos aproxima a su personal forma de entender la práctica musical. Para la edición del mismo, han elegido al sello granadino Luscinia Discos una pequeña pero interesante discográfica independiente cuyo catálogo se caracteriza por su buen gusto y su decidida apuesta por artistas arriesgados que quizá no encontrasen acomodo en otros sellos más pendientes de las tendencias imperantes. Entre las próximas entregas de Luscinia Discos, que acaban de cumplir su quinto aniversario, se encuentran los interesantes nuevos trabajos de la cantante y compositora Ana Béjar ("The Good Man") y del iconoclasta artista valenciano Gonzalo Fuster aka El Ser Humano ("3").
La Femme Fakir no son precisamente unos recién llegados a la escena musical. La banda madrileña compuesta por Javier Colis, Gloria March, Julen Palacios y Adrián Ceballos acumulan años de rodaje con formaciones como Las Malas Lenguas, La Familia Atávica o, más recientemente, Los Cuantos, grupo en el que ya tocaba el cuarteto junto al vocalista Kim Warsen. Su tarjeta de presentación, "La Femme Fakir", es un álbum complejo y heterogéneo, cuya escucha no deja indiferente. Un trabajo que se caracteriza por su carácter sobrio y producción austera que evita artificios efectistas para centrarse en las composiciones. Sobre el proceso de grabación, la banda le contó a Alquimia Sonora:
"El disco surgió de un concepto radical de la espontaneidad, llegamos al estudio sin ninguna canción ensayada. Cada uno llevó ideas sueltas a las que dimos forma de canción entre todos. Todo esto lo hicimos en un solo fin de semana. Queríamos algo fresco y directo"
Fotografía: Ainara Pardal
El
resultado ha quedado plasmado en trece cortes que rezuman la frescura que
pretendían. La Femme Fakir no son una banda al uso. Para ellos los géneros
o las tendencias no dejan de ser corsés que limitan la creatividad, inútiles límites
que constriñen la libertad que reivindican como compositores. Así, en los
cuarenta minutos que dura "La Femme Fakir" encontramos
guitarras que se mueven entre el noise y el hard rock para luego transformarse
en sutiles punteos que unas veces beben del jazz o incluso de la música dance.
Sobre un lienzo configurado con sencillas bases rítmicas, dibujan evocadoras
melodías que se ayudan de los synthes para crear pasajes brumosos o infiernos
apocalípticos.
El
álbum se abre con "Seamos realistas", una composición
instrumental en cuatro partes que se distribuyen a lo largo del disco,
recordando desde la psicodelia de los Pink Floyd de "Unmagumma" a los
delirios jazzísticos de Sun Ra. Como tarjeta de presentación ya nos indica que
no estamos ante un disco como los demás. Le sigue uno de sus mejores temas, "Huesos
y movidas", canción elegida como vídeo. Las notas de sintetizador y
una sencilla batería, abren un tema que se desarrolla entre un ritmo dance y
unos riffs y punteos de guitarras distorsionadas que consiguen el justo
equilibrio entre rock'n'roll y música para la pista de baile. Un temazo para
desgastar las suelas de las zapatillas bajo la luz de los focos. "Blasfemia"
tiene la misma querencia hacia los sonidos bailables pero el tratamiento es
mucho más suave. Una de esas canciones que se escuchan siguiendo el ritmo
levemente con la cabeza mientras tarareas su pegadizo estribillo.
Fotografía: Arancha Prada
En
"Casi leo a Gramsci" y "Estreno marquesina" , la
banda saca su furia. En la primera, que es un irónico homenaje al filósofo
marxista italiano, baterías desbocadas y guitarras alucinadas, delinean este
manifiesto subversivo. En la segunda, en la misma línea, destacan las armonías
vocales de los coros sobre una base rítmica tan obsesiva como arrebatadora.
Llegados al ecuador del disco nos tropezamos con su mejor canción, la extensa "Ruinas".
Tres sencillas notas de sintetizador que se repiten de forma hipnótica durante
los cinco minutos que dura el tema más pausado del disco, sirven de soporte
para sutiles arreglos de guitarra y para la voz pausada de Julen y Adrián, redondeando
un corte que sobresale entre el resto. "No puedo decidir" vuelve
a presentarnos la cara más próxima al rock de la banda, un tema con regusto al
noise noventero que incluye unos hermosos teclados.
"Pequeño
gran cuerno" es un tema de tempo medio. Pero no
nos dejemos engañar por la placidez que emana su intro, puesto que los coros de Javier y Adrián, el punteo casi enloquecido y la monótona melodía funden el
desasosiego con la atracción. "Sunrise (Amanece en Seseña)",
es una gran broma instrumental (a excepción de la repetición de su título a lo
largo del corte), donde una suave guitarra de cadencias jazz ilumina de forma
tan repetitiva como hipnótica otra de las canciones destacadas del álbum
elegida como segundo vídeo. Para cerrar, "Acepto casas", buena
despedida con tintes épicos en la que destaca la voz de Julen Palacios.
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