Los
aficionados a la música compartirán conmigo la experiencia de que hay discos
que no se pueden describir en un texto. No se puede comunicar la sensación que
produce su escucha palabra a palabra, si no latido a latido. Sumergirse en el
lírico universo de Ana Béjar, que tan bien ha sabido condensar en los cinco
cortes que configuran "The Good Man", es aceptar su invitación para
entrar en ese parlour en el que en
tono confidencial comparte con nosotros su primera y afortunada aventura en
solitario. El próximo 11 de marzo disfrutaremos de su presentación en la Sala
Siroco de Madrid.
Esas canciones de consistencia etérea
encontraron su soporte físico en el magníficamente editado vinilo con la firma
del sello granadino Luscinia Discos que
salió a la venta el pasado 22 de enero. Gracias a Ana, pude disfrutar de su
nuevo trabajo antes de que se publicase y desde entonces me ha acompañado
durante muchas horas, algunas buenas y otras no tanto. Es difícil hablar ahora
de cinco canciones que han formado parte de tu banda sonora personal en los
últimos meses. Su escucha está ya teñida de numerosos recuerdos. Reconozco que
no puedo ser objetivo, e intentar demostrar lo contrario sería un esfuerzo tan
inútil como intentar describir con palabras el universo de sensaciones que
encierra una obra como "The Good
Man".
Fotografía: Marine de Lafregeyre
Para su debut en solitario se ha rodeado de grandes
colaboradores con los que ha conseguido delinear el sonido personal e intimista
que destila la obra. Jesús Martínez,
arreglista y productor, también contribuye encargándose de guitarras, synths,
piano y cuerdas. Aldo Linares pone
su toque a los sintetizadores mientras Alfonso
H. Tarancón (batería) y Pablo Zúñiga
(bajo) componen la sección rítmica. Salome
Sagüillo aporta las delicadas notas de su metallophono y su monotron.
Todos ellos han sido cómplices en el diseño de ese muro sónico que habita los
cinco cortes del álbum. Una fascinante arquitectura musical que brilla como la
precisa y geométrica belleza de un mineral pero sobre la que late un instinto
orgánico que la hace apoderarse de nuestros sentidos y acercarnos a un
inevitable misticismo.
Si ya conoces la larga trayectoria de
la jerezana, puedes saltarte este párrafo, pero en caso contrario te la resumimos
brevemente. El viaje que transcurre entre "Come what may believe what I say", uno de
los primeros temas con los que se dieron a conocer Usura, la banda
madrileña de noise-pop de los noventa de la que fue vocalista la
jerezana Ana Béjar, y "In the Parlour", canción de
presentación de su último trabajo, ya en solitario, es tan largo como
fructífero. Si con Usura nos dejó "Hake Romana" (Elefant Records, 1993), con su siguiente banda, Orlando, registró el no menos importante "Songs before sunrise". Con el cambio de milenio, Ana amplía su cartografía
compositiva para aventurarse en otros formatos: Junto a Ramón Moreira (ex-miembro de Usura) monto TODO publicando a finales de 2013 "Waiting", una obra que se acerca al folk. Con Carlos Suero formó íO, dúo que exploró formatos más electrónicos.
Ahí van las cinco gemas que encierra
este "The Good Man". Quizás no sea casual el alumbramiento de esta
obra a finales de enero, pues su esencia está más próxima al intimismo invernal
que a la exhuberancia veraniega. Un disco en el que la introspección que nos
sugiere su autora, es un ejercicio tan necesario como gratificante una vez
depositas la aguja sobre su primer surco. No podemos resistirnos a la
invitación de Ana para compartir su parlour.
Fotografía: Marine de Lafregeyre
"In
the Parlour"
El término parlour es el equivalente
decimonónico de la ya también caduca, sala de visitas. Ese recinto en el que el
anfitrión agasaja a sus invitados y comparte confidencias con ellos. Ana coge
el timón de su nave y atravesando la niebla nos conduce en una canción de
cadencia reposada, serena, con la que
Ana teje el tema. Un tema que empieza con unas melodías casi perezosas de
teclados y guitarra, sobre las que se arrastra la voz más árida del registro de
Ana. Tema lleno de claroscuros, sobre los que el estribillo proyecta una luz
otoñal que le añade melancolía. Piano final efímero pero brillante como la
última luz del ocaso, lleno de ecos que evocan las paredes de ese parlour
apenas amueblado, pero cómodo, al que Ana nos ha invitado a entrar.
"En
el puente del aire"
Nuevo giro en la voz de Ana para cantar
en español e inglés. Suspendidos en el puente del aire, asistimos a su
exorcismo. Una turbia guitarra acústica abre el cauce sobre el que fluye su
cristalina voz, una voz que nos envuelve como una exuberante enredadera que
crece hasta cubrirnos y susurrarnos al oído. Esta vez en castellano recitando
versos como: "Todos sus lamentos y todas sus risas, todos sus intentos por
atravesar este universo". Ana
derrama estrofas, arropada por una telaraña de coros, teclados, guitarras con
los que cubre al oyente, en una canción cálida como un fuego de chimenea a la
vez que fresca como agua del deshielo. Como en el resto de las canciones, los
coros se dejan caer como lluvia fresca, sorprendiéndonos embelesados.
Percusiones finales que evocan tribales ritmos atávicos para concluir, junto la
omnipresencia de los teclados, la segunda confesión de Ana.
Fotografía: Marine de Lafregeyre
"No
return"
Tras dos canciones con ella, ya nos
sentimos a gusto en su parlour. Por ello no nos sorprende "No
return". Coros de Ana sobre el harmonium, para una canción austera con
ausencia de guitarras. Sólo esos fondos atmosféricos sobre los que planea con
cadencia hipnótica la voz de Béjar sobre la repetición monótona de los acordes
de los teclados. Envueltos en la nebulosa cálida y casi monocorde que los
acompañan, Ana escancia su versos componiendo una solemne liturgia. Una canción
que puede hacer que se pare el tiempo.
"Visitation"
Guitarras acústicas alumbran el tema
más luminoso del vinilo. De nuevo Ana sabe dirigir nuestro estado de ánimo
hacia terrenos serenos y hermosos. Corte que abre una imaginaria ventana por la
que la brisa y la luz se cuelan entre los surcos del vinilo. Sin la intensidad
necesaria para despertarnos del sueño, Ana descorre las cortinas del parlour y
nos mece con una canción que finaliza con el magnífico contrapunto de una
guitarra española. Una muestra más de como con muy poco la jerezana sabe
conseguir erizar el vello del oyente.
"Tongues
on fire"
Dead can dance o Portishead. Una
canción casi a capella, con un sutil encaje tejido por una fantasmagórica
guitarra y los acordes de teclados con ecos de iglesia. Literalmente oímos al
viento soplar sobre una Ana asomada al acantilado, que sin vértigo nos susurra
"Tongues on fire". Solemnidad final para cerrar la puerta de ese
parlour después de una más que agradable visita al mundo interior de Ana Béjar. Si el tópico dice que una
imagen vale más que mil palabras, tras un repaso a los surcos de "The Good Man" volvemos a
reconocer que un solo acorde o un solo verso, puede valer más que mil imágenes.
Tan hermoso como imprescindible.
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