Desde la
primera vez que vi a Ara Malikian en
un escenario tuve claro que si alguien podía unir música clásica, música
contemporánea y espectáculo, era él. La capacidad de tocar con un innegable
virtuosismo y poner pasión en cada una de las notas interpretadas se da pocas
veces en un mismo intérprete. Y Ara, quizás por sus propias experiencias
vitales, sus muchas anécdotas para contar con un sentido del humor finísimo y
su capacidad para interpretar la música, dentro de los cánones más clásicos
pero con la actitud más desenfadada, es propia de quien ha sabido dar un giro a
la interpretación con el violín para transformar lo que podía ser sólo un
concierto en una experiencia realmente emocionante.
El
intérprete, libanés de origen armenio, salía anoche al escenario de un Palacio
de Congresos que registró el sold out horas antes del comienzo del espectáculo,
caminando solemnemente mientras tocaba con las manos el violín para situarse
junto a su banda bajo las luces azules que le daban una imposible seriedad a un
primer tema Dzovarev, un tema propio "de rollo" libanés, como él mismo, que sin embargo acababa rompiendo con los
primeros acordes de Misión Imposible para dejar claro que ahí terminaba la posibilidad
de ver un concierto de violín a la usanza.
Supimos
después, en una de sus anecdóticas historia a caballo entre la realidad, el
humor y una capacidad inventiva de Ara Malikian, que su estancia en Alemania y
ciertas confusiones acerca de su origen judío dieron lugar a una composición “rollo
moro”. Porque, este intérprete, no se conforma con tocar partituras ajenas,
sino que de vez en cuando compone sus propios temas, a los que llama,
modestamente “picos” comparando el jamón ibérico (las composiciones de otros)
con los picos que les acompañan, que según él, son como el pienso de gato, pero
a nosotros nos supieron a pan de Alfacar con picual, por hacer un símil local
que seguro se entenderá muy bien.
Sonó
también, relacionada con otra de sus anécdotas, esta vez la de haber tocado con
Boy George y haber conocido a Radiohead cuando apenas les conocía nadie, un “Paranoid Android” que despertó la emoción colectiva de una forma unánime. Desde ahí,
pasar por "La vida breve" de Falla, "El verano" de Vivaldi, el "Zapateado" de Sarasate, o saltar a Led Zeppelin sin
despeinarse fue una tarea que llevaba a cabo con una naturalidad y una destreza
propia de los grandes maestros, como lo es él mismo.
Tan grande
como el resto de músicos que le acompañan, seis mas él en total en el
escenario, entre Humberto Armas (viola), Jorge Guillén (violín), Nantha Kumar (tablas indias), Héctor (percusiones), violoncelo y Tania Bernáez (contrabajo) todos ellos imprescindibles para tocar ese "15" (Picos & Jam Records) que es el último álbum de estudio del intérprete, con el que celebra precisamente los quince años que lleva viviendo en España.
Demostraba
así que su paso por una orquesta clásica no sólo le sirvió para alcanzar la
destreza necesaria para escapar del foso, sino que hoy en día puede ir
rescatando del foso a otros compañeros para tocar el violín como si fuese una
estrella del rock, entre saltos, vueltas, idas y venidas por el escenario que
sirvió para el estreno de su “Fantasía Granadina nº 2” (algo en su forma de
contarlo nos hizo sospechar que esa fantasía toma el nombre de todas las
ciudades por las que va pasando.
Impresionante
momento el de su interpretación de un "Zyriab" de Paco de Lucía en el que puso
tanta pasión que terminó rompiendo una cuerda y teniendo que “contar muchas más
chorradas” para hacer tiempo mientras se la cambiaban.
Entre sus
composiciones propias, un “Vals de Kairo”, dedicado a su hijo, que aún no había
nacido cuando él la compuso, "Pisando flores" o un “1915” que nos sumergía, con una drástica
bajada de luces, en mitad del holocausto armenio, pueblo al que va dedicado el
tema.
Poco amigo
de hacer bises, aclarando que aunque al principio dijo que el concierto iba a
durar 5 horas y 56 minutos sólo había sido una pequeña mentira, animó al
público a aplaudir mientras hacían el “teatro” de saludar para despedirse
sabiendo que realmente no se iban a ir porque estaban muy a gusto en el
escenario.
Una pieza
desenfadada y tocada con mucho ímpetu daba lugar a dejar solos al resto de
músicos sobre el escenario, tiempo que aprovechan para hacer un popurrí musical
en el que ir demostrando por qué son los músicos elegidos para acompañar a este
gran músico en su gira. Tras la despedida real, les tocó hacer unos segundos
bises en los que, la pieza elegida esta vez fue el "Aria" de J. S. Bach mientras el
violinista bajaba del escenario y se paseaba entre un público realmente
conmovido.
Me consta,
incluso, que a alguno se le metió un poco de sentimiento en el ojo mientras Ara
Malikian paseaba a Bach entre la gente para cerrar más de dos horas de
concierto con un recorrido realmente fascinante por la música de todos los
tiempos interpretada hoy, como si no hubiese mañana.
Crónica: María Villa
Fotos: Javier Martín
Más fotos en: JAVIER MARTÍN
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