Fominder + Chlorophile. El Asesino.
Valencia, 5 – 3 – 2016
“Mis canciones son más importantes
que yo”. Quizás una afirmación así, escuchada en “El circo
robado”, suene excesiva, pero anoche, sobre el escenario del
local clásico del valenciano Cedro, El asesino,
esa frase cobraba cierto sentido y visos de razón: Fominder,
banda zaragozana, aterrizaba ayer en una Valencia odiosamente
pre-Fallas (lo que significa calles cerradas, autobuses que pasan muy
de tanto en tanto...) para presentar su nuevo álbum, “El circo
robado”, nombre también de su gira.
Fominder es una de esas raras
excepciones en las que un cierto número de influencias dan lugar, a
base de talento y una acusada, contrastada y tremenda personalidad, a
algo nuevo, de una hermosura particular, como encontrar una flor en
medio de un desolado páramo desierto. Una voz dura, de texturas casi
pomposas y operísticas, unas potentes guitarras rock y un dulce
fondo pop, acompañadas de unas canciones tristes y melancólicas
sobre la soledad y la necesidad de descansar la mente en una sociedad
que oprime cualquier asomo de ilusión, fantasía, y, finalmente, una
libertad original, la del niño que sueña con un mundo mejor
mientras a su alrededor todo parece derrumbarse (tema que se va
repitiendo una y otra vez en las letras de la banda), llevan al
extremo esa rara combinación.
A Fominder les había visto ya
en el Deluxe Pop Club, cuando vinieron a presentar su anterior
cd, “Kosmodermia” (como “El circo robado”, en
descarga gratuita en su bandcamp), en una versión menos eléctrica,
pero, ayer, por fin, los pude ver en toda su enorme potencia y
carisma. La treintena de personas que se quedaron a su concierto
seguro que lo comparten igualmente.
Y digo la treintena de personas que se
quedaron porque cuando llegué a la sala estaba empezando Chlorophile
delante de casi un centenar (y si no eran cien, lo parecía; tal era
la asfixia de gente en la sala. No había manera de acercarse a diez
metros del escenario). Chlorophile se presentaba en un
formato, por contra, más “acústico”, tal y como habían estado
avisando toda la semana por lesión de su batería (que se quedó
tocando la pandereta durante el concierto), aunque reconozco que no
había escuchado nada, hasta ayer, de ellos. Mi primera impresión es
la de haber visto a una de esas bandas americanas que abarrotan los
pubs de Estados Unidos entre semana: ahora sacaban el saxofón
y se acercaban a Beirut, como se iban un poco hacia el
bluegrass, o de repente la emprendían a toquecillos de Neil
Young.
En Chlorophile todo sonaba en su
sitio, bonito, pero a la vez dejaban un pequeño espacio para un
bello y nada pretencioso caos. Era sólo gente joven (sí, juvenil,
como me mencionó en la sala un conocido) que disfrutaba de poder
presentar sus sumamente agradables canciones, mucho mejores que la
media no sólo local, sino también nacional. Y las canciones son lo
más importante.
Más info:
Fominder
Chlorophile
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