Es cierto, como lo cuento, que con Perro Mojado he tenido desde la primera vez que les escuché, una sensación de “sÃ, pero” y que siempre me he emplazado a mà misma a otra escucha más para poder hablar del grupo con conocimiento de causa. Para mà son como los cacahuetes con wasabi, que empiezas a comer y sigues comiendo más sólo porque no sabes si te han gustado o no. Sencillamente, es un sabor extraño al que no estás habituada.
Perro Mojado son asÃ, un sabor “extraño” que se diferencia claramente de la tendencia indie local y te dejan pensando un rato, pero llegar a Planta Baja el sábado y ver que la sala ya se habÃa llenado para ver actuar a los teloneros, despeja cualquier duda previa, y con el ambiente bastante caldeado, sólo queda llegar a la primera fila a compartir sudor y empujones con los que ya te han cogido la delantera.
Bolazo señores, de esos en los que la actitud, de la que cada dÃa tiene más este grupo granadino, marca la diferencia. Perro Mojado revolucionó Planta Baja a base de punkrock y rock garajero cantado a pecho descubierto, entre cerveza que se escupe y público que te devuelve “el cumplido”, sucio, sudoroso, a ritmo de punk gamberro, reviviendo la esencia de esos sitios que ya son historia en la ciudad, como el Tornado, pero que un dÃa fueron la meca de los que sabÃan que hay vida después del ruido.
Con el ambiente tan caldeado que hizo falta salir fuera a tomar aire mientras se producÃa en consabido cambio de instrumentos The Parrots subieron al escenario con las pilas bien cargadas, y reviviendo ese espÃritu garaje rock que invita a olvidarse de que estás en un escenario y seguir haciendo el bestia como si estuvieras en el ensayo entre amigos. No por bajar la calidad, sino por subir la espontaneidad, que es lo que hizo esta banda madrileña que, a ratos se bajaba a cantar entre el público y, a ratos, dejaban al público mezclarse con ellos sobre el escenario.
Creaban asÃ, con sus ritmos frenéticos y su actitud fuera de convenciones, con un directo vibrante que se venÃa arriba por momentos, un ambiente propicio a perder la cabeza y dejarse llevar por un rato. El mismo desenfreno que se habÃa vivido con sus predecesores en el escenario es el que siguió reinando a pie de pista durante la actuación de la banda. Gran elección, sin dudas, la de Fuzzy Chain, promotora tan gamberra como los grupos que trae a la ciudad, que está revolucionando el panorama de lo directos locales.
Con The Parrots ocurre que, como su fama (de irreverentes) les precede, te esperas que pase cualquier cosa más que reseñable sobre el escenario y en el fondo, que todo transcurra con la “normalidad” que suele vivirse en este tipo de conciertos, te deja el regusto de pensar que quizás podÃan haber ido a más, si no musicalmente, que lo bordaron, sà escenográficamente donde el público se quedó esperando alguna “salida de tono” más extrema que, sin embargo, no se produjo.
Termina el concierto y la sensación general es de que ha sido una gran noche, porque sales sudando, empapada en cerveza y preguntando dónde sigue la fiesta y yo, como Chus Lampreave en ‘Amanece, que no es poco’, despejo mis dudas musicales sobre la noche y, sin dudas, “me lo apunto satisfactorio”.

Fotos: Enrique Arias (El Transistor)
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