De los recuerdos nunca se vive. O nunca se debería vivir.
Aquellos que, circunscritos al contexto de un concierto en una sala de aforo
medio, acuden al reencuentro con el artista que una vez les demostró que hay
otra forma de hacer música, alternativa por diferente más que por
anti-mediática, sentimental por sentida más que por romántica y coherente más
por trabajada que por trabajosa. Con letras únicas, crípticas y enroscadas en
sí mismas y en los pensamientos de los otros, y unos arreglos escuálidos que
dejaban en los huesos todos los adornos de las producciones infladas e inanes
que solían copar las ondas y las antenas parabólicas de un momento clave en el
nacimiento de un nuevo pop español. Sí, era el famoso indie, denostado por tantos modernos actuales y pasional entre
miles de oídos cansados de intentar ser las ovejas negras de un rebaño de
orejas adocenadas. Y ahí, dotando de entidad y personalidad al cotarro, estaba
Antonio Luque, un sevillano peculiar que leía a los clásicos y trabajaba en una
fábrica y que intentaba convertirse en el soberbio escritor de canciones que
fue poco después. Y que aún es. Camuflado bajo una proverbial máscara de
timidez y distanciamiento, Sr. Chinarro, su alter
ego, empezó a grabar discos esenciales y a cimentar una carrera que supera
en la actualidad la docena de largos y se jalona en otro camino paralelo de
colaboraciones, versiones y trabajos más cortos. Lo que vienen a ser EPs ya casi convertidos en joyas sonoras de las calificadas “de culto”. Así, paso a
paso, sin prisa pero sin pausa, es como se fabrica un antiídolo, como
seguramente a él le encantaría denominarse.
Acostumbrado,
y a veces forzado por la necesidad, a cambiar de banda con cada disco y gira,
siguió hace un año los sabios consejos de J, otro “rarito” imprescindible de la
escena, para contratar a los jóvenes músicos que integran Pájaro Jack, banda
granadina de bien ganada reputación, y se metió en el estudio a grabar la
última hornada de temas que conforman ‘El progreso’, un álbum que por
composición y arreglos bien podría haber firmado el productor con sus
compañeros de Los Planetas, solo que le faltaría el rango literario que aporta
el autor, patente en las versiones en directo –recién estrenadas, por cierto,
pues el disco había sido publicado tan solo un día antes de esta presentación-
de ‘Efectos especiales’, ‘Walden’, ‘Maravilla’ (la más monótona de la última
producción) y ‘El progreso’, que no se sabe si gana o pierde sin la voz
original de Soleá Morente, una de las asociaciones más esperadas y
desconcertantes. Especial protagonismo debería tener en la nueva ronda de
conciertos una composición descomunal como ‘El castigo’, aún en fase de ensayo
y error y en la obviedad de no ser de dominio público. Sin duda, una de las que
permanecerán en el zurrón de imprescindibles para los seguidores presentes,
pasados y futuros de un personaje tan constante como irregular. No ceja el
señor Luque en el empeño por encasillarse en el escuadrón de artistas
falsamente inaccesibles y enlaza temas cuya continuidad solo entiende el aficionado
de base, que ha entendido sus cuitas y agobios por tocar ante apenas un puñado
de personas que escuchaban atónitos a un cantante monocorde e indescifrable.
Ahora que ha podido grabar discos de apertura como ‘El mundo según’ y ‘Presidente’
es de agradecer que siga paseando por ‘El lejano oeste’ y acompañe a su
(nuestra) querida ‘Ángela’ a darse un paseo junto al majestuoso caballo ‘Babieca’
y a la vez cantarle a otro amor ‘Del montón’, dedicándole el hueco que siempre
reserva a su lado rumboso e inundando de folclore canciones que en otro tiempo
no saldrían de un cuarto de sonido oscuro e impenetrable.
Tiene
en gran estima al disco que marcó el después en su carrera: ‘El fuego amigo’, y
por ello continúa abriendo algunos conciertos con los ‘Dos besugos’ que lo
miran al abrir la nevera y mirando hacia el horizonte nublado por si puede
vislumbrar ‘El rayo verde’; pero también sabe que ‘Ronroneando’ fue un trabajo
minusvalorado que no pasó con la gloria que merecía y sí con la pena que parece
redimir extraordinarios himnos como ‘Los ángeles’ y ‘Los amores reñidos’, que
serán todos los que tú quieras. Mientras, vuelve a dibujar una ‘Perspectiva caballera’ –probablemente el mejor disco que ha grabado en el último lustro-
con ‘Droguerías y farmacias’, servilletas con bocetos y ‘El viaje astral’ que
no se nos da mal. Dos temas redondos y llenos de recovecos que su banda
ensancha al antojo del barbudo jefe. La camisa rosada intenta compensar el
desaliño y el gesto de resaca infernal entonando ‘Todo acerca del cariño’,
melodía a la que debe tener un cariño especial al no haberla sacado del
repertorio desde que la grabó para el prescindible ‘Menos samba’ y la básica
para ir recogiendo los bártulos mientras la gente empieza a pasárselo bien ‘Una
llamada a la acción’. Ripios y desparpajo al poder, lo cual viniendo de quien viene
no resulta demasiado creíble. Sin embargo, convence por la vía rápida y
despacha un set directo, tocando varios palos dentro del mismo y dejando un
sabor de boca agridulce por la brevedad (una hora y adiós) y la sensación de
confianza e infalibilidad de una banda y un músico que en realidad es un
escritor. O al revés. En el sur, su patria y la de todo el que quiera que lo
sea, y en la cordobesa sala Hangar para más señas, siempre estaremos esperando
una nueva visita. Será mejor que la última o no, pero en lo imprevisible está
la diversión.
Texto: JJ Stone
Fotografías: Raisa McCartney
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