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viernes, abril 15, 2016

Sr. Chinarro - Sala Hangar (Córdoba) 09/04/16

De los recuerdos nunca se vive. O nunca se debería vivir. Aquellos que, circunscritos al contexto de un concierto en una sala de aforo medio, acuden al reencuentro con el artista que una vez les demostró que hay otra forma de hacer música, alternativa por diferente más que por anti-mediática, sentimental por sentida más que por romántica y coherente más por trabajada que por trabajosa. Con letras únicas, crípticas y enroscadas en sí mismas y en los pensamientos de los otros, y unos arreglos escuálidos que dejaban en los huesos todos los adornos de las producciones infladas e inanes que solían copar las ondas y las antenas parabólicas de un momento clave en el nacimiento de un nuevo pop español. Sí, era el famoso indie, denostado por tantos modernos actuales y pasional entre miles de oídos cansados de intentar ser las ovejas negras de un rebaño de orejas adocenadas. Y ahí, dotando de entidad y personalidad al cotarro, estaba Antonio Luque, un sevillano peculiar que leía a los clásicos y trabajaba en una fábrica y que intentaba convertirse en el soberbio escritor de canciones que fue poco después. Y que aún es. Camuflado bajo una proverbial máscara de timidez y distanciamiento, Sr. Chinarro, su alter ego, empezó a grabar discos esenciales y a cimentar una carrera que supera en la actualidad la docena de largos y se jalona en otro camino paralelo de colaboraciones, versiones y trabajos más cortos. Lo que vienen a ser EPs ya casi convertidos en joyas sonoras de las calificadas “de culto”. Así, paso a paso, sin prisa pero sin pausa, es como se fabrica un antiídolo, como seguramente a él le encantaría denominarse.

Acostumbrado, y a veces forzado por la necesidad, a cambiar de banda con cada disco y gira, siguió hace un año los sabios consejos de J, otro “rarito” imprescindible de la escena, para contratar a los jóvenes músicos que integran Pájaro Jack, banda granadina de bien ganada reputación, y se metió en el estudio a grabar la última hornada de temas que conforman ‘El progreso’, un álbum que por composición y arreglos bien podría haber firmado el productor con sus compañeros de Los Planetas, solo que le faltaría el rango literario que aporta el autor, patente en las versiones en directo –recién estrenadas, por cierto, pues el disco había sido publicado tan solo un día antes de esta presentación- de ‘Efectos especiales’, ‘Walden’, ‘Maravilla’ (la más monótona de la última producción) y ‘El progreso’, que no se sabe si gana o pierde sin la voz original de Soleá Morente, una de las asociaciones más esperadas y desconcertantes. Especial protagonismo debería tener en la nueva ronda de conciertos una composición descomunal como ‘El castigo’, aún en fase de ensayo y error y en la obviedad de no ser de dominio público. Sin duda, una de las que permanecerán en el zurrón de imprescindibles para los seguidores presentes, pasados y futuros de un personaje tan constante como irregular. No ceja el señor Luque en el empeño por encasillarse en el escuadrón de artistas falsamente inaccesibles y enlaza temas cuya continuidad solo entiende el aficionado de base, que ha entendido sus cuitas y agobios por tocar ante apenas un puñado de personas que escuchaban atónitos a un cantante monocorde e indescifrable. Ahora que ha podido grabar discos de apertura como ‘El mundo según’ y ‘Presidente’ es de agradecer que siga paseando por ‘El lejano oeste’ y acompañe a su (nuestra) querida ‘Ángela’ a darse un paseo junto al majestuoso caballo ‘Babieca’ y a la vez cantarle a otro amor ‘Del montón’, dedicándole el hueco que siempre reserva a su lado rumboso e inundando de folclore canciones que en otro tiempo no saldrían de un cuarto de sonido oscuro e impenetrable.

Tiene en gran estima al disco que marcó el después en su carrera: ‘El fuego amigo’, y por ello continúa abriendo algunos conciertos con los ‘Dos besugos’ que lo miran al abrir la nevera y mirando hacia el horizonte nublado por si puede vislumbrar ‘El rayo verde’; pero también sabe que ‘Ronroneando’ fue un trabajo minusvalorado que no pasó con la gloria que merecía y sí con la pena que parece redimir extraordinarios himnos como ‘Los ángeles’ y ‘Los amores reñidos’, que serán todos los que tú quieras. Mientras, vuelve a dibujar una ‘Perspectiva caballera’ –probablemente el mejor disco que ha grabado en el último lustro- con ‘Droguerías y farmacias’, servilletas con bocetos y ‘El viaje astral’ que no se nos da mal. Dos temas redondos y llenos de recovecos que su banda ensancha al antojo del barbudo jefe. La camisa rosada intenta compensar el desaliño y el gesto de resaca infernal entonando ‘Todo acerca del cariño’, melodía a la que debe tener un cariño especial al no haberla sacado del repertorio desde que la grabó para el prescindible ‘Menos samba’ y la básica para ir recogiendo los bártulos mientras la gente empieza a pasárselo bien ‘Una llamada a la acción’. Ripios y desparpajo al poder, lo cual viniendo de quien viene no resulta demasiado creíble. Sin embargo, convence por la vía rápida y despacha un set directo, tocando varios palos dentro del mismo y dejando un sabor de boca agridulce por la brevedad (una hora y adiós) y la sensación de confianza e infalibilidad de una banda y un músico que en realidad es un escritor. O al revés. En el sur, su patria y la de todo el que quiera que lo sea, y en la cordobesa sala Hangar para más señas, siempre estaremos esperando una nueva visita. Será mejor que la última o no, pero en lo imprevisible está la diversión. 


















Texto: JJ Stone
Fotografías: Raisa McCartney

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