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lunes, mayo 23, 2016

Nikki Lane. Loco Club (Valencia). 19/05/2016

La forajida de Nashville reivindica la desnudez country de sus canciones en su primera presentación en Valencia. 


El título del segundo y póstumo disco de Gram Parsons fue "Grievous Angel", algo así como "ángel ebrio", en traducción libre. Ese mismo calificativo podría, perfectamente, servirnos para describir a esta forajida del country de Nashville. Una especie de aura rodea a Nikki Lane tanto en el escenario, como fuera de él. Posee un magnetismo similar, precisamente, al de  Emmylou Harris, pero con tattoos en los brazos y copa de vino en ristre. Esa equidistancia entre lo angelical y lo canalla le confiere algo especial que la hace única, y lo sabe. 

Ante un público de número discreto (cómo no, Valencia, la americana, los jueves...) pero altamente expectante, se presentaba la cantante que, para disgusto de algunos con carácter previo al concierto, no venía con banda completa, sino en formato reducido y acústico. Esto, que podría parecer un flaco favor al disco que aún presenta, "All or nothing" (2014), de opulenta producción a cargo, nada menos, que de uno de los grandes reyes midas del rock actual, Dan Auerbach (Black Keys), sorprendentemente , fue el gran acierto de uno de esos conciertos que uno tiende a recordar con una sonrisa en la cara durante tiempo.

Y lo fue, precisamente, porque en Nikki Lane late el mismo corazón que latía en Wanda Jackson, Patsy Cline, Willie Nelson o Johnny Cash. Un corazón rebelde, auténtico y tan enraizado en tradición como en actualidad, que pide a gritos ser escuchado despojado de artificio. Las canciones de esta bellísima y carismática mujer, que llena el escenario como pocos saben hacerlo, ganan enteros cuanto más se las desnuda, pues están compuestas con ese corazón sangrante en la mano. Ofrece su alma en cada nota, cada palabra que suelta en el escenario. Real como la vida misma. 

Por eso este tipo de conciertos de formato reducido son a veces oro puro. Porque, a pesar de no estar viendo un espectáculo pirotécnico de rock según lo esperado (o precisamente por ello) ofrecen una dimensión de la música tal como fue creada en origen. Si se sabe trasladar dicha esencia al escenario, nos encontramos ante la mayor verdad que se puede escuchar en él. En ese sentido, el set que Nikki y su banda (un hábil guitarrista madrileño que lleva tiempo con ella en Nashville y una corista que, muy en su lugar, armonizaba perfectamente con su voz) desplegaron el jueves noche, fue un dechado de autenticidad y todo un regalo. 

Las canciones del mencionado "All or nothing" y del anterior "Walk of shame" (2011), tienen un lado eminentemente country, en muchos de los casos, que no se muestra en dichas grabaciones. "Right time", "Gone, gone, gone", "Good man", "I don't care", "Walk of shame" o "Seein' double" encuentran otro sentido completamente diferente cuando son desvestidas de artificios rock y respiran el aire del acto en vivo. Y, la verdad, no pierden nada en absoluto, sino al contrario: ganan la partida a una producción que, aunque efectiva de cara a sonar en la FM, resta alma a las raíces de su sonido. 

Su actuación, que además se vio enriquecida (otro punto para la exclusividad de la ocasión) por la presencia del violinista de los locales e interesantes Badlands, Raff Deen, que dotó de una dimensión todavía más "barnyard dance" a algunas de las canciones, siguió una trayectoria ascendente, repasando sobre todo temas de su segundo disco, pocos de su primero y alguno también del próximo, "Highway queen", anunciado recientemente y urdido a medias con Johnathan Wilson, uno de los popes del folk rock americano actual. Esos temas nuevos, como "700.000 rednecks" o "Highway queen", muestran precisamente una faceta mucho más enraizada que los demás, lo cual apunta a una dirección más purista, que es precisamente la que se desplegó en este concierto, en el que también cupieron recuerdos para el malogrado recientemente Merle Haggard (el outlaw original), con una lectura soberbia de su "Sing me back home" o una perfecta recreación del clásico de Bob Dylan "You ain't going nowhere"

En resumen, sorpresa, ausencia de artificios y calidad supina en uno de esos conciertos que uno se siente afortunado de haber podido disfrutar. No se engañen, algo como esto, en un ambiente tan relajado, tan cercano, tan adecuado, será difícil de repetir: la próxima vez que oigamos hablar de esta mujer será con letras grandes y si no, al tiempo. Hay veces en que quedarse en casa, es el peor de los errores. Yo esta vez, no lo cometí. Y me alegro mucho por ello.














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