Tulsa. El Loco Club. Valencia, 5 –
5 – 2016
Somos Tulsa, y os vamos a
ofrecer un pequeño espectáculo rock. Algo así creo recordar de
anoche (de ahí el no entrecomillado) que es lo que decía, tras la
presentación del resto de su banda (teclados y batería), la
cantautora Miren Iza.
Y es que Tulsa ha dejado de ser
una de esas bandas con las que Subterfuge intentaba marcar un
poco las distancias más popies de su recorrido previo, recogido, con
amor y rosado olor a Instagram vintage (y seguramente mucha más
ilusión, para qué mentir), por la discográfica Elefant Records,
para convertirse en algo más. Sí, algo más también que la banda
compositora de himnos para indies y hipsters (que también lo es,
claro, sobre todo a raíz de su intervención en la película de
Jonás Trueba, “Los exiliados románticos”, film
que le ha dado una nueva luz a la banda tras su parón americano de
cinco años. Personalmente, no me cabe duda de que será una gran
película, como ya lo fueron las dos previas de su director, “Todas
las canciones hablan de mi” y “Los ilusos”... título
también de una canción de Tulsa).
Y ese algo (que nunca han tenido bandas
tan groseras e inanes como, por ejemplo, Vetusta Morla o
Supersubmarina) es, para mi, la elegancia en su trazo al
bascular entre el rock indie a lo Christina Rosenvinge, el
dream pop y toques de folk, pero sobre todo su ensoñadora y evasiva
emoción a flor de piel, directa a la línea de flotación del
irresponsable enamorado que paga con sufrimiento su atrevimiento de
enamorarse de la chica equivocada (o a la inversa), de ésa a la que
acaricia el pelo cada atardecer, con la que lee libros de Kundera
o compra los periódicos los domingos por la mañana (en afortunada
expresión de esa gran película que es “Beautiful Girls”):
la base de todo el pop, ahora triste ahora alegre, que ha conformado
nuestra (también mía: quien esté libre de pecado...) expresión y
subcultura vital.
Tulsa está entrando en una
etapa feliz, para ellos y para el que los escucha: durante los
escasos cincuenta minutos del concierto de anoche en El Loco Club
(pocas veces te vas de una sala antes de las once de la noche: por un
lado se agradece, por otro te quedas con ganas de más, mucho más),
descubres que Tulsa está empezando a ofrecernos verdaderos
trallazos: “Gente común”, por su imparable velocidad, es
el más evidente, pero sin desdeñar esa vertiente más melancólica
que anida hasta destrozarte en “Los amantes del puente” u
“Oda al amor efímero”. Sus versos, llenos de dulzura
(nunca pegajosa ni azucarada, seguramente por el tratamiento sonoro
austero, tanto en instrumentación como en la voz de Miren),
te acompañan al salir de la sala, cuando aún tienes una hora de
día, todo el tiempo del mundo para pensar en todos aquellos amores
que no fueron y en valorar de los que te esperan en casa con los
brazos abiertos.
Tulsa - Los amantes del puente
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