En pleno estado de Emergen&cias,
con todas las alarmas activadas, así llegamos al Teatro Caja Granada el pasado
martes dispuestos a disfrutar de un ciclo que tenía una apertura de lujo, con
un cartel en el que los consolidados Marah
compartían escenario con el local Víctor
Sánchez en una noche que resultó ser una bomba sensorial y un disfrute más
allá de la propia música. Y es que, de eso trata precisamente el ciclo, de
juntar sobre las tablas a un artista internacional con otro de la escena
granadina y, por lo que pudimos ver el martes, eso funciona.
En encargado de abrir la noche, un Víctor Sánchez en permanente buena forma, especialmente ahora que
ha dejado de ser conocido como el escudero de Lapido para reivindicar su nombre
propio. El que fuese componente de Doctor Ruina, Stereoflex y del grupo lojeño Del
Ayo posteriormente, nos sorprendió hace tres años quemando a Gram Parson y no
contento con ello volvió a dejar alto el listón con “Sacromonte”, su último
trabajo.
Si bien este no ha tenido una presentación específica en
Granada, como merece un disco de su categoría, Víctor Sánchez no nos ha privado de su escucha en directo y sabe
defenderlo con su afilada guitarra cada vez que se presenta la ocasión. Esta
vez, rodeado de una escudería de lujo con Chesco (guitarra), Carlos (guitarra),
Popi (batería) y David (bajo), alternaron temas de ambos trabajos e incluso se
remontaron al primer trabajo, inédito, de este músico granadino, para dar un
recital impecable que, sin embargo, no consiguió arrancar a la gente de los
sillones del teatro.
Los que sí arrancaron, no sólo al público, sino cables,
sonrisas y buen rollo, fueron los hermanos Bielanko, un tándem que conforma la
espina dorsal de uno de los grupos más carismáticos de la escena estadounidense, Marah. Como méritos propios, decir que una banda que estuvo
considerada como la mejor banda de rock del mundo (antes de que Wilco les
arrebatara el puesto) a la fuerza tenían que irrumpir con fuerza entre un
público que se mostró frío hasta el momento en el que el cantante salió entre
bambalinas cargado de cerveza y la repartió entre público convirtiendo lo que
tenía tintes de “recital” en una fiesta compartida que, a partir de ese
momento, no bajó la tensión eléctrica en ningún momento.
Si en su momento fue, también, la niña de los ojos de Bruce
Springteen, que colaboró con ellos en su tercer trabajo, su propuesta honesta, directa
y desprovista de artificios se ganó el favor de crítica y público por
unanimidad con un punto álgido en 2005, año de publicación de “If You Didn't
Laugh, You'd Cry” para alcanzar el cénit de su carrera y caer en el ocaso tras la
publicación de “Angel of Destruction” en 2008 año en el que cancelaron la gira
presentación de ese trabajo y dejaron al público literalmente plantado hasta
que el pasado año reaparecieran “como decíamos ayer”, o como si nada hubiese
ocurrido.
Con una fuerza enorme, contagiando buen rollo desde arriba
del escenario pero bajándose del mismo para mezclarse con el público, sentarse
en las butacas o instalarse en los pasillos con parte de la batería, guitarra y
armónica, acercándose más al folk de raíz con que zapatean a pie de calle (o de
pasillo en este caso), pero con un arranque y una conexión con la que
consiguieron que el público les siguiera hasta el escenario nuevamente y les
acompañaran, cada vez más cerca, en esa fiesta del rock que nos puso de verdad
en estado de Emergen&cias.
Crónica: María Villa
Fotos: J.J. García (fotos 1, 3,4,5 y 6) / Javier Martín (foto 2 )
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