Corizonas - Córdoba. Sala Hangar, 27.1.17

La entente formada por Los Coronas y Arizona Baby perfecciona su fórmula y suena apasionada en directo. Más cerca ahora del pop español de toda la vida que de las músicas americanas, la presentación de su nuevo disco en Córdoba fue rotunda y divertida.

El secreto está en tocar hasta desesperar. Y afortunadamente el momento del fin o el fantasma del hartazgo aún parecen lejos de asomar por el horizonte artístico de una banda que en realidad son dos, un ente bicéfalo que plasma su poder en siete músicos como siete soles, engarzando piezas procedentes de raíces cercanas y nutrientes vitamínicos que se complementan en una dieta rica además en fibra. Ese es el secreto, no darse nunca por vencidos, y en el alma de Corizonas late un espíritu combativo que se acentúa cada vez más tanto en disco como en directo. En una de las paradas andaluzas de su actual gira consiguieron que el más de medio aforo que consiguió la cordobesa sala Hangar no parase de bailar, corear y agitar cuerpos y conciencias al rebufo de unas melodías más que logradas y efectivas, por lo que pudimos comprobar desde la primera línea de combate.

No se trata de un combo de amiguetes, que también, que se unen de vez en cuando para probar la capacidad de diversión que les proporcionan sus respectivos instrumentos, sino que después de lo a gusto que se quedaron (y nos quedamos) con ‘The news today’, su primer y ya interesante disco, han decidido que Los Coronas y Arizona Baby tienen demasiados puntos en común como para dejar que el tiempo aumente una supuesta distancia que no existe entre ellos. A esas líneas paralelas y tangentes recurren para explayarse, ya con la voz de Javier Vielba (o El Meister o el predicador de las causas aún no del todo perdidas) expresando sus cosas en castellano, en la presentación de ‘Nueva dimensión vital’, un álbum lleno de melodías y encuentros esporádicos con el country, el folk y básicamente el pop de toda la vida. Tocado, eso sí, con todo lujo de detalles y llenando las canciones de matices y rincones que igual la primera vez que las escuchas no acabas de pillar. Si a ‘Run to the river’, ‘The falcon sleeps tonight’ o el himno ‘Hey hey hey (the news today)’ se le coge pronto el punto por su clara tendencia a la música americana de siempre, a las recientes enmiendas de ‘La cuerda que nos dan’, ‘Vivir y no pensar’, ‘Luces azules’ o ‘Las paredes bailan’ debes mirarlas bajo una luz distinta, más enfocada a las preocupaciones estilísticas de grupos grandes que lo fueron todo hace varias décadas (El Último de la Fila o Gabinete Caligari, de quien recuperan ese clásico oculto y maravilloso llamado ‘Malditos refranes’) y a los que miran sin complejos para cubrirse de inspiración. Los que aún veían a Corizonas como una banda de música campestre y desenfadada pueden ir celebrando su decepción.

No podemos olvidar que el otro pie para que la cosa tenga suficiente estabilidad es el del enorme Fernando Pardo, nunca bastante bien ponderado como líder de una institución como es Sex Museum, y que el flanco izquierdo lo cierra Rubén Marrón, el hippy de las mil guitarras que pone el aliento en cada acorde que les saca. Al fondo, Roberto “Loza” Lozano, al que presentan como el “batería suplente” –si es cierto, cómo sería el titular- nutre de combustible a la máquina que diseñan al lado derecho las líneas de bajo de Javier Vacas, los solos de David Krahe y las trompetas siempre necesarias de Yevhen Riechkalov, apuntando a territorios fronterizos a los que también les gusta acercarse sin miramientos. Con ‘I wanna believe’, por citar solo uno de esos varios momentos, lo hacen con fortuna, y cuando en los bises giran hacia la canción italiana en ‘Piangi con me’ no resultan ni forzados ni caprichosos. Es otro de sus puntos a favor, como elegir para completar el correspondiente capítulo de versiones el ‘Wish you were here’ de Pink Floyd (perdiendo empaque pero ganando inmediatez) y el ‘Supernaut’ de Black Sabbath (sí, aunque no lo parezca les encanta el rock duro). Por eso y por otras muchas razones ver un concierto suyo no es solo poder mezclarte con desconocidos y gritar juntos que ‘Todo va bien’, sino admirar la unión total de unos músicos y la fuerza derivada de ella. Se ríen, bromean, cogen el cencerro y se pasean entre la gente para demostrar que están como un ídem y dan la impresión de que sí, que la música no puede olvidar jamás su primera pulsión de elemento para entretener a las masas.


Si Corizonas han sido uno de los nombres más repetidos en festivales de aquí y allá durante los últimos meses y no se cansan de tocar en salas dos o tres veces por semana es por una razón muy sencilla, y todo se reduce a la misma eterna cuestión: no abandonar. Vivir haciendo lo que más te gusta y hacer un poco más felices a los demás mientras lo haces es un privilegio para todos.





























Texto: JJ Stone
Fotografías: Raisa McCartney


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