Venidos de Moscú, tras una
larga gira por toda Europa, Motorama aterrizaba ayer en
Valencia por primera vez, presentando su último álbum,
Dialogues, en un Cedro casi vacío (aunque poco a poco la Wah
Wah se fue llenando, aunque no completamente como en otros sitios
en los que ha estado Motorama, por ejemplo Berlín,
donde colgaron el sold out).
El concierto, que empezó tras una
larga media hora de montaje (en el que incluso pusieron, quizás para
endulzar la espera, una extraña versión del Bolero de
Ravel), se caracterizó por una austeridad casi espartana.
Austera en su vestuario y apariencia (con pinta de intelectuales
ensimismados de andar por casa), austera en la iluminación del
escenario, una permanente e invariable luz roja sin vida alguna,
austera en la interpretación, carente de cualquier gesto de
complicidad con el público (sólo hacia el final arrancaron en
gracias y un saludo de despedida), austera en la formación (apenas
tres personas, guitarra, bajo, batería y algunos samplers). Pero,
sobre todo, austera en la música, de carácter obsesivo y
atmosférico. Es uno de esos grupos que te sitúa en un terreno
ambiguo, onírico, casi etéreo, en algún lugar entre el pop y el
sueño sin renunciar a las posibilidades de una buena canción presta
para el baile, tan aparentemente oscuro en su superficie como
luminoso en su interior. Mi acompañante dijo que con muy poco hacían
mucho. Sé que no es mío, pero me parece el resumen perfecto.
Antes les habían teloneado los
valencianos Linqae, que plasmaron un digno preludio de
enérgico pop dance de raíces noventeras. Quizás algo repetitivo,
quizás no demasiado original, pero sin duda sumamente entretenido,
sobre todo viendo la entregada reacción del público que asistió.
No los veía en directo desde hace un par de años, de hecho desde
que lanzaron su último ep, del que ayer estaban vendiendo sus
últimas copias, y la verdad es que han mejorado bastante.
Más info:
Motorama
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