El secreto, músicos de calidad que han sido capaces de tocar y pasarlo bien sobre el escenario, algo que sin dudas es contagioso. En cabeza, unos hermanos Pardo que forman un tándem ampliamente compensado entre la simpática locuacidad de Fernando y la timidez de Miguel, rota sólo para cantar cada tema con la misma fuerza y energía que cuando comenzaron. Un incombustible que sabe salir airoso hasta de las situaciones más absurdas en las que les ponen a veces la “catetez” profunda de algunos sujetos poco evolucionados.
Junto a ellos, la precisión de Marta Ruíz al Hammond, ayudada por su “máquina infernal” y una amplísima experiencia comandando desde los teclados esta nave en la que su mano femenina aporta la esencia más profunda del rock en un mundo en el que hay poca presencia de mujeres y que, en este caso, es capaz de llenar el escenario desde su esquina como pocas intérpretes pueden hacerlo. El apartado rítmico y la base de bajo siempre en entendimiento perfecto entre Javi Vacas y el gran “Loza”, uno de los grandes baterías del que podemos presumir en este país y que, si en sus comienzos con el grupo, ya aportó una contundencia y una capacidad fuera de toda duda, en estos momentos, con toda la experiencia a cuestas, llega a niveles de perfección que hacen de Sex Museum una de las bandas más solventes que pueden escucharse en la actualidad.
Todo ello, con un amplio bagaje y una cantidad de temas imprescindibles que le dan para casi dos horas de espectáculo en el que lo dan todo de principio a fin. Sin puntos de inflexión ni curvas de nivel. Todo el tiempo a tope. Capacidad incluso para errar con elegancia, parar, retomar y hacer algún comentario ocurrente sobre la situación para salir bien parados de cualquier contratiempo.
Eso es Sex Museum, una maquinaria bien engrasada que no ha perdido un ápice de funcionalidad durante estos treinta años en los que sus fans han crecido junto a ellos. La media de edad de Planta Baja (que registró algo más de tres cuartos de aforo) se evidenciaba en las incipientes calvicies que reflejaba el proyector entre las primeras filas, sólo rota por algún jovenzuelo aparentemente fuera de su ambiente que demuestra que el rock’n’roll está muy vivo entre las nuevas generaciones. Mucha fuerza, electricidad y energía en el ambiente. Mucha actitud. Baile y desenfreno entre los fans más entregados que se situaron cerca del escenario, y los siempre ocurrentes y celebrados comentarios de Fernando Pardo, un todo terreno que se recrea en la guitarra y en el espectáculo a partes iguales.
Todo ellos para completar un repertorio cargado de hits de la banda (aunque no estuvieron todos los que son) porque, a estas alturas, son ya muchos temas, muchos discos, muchos escenarios, muchas ganas y mucha marcha. Y es que son Sex Museum, los portadores de los secretos de los rincones más recónditos del oscuro museo del sexo. Poco se puede decir que no se haya dicho ya sobre ellos.
Crónica: María Villa
Fotos: J. J. García
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