Porque el rock no es solo cosa de hombres. Un repaso por algunas de las mujeres esenciales en la historia de la música.
Se trata de una obra esencial para ir adentrándose en esa historia velada que es la de la música batallada por mujeres. Anabel Vélez hace un recorrido alfabético por esas mujeres que han trabajado la música lejos desde un punto de vista combativo y con la responsabilidad que ello conlleva. Mujeres que se suben al escenario, no solo en 2017 (Hinds, The Big Moon, Warpaint,…) sino que llevan haciéndolo desde el mismo momento en el que los hombres lo hicieron. Una historia escondida, con un legado que es de obligado repaso no solo para músicos sino para melómanos. Una de las entregas de “Guías del Rock & Roll” que firma la escritora y crítica musical Anabel Vélez.
“Rockeras” es un catálogo de intérpretes, instrumentalistas, compositoras,… ancladas en el rock, en el soul, en el country… No hay un género en el que podamos englobarlas aunque sí, todavía haya “críticos”, que deciden que hay un género formado por mujeres (y no, “banda de chicas” no es un estilo musical aunque a más de uno le estén entrando los mil males en el cuerpo). Sin embargo, solo por el hecho de ser mujeres se les ha negado la relevancia que han tenido o se ha minimizado el alcance de su música. ¿Por qué?
Más de 100 propuestas musicales lideradas por mujeres, desde PJ Harvey a The Go Go’s pasando por LaVern Baker, Britanny Howard de (Alabama Shakes) o Karen Carpenter. Textos condensados que nos resumen en prácticamente un párrafo la importancia de, por ejemplo, Aretha Franklin, Nina Hagen o Cass Elliot, para continuar con las mejores pinceladas de la trayectoria de cada protagonista. Porque “Rockeras” es un libro en el que las protagonistas están presentes pero recuerdan a las ausentes, ya sea a través de referencias, de similitudes o del propio trabajo del lector: todas aquellas mujeres empoderadas sobre el escenario, algo que parece muy moderno, muy del siglo XXI (modo irónico on), lo hacen porque nombres como Etta James, Wanda Jackson, Ruth Brown, Loretta Lynn, Nina Simone, Bessie Smith, Big Mama Thornton,… ya lo hicieron en una época mucho más cruda, sin redes sociales con las que dar un “like” y sin hombres-maridos que las sometieran. Pensad en la irreverencia de Rosetta Tharpe, que asida a su guitarra eléctrica desde finales de los años ’30, dejó huella en nombres como Chuck Berry, Elvis o Little Richard. La minoría de las minorías (mujer y afroamericana).
Un compendio necesario más que nunca. Hace unos días Cris Lizarraga, frontwoman de Belako, publicaba una carta en la que se evidenciaban aspectos que, no por acallarse, estaban olvidados. Un trato discriminatorio desde la crítica musical: “…parece que a algunos periodistas les resulta imposible limitarse a hablar de música cuando tratan sobre grupos mixtos…”, remitía a la revista ICON. En 2014 El País publicaba la crónica del Primavera Sound en la que se decía de St. Vincent “…muy moderna, que considerando que su vestuario era ochentero, con hombreras y aire de ciencia ficción retro, podría aceptarse…”. La responsabilidad de los medios con respecto a la importancia del empoderamiento femenino. ¿Para qué?. Son dos ejemplos de los miles y miles con los que nos cruzamos a diario. Ya sea en esa “prensa seria” y generalista que es capaz de decir de Annie Clark que “…se siente muy guapa…”, los blogs que en gran medida siguen recalcando que se trata de “bandas de chicas”, los promotores que buscan excusas más o menos creíbles de por qué no programan a más mujeres (“…si no hay calidad no vamos a traerlas…”),…
Leyendo “Rockeras”, nos quedamos con la sensación de que gran parte de todas las intérpretes que aparecen en el libro, no solo se dedican a evocar sus propios universos a través de sus canciones. Sleater-Kinney militan de forma muy directa desde 1994 sobre el escenario defendiendo los derechos de la mujer y denunciando las situaciones de las que todas nos tenemos que zafar. La música como un instrumento para vehiculizar la lucha diaria de las mujeres. El activismo entendido y razonado desde la cultura, en este caso la música. Sarah McLachlan puso en marcha Lilith Fair, una propuesta de festival itinerante con un cartel conformado únicamente por mujeres en 1996. Eso que está ahora tan de moda, el contar, recontar y denunciar los carteles plagados de bandas formadas únicamente por hombres, ya se puso en marcha hace más de 20 años… Y 20 años después seguimos encontrándonos con las mismas excusas.
Anabel Vélez lanza tres preguntas fundamentales en las primeras páginas de “Rockeras”: “¿Ha sabido la sociedad adaptarse? ¿Están las mujeres representadas como se merecen? ¿Es el rock aún solo cosa de hombres?”. La sociedad no se ha adaptado, evidentemente, sino que ha perpetuado y acentuado el machismo en el mundo de la música. Desde teóricos que hablan de la falocracia del rock a las miradas suspicaces que desde primera fila solo logran gritar “guapa” (y es lo más light que pueden bramar) a la guitarrista… Las mujeres no es que no estén representadas como se merecen, sino que no están. El borrado cultural de la mujer para mantener la hegemonía del creador cual Dios pleno de derechos y poderes. “Rockeras” intenta comenzar a acabar con ese borrado indiscriminado, hablando de aquellas que marcaron musicalmente bandas y estilos posteriores y haciéndolas llegar al gran público. Y desde luego, el rock sigue siendo aún cosa de hombres. Y el pop, y el metal, y el jazz, y el flamenco, y el garage, el punk, el r’n’b’,…
El peligro es olvidar y dejar que caigan en el olvido nombres como los que aparecen en este libro. El peligro es que las niñas de hoy en día carezcan de referentes como The Slits, Patti Smith, The Runnaways, L7,… y que rápidamente haya una voz (generalmente masculina) que diga: “pues para aprender a tocar, mejor que se fije en Billie Joe Armstrong o en Pat Smear”. Sí que hay referentes. Este libro está plagado de referentes a tener en cuenta. Tina Turner lo es. Janis Joplin lo es. Amy Winehouse lo es. Brittany Howard lo es… Hay referentes, pero siempre se quedan en un segundo plano. Se quedan como esa manida frase que a modo de cumplido se suele escuchar incluso en círculos relacionados con la crítica o el periodismo musical (temblad que ahí va…) “… toca como un hombre…”. Porque la puntilla final siempre, siempre, siempre, servirá para infravalorar el trabajo de la mujer sobre el escenario (ya sean técnicos o músicos).
El
libro incluye un pequeño apéndice sobre nombres latinoamericanos y españoles,
como Alaska, Maika Makovski, Denise o Soledad Vélez (quizás echamos mucho en
falta algún nombre como Ainara LeGardon) que se queda escaso y nos deja con
ganas de verlo desarrollado por completo.
“Rockeras” es importante por dos razones: el evidenciar el trabajo de estas mujeres, y el intentar prender en el lector la crítica y la conciencia crítica, algo que parece que esté en desuso y no sea muy popular. Dos razones que son esenciales para que no se quede en un trabajo anecdótico y de glosario de nombres, y que más allá sus páginas, active el germen de la curiosidad en todos aquellos que nos enganchamos a sus párrafos.
Alabama Shakes: “Don’t wanna fight” (2015)
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1 Comentarios
Interesante artículo y el libro también parece interesante. Me gustaría leerlo. Aunque discrepo en que la mujer haya sido discriminada en el pop, de hecho en los géneros más "comerciales" es donde más se nos ha visibilizado. Parece ser que sólo se quiere la presencia de la mujer en músicas "suaves" y "fáciles" donde predominan las melodías extremadamente sencillas y repetitivas y las voces con autotune y en los cuales se valora más la estética que la música.
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