Los incombustibles gallegos volvieron a Córdoba para abarrotar una sala que colgó el sold out días antes de su presentación. Está claro que los clásicos que aún hoy seguimos escuchando no solo no han muerto sino que suenan aún mejor junto a los temas más recientes y algún que otro rescate inesperado. Siniestro Total son sencillamente inmortales.
Cuando estás delante de unos clásicos, unos auténticos punks
a los que los años y los cambios de tonalidad capilar no han afectado más que
en la superficie, empiezas por reconocer que vas a ver un concierto de algo muy
parecido al rock and roll que impulsó tus movimientos adolescentes y aún llena
de combustible el motor que te mueve por el mundo. Allá donde te muevas, junto
al escenario y al fondo de la sala, ves brazos levantados, voces desgañitándose
y bailes compulsivos al ritmo de algunas de las letras más inteligentes jamás
escritas en la música en castellano. Siniestro Total, con la actual formación,
siguen sin dejar a nadie impasible y transforman sus antiguos vómitos de
hedonismo crudo en arengas sociales más o menos directas, sin olvidarse del
propósito primero y último de que a primeros de los ochenta decidieran armarse
de valor, allá en su Vigo natal –una ciudad que sigue siendo ejemplo de amor y
respeto por la música en directo-, y poner por escrito una serie de diatribas
que solo saldrían de la boca de un puñado de golfos sin conciencia. No, lo suyo
no iba por ahí aunque lo pareciese. Hoy, varias décadas después y algún que
otro conflicto inevitable en el seno de la banda, se recrean en la recreación,
redundancia válida de por medio, de aquellos himnos infalibles y atemporales
con la misma convicción y sin que la percepción quede alterada en absoluto. Más
viejos, sí; más sabios, también.
La inteligencia de los gallegos queda acentuada por la
elección de otros temas habitualmente obviados por los seguidores más
anárquicos, los que quedan camuflados en discos considerados de transición pero
importantísimos para entender dónde están hoy. ‘Dile adiós al rock and roll’,
por ejemplo, uno de los cortes más interesantes del magnífico ‘Made in Japan’,
asienta las tristes pretensiones a las que ya hace tiempo renunciaron, con todo
lo difícil que resulta asimilar que la cultura del rock, la de la música en
general, se perdió por el camino sin que nos diéramos cuenta, e inmediatamente
después resuelven de nuevo que a ‘La paz mundial’ se la han follado vilmente y
a traición todas las civilizaciones que en el mundo han sido. En su bagaje
tienen cabida personajes como ‘Emilio Cao’, que quería tocar con Alan Stivell y
era el tipo más guapo tocando el arpa en el Caurel, u otro gran olvidado como 'Keke Rosberg', un finlandés campeón del mundo de automovilismo a principios de
los ochenta que fue ídolo de muchos compañeros de generación. Cosas que pocos
saben y que los inspiraron y los inspiran, aun en la tesitura de grabar
canciones al margen de cualquier formato y publicarlas a última hora para que
parezca un elepé de los de siempre y funcione sin que se note la jugada. Con ‘El
mundo da vueltas’ lo consiguen y ‘Paseando sobre el agua’ es una buena forma de
afianzarlo. Pero claro, todo debe estar salpimentado por la sustancia madre, la
que hace que en 2017 cuelguen el cartel de sold
out con toda justicia y en beneficio de todos.
¿Empezamos? Pues lo dicho, que sin ‘Camino de la cama’
(ralentizada y estirada en ritmo de forma brillante), ‘Miña terra galega’ (no
sabemos si los de Lynyrd Skynyrd la escucharon alguna vez pero de ser así
dudamos que no quisieran alguna vez bañarse en el Atlántico), ‘Ay Dolores’, ‘Diga
que le debo’, ‘Vamos muy bien’ (imposible escuchar con claridad a Julián
Hernández durante la ejecución de todas ellas), ‘Alégrame el día’ y la
exhalación final, casi sin solución de continuidad, con ‘Cuánta puta y yo qué
viejo’ y ‘Ayatollah’, con la memoria de Germán Coppini y hasta la del gran
Miguel Costas como una sombra permanente (quién lo ha oído y quién lo oye),
nada de esto sería lo mismo. Hoy y siempre, y pueden pasar diez o veinte años
más. Son ‘Los putos amos’ y en su día hicieron de la ‘Cultura popular’ algo
solo asequible a mentes privilegiadas, curiosa paradoja. Como ya ha quedado
dicho, salir al rescate de temas menores en los que pueda lucirse el saxo de
Jorge Beltrán y la batería de Ángel González –discretos pero imprescindibles- y
tan valiosos como ‘A poco más (de metro escaso)’ u otros en los que Javier Soto,
otro de la vieja guardia (‘Fuimos un grupo vigués’) o el espectacular bajista
Oscar G. Avendaño (‘Tumbado a la bartola’) toman el relevo vocal es algo tan agradecido como atinado. Como se aprecia infinitamente que en los bises, esa
gran mentira según el barbudo líder (casi irreconocible con un nuevo look que lo
camufla bajo el sombrero y tras las gafas), disparen a objetivo seguro con ‘Quiero
bailar rock and roll’, un tema, que no se olvide, con la firma del difunto
Manolo Tena, ‘Bailaré sobre tu tumba’ (si no lo siguen tocando puede existir
riesgo de linchamiento), ‘Quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos’
(vigencia es una palabra que ya se queda corta) y por fin la perfecta
declaración de independencia ‘Somos Siniestro Total’, apropiada para unos
tiempos en los que los conflictos de identidades provocan una falsa
reafirmación en banderas, símbolos y fronteras. Queda claro, ¿no?
El siniestrismo no es una corriente cultural ni siquiera
concerniente a la música que se hacía en un determinado momento en un lugar
concreto. Tampoco hace referencia a un carácter o a un estado de ánimo, sino a
unas convicciones reforzadas por los años de escucha intensiva, ya algo más
esporádica, de unos músicos convincentes y convencidos de que lo mejor aún está
por llegar. No piensen que su carrera puede acabar pronto, a lo mejor a esos
que aseguran que todo tiempo pasado fue mucho mejor les quedan unas cuantas
lecciones por aprender. Muchos no vamos a dejar de oír el dictado de los
maestros, así que adelante. Ojalá algún día todos seamos Siniestro Total.
Texto: JJ Stone
Fotografías: Raisa McCartney
Más info:
https://www.siniestro.com/
http://salahangar.es/
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