Es posible que esta sea la séptima evolución del Yeti. El instante exacto en el que una luz azul se enciende y nos desvela un nuevo “Stage”, más allá de lo conocido hasta ahora. Así es el sonido Yetiblack, una vuelta de tuerca, un cambio de forma, aunque no de fondo, con más matices y la increíble sensación de que la música puede sentirse con muchos registros y el de esta banda afincada en Granada (ninguno de sus miembros es nacido en la ciudad pero se han adaptado muy bien a la idiosincrasia local), es tan personal que quizás estemos ante un “animal” único en su especie.

Anoche, Yetiblack presentó “The Seventh Stage”, su primer trabajo de estudio (Parra Music, 2017), en Planta Baja, con Elena (grande esta mujer) a los mandos de la sala ante un nutrido grupo de público que llegó para descubrir esta evolución en la que, una guitarra más (Francisco del Caño) y un nuevo vocalista (Iván Jordá) le imprimen una personalidad distinta al grupo. Una banda que ya tenía tablas y que tuvo que hacer un parón para reestructurar su formación, con el consiguiente cambio estilístico que se produce en estas situaciones.


Antes que ellos, desde la Vega Baja Alicante/Murcia llegaba OseznO para abrir la noche, conscientes, generosos y valedores de la tarea de abrir para un grupo que presenta disco, demostraron que el metal-core puede tener también muchos matices si la banda cuenta con verdaderos virtuosos en los instrumentos (Abel Riquelme – guitarra, Dario Marroquí - bajo, Victor Sala – batería) y un vocalista Gregorio Ruíz con una gran voz, carisma y mucha personalidad sobre el escenario.


Llegaban también presentando su disco homónimo, un LP cargado de temazos propios para partirse y hacerse pedazos en los pogos (que los hubo) mientras la guitarra distorsionada y la voz gutural se fusionaban con una base rítmica y una línea de bajo contundentes creando un resultado realmente demoledor, propio de uno de esos festivales donde uno se deja el cuello y la voz mientras disfruta de la brutalidad momentánea, los instantes de intensidad musical compartidos entre banda-público, para salir del concierto con la sensación de que todo ha sido sencillamente BRUTAL.


Con las pilas bien cargadas con OseznO, esperar, con expectación, la aparición de Yetiblack sobre un escenario en el que se había cerrado el telón para completar la escenografía que nos tenían preparada, se hizo más llevadera, aunque no menos inquietante. Descorridas las gruesas cortinas Yetiblack volvían a sorprendernos con una de esas puestas en escena que les caracteriza. No son ellos grupo de salir, tocar y bajarse. Antes, durante y después de cada concierto hay una labor de preparación escenográfica, de pensar y repensar cada paso y cada efecto en el escenario.

En esta ocasión “The Seventh Stage” veía la luz, por primera vez, frente al público, alumbrado por unas bombillas traseras y una vieja televisión que ya no podía emitir nada más que los tonos azulados que lanzaba desde arriba mientras la potente intro daba pie a una apertura nuevamente apoteósica, con la que Yetiblack se adueñaba de un espacio escénico hecho a medida de lo más tortuoso de su imaginación colectiva.


Junto a los anteriormente mencionados, el núcleo Israel V. Mora (guitarra), Ale Manca (batería) y Cristobal Montalbán (bajo) demostraron nuevamente que la calidad de este grupo, que muchos comparan, acertadamente, con Tool, A perfec Circle o Karnivool, defendieron junto a los nuevos componentes un trabajo muy elaborado, de los que necesita varias escuchas (pero un solo directo) para asimilarse por completo. Apoteósico también el final, donde se vinieron arriba de una forma casi épica, como siempre han sido ellos, como seña de identidad de un grupo en el que cada concierto tiene algo de performance, algo de teatro, algo de libro de misterio y de radio alternativa donde sólo suena el desgarro, la incertidumbre, la evolución de ese animal que llevan dentro.

Crónica: María Villa
Fotos: FOL CONTRERAS

Más fotos en YETIBLACK + OSEZNO