Carolina de Juan, la Nina de las fotos y la voz ronca y
tímida, trabajaba en una tienda y tocaba con su banda de vez en cuando.
Versiones, básicamente, y temas propios influenciados por la edad dorada de la
música negra y tonos claroscuros como los de Janis Joplin o Etta James. Una
chica joven que intentaba abrirse camino tocando el piano y escribiendo
canciones desde el más recóndito rincón de su alma. Parece una historia más,
una de tantas anónimas que llenan páginas unos años después de alcanzar un éxito
más o menos buscado. A ella llegó casi de casualidad Quique González, su más
insospechado padrino artístico, y cuando se dio cuenta de que había llorado de
emoción al escucharla cantar decidió acercarse a ella tras un concierto y
ofrecerle la posibilidad de formar parte de su banda Los Detectives. Como
corista y complemento vocal al madrileño, ella ya ha recorrido España en
paralelo a los viajes con su banda actual, unos imponentes Morgan, y ha puesto
los pelos de punta a cuantos la han oído desangrarse en cada nota. En Córdoba,
en la sala Hangar –no podía ser en otro sitio-, lo hizo sin armar ruido, como a
ella le gusta, aunque solo sea la cabeza más visible y el centro de todo lo que
graban y tocan sus compañeros. Que es mucho y de altura, en el mismo orden de
cosas.
Nina se
repite en el agradecimiento a un público inesperadamente numeroso en una noche
de jueves fría e inestable meteorológicamente, revuelve sus manos atenazada por
los nervios después de cada interpretación y explica a duras penas lo bien que
se sienten ella y sus compañeros cuando los que escuchan saben hacerlo tan
bien, algo no demasiado habitual por estos y otros lares, y muestran tanto
respeto y hasta devoción por unas canciones maceradas en el funk, el blue-eyed soul y la música disco de los setenta, pues de todo eso
hay un poco en cada concierto y disco suyo. De estos solo han publicado dos
hasta la fecha, y parece que no necesitaran más para descubrir unas cartas sin
marcar con las que echar el resto cada noche, empezando por la seda de ‘Planet
Earth’. Sin embargo, a ella le gusta sentirse arropada por los coros que
acentúan la profundidad melódica de ‘Praying’ y la gente le responde encantada,
ya desde el principio cuando un título puesto al azar, como ‘Oh oh’, resulta
tan cercano y con el que resulta tan fácil empatizar. Gran parte del disco más
reciente, ‘Air’, una colección de temas apabullante, sale a escena haciendo
especial hincapié en la sucesión final del groove
imparable con el que trota ‘Another road (Gettin’ ready)’ y los arrestos
vocales, llenos de recursos, de la cantante en la certera ‘Marry you’,
curiosamente una de las piezas más solicitadas por el grueso de sus seguidores.
Apenas tres meses después del fin de la gira anterior, los nuevos temas están
en pleno rodaje y ‘The child’ o ‘Being peacefully’ se entremezclan en la
burbuja rítmica de ‘Work’, ‘Roar’ o ‘Home’, otra de las que el tiempo hará
imprescindibles en sus presentaciones. Y no hay mejor forma de alabar a quienes
hemos ido a verlos que con un ‘Thank you’ comunal basado en los teclados del
tremendo David Schulthess, la sonrisa por excelencia. Hasta cuando canta
‘Goodbye’ sabemos que aún les quedan muchas cosas por decir (y tocar).
Como
síntoma evidente de la pasión que Morgan ponen en todo lo que hacen no hay más
que ver cómo todos cierran los ojos mientras Nina presenta e introduce los
primeros acordes de ‘Be a man’, un tema escrito incluso antes de que existiera
la banda al que puso letra el guitarrista Paco López, la pulsión rockera que
sazona la fórmula. Impresiona la fluidez con la que suena todo, la rotundidad
de la base rítmica de Alejandro Ovejero al bajo y Ekain Elorza a la batería, la
discreción de ella al situarse en un lado del escenario y pasarse prácticamente
todo el concierto parapetada tras un piano eléctrico que hace las veces de
falsa trinchera desde la que concentrarse en el tiro. Cada vez que habla aflora
la inseguridad que mata con cada fraseo, a cada estrofa que en ‘Cold’ brilla
con especial intensidad para llegarnos adentro por completo, sin anestesia
previa, con las dos únicas composiciones que han grabado en castellano: el
esperado ‘Sargento de hierro’ y la ya conocida ‘Volver’, uno de esos temas que
seguiría haciéndonos pedazos por muchas veces que lo escuchásemos. Y todo
apunta a que así será.
Ir a un
concierto a escuchar música, a sentir, a emocionarte, a aplaudir y a restarle
importancia a todo lo demás. Descubrir que no hay otra forma de agradecer lo
que te dan algunos músicos que hacerte su cómplice durante un rato incierto,
cuando no sabes cómo vas a salir de esa tormenta de sensaciones ni si podrá
repetirse alguna vez. Ser consciente de que la grandeza está en la humildad.
Perderte en los vericuetos sentimentales en los que tú y otros muchos como tú
andáis perdidos a la búsqueda de la canción perfecta que los arrope y los
redima a su modo. Volver a casa y ponerte un disco que nunca esperabas llegar a
adorar. Hablar con tus propios fantasmas. Escuchar una voz única y poner tus
juramentos en ella. Flotar en el aire durante unos minutos y volver a la tierra
solo para bailar tu derrota. En fin, consecuencias de procurarte una medicina
tan sumamente adictiva que corre el riesgo de convertirse en droga pura y dura.
Gracias, Morgan. Nos volveremos a ver, no os quepa la menor duda.
Texto: JJ Stone
Fotografías: Raisa McCartney
Más info:
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