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martes, octubre 23, 2018

Diego Vasallo en La Expositiva (Granada) 20/10/2018


La vida, siempre, te lleva por caminos raros. No siempre, pero hay veces que la vida te lleva, en una ciudad como Granada, a pasar del blues pantanoso de Guadalupe Plata al blues y rock intenso y melancólico de Diego Vasallo. Con La Expositiva llena, en una segunda noche en cartel (la primera no tuvo tan buena acogida y quizás Loquillo tuvo algo que ver en ello) y un encantador ambiente de mesas, silencio y velas, ideal para recibir a este rockero de la poesía.

Diego Vasallo llegó en formato de trío, junto a Fernando Macaya (guitarra y coros) y Pablo Fernández, una suerte de hombre orquesta que tocaba ukelele, percusiones, set de batería y coros. A la voz, la guitarra y, en algunos temas, la armónica, Diego Vasallo, sobrio, elegante, pausado y con una enorme capacidad de llegar y emocionar a un público que asistió en respetuoso silencio a su intimista recital.


Un repertorio de raíz americana plagado de blues, rock, canción de autor, toques jazzeros que se mezclaban estupendamente con los sonidos más mediterráneos del tango o el bolero, con influencias de músicos como Tom Waits que, como él, saben llevar la música a otro plano. Influencias también del Bob Dylan más melancólico, de Roy Orbison, Leonard Cohen o de los españoles Luis Eduardo Aute o Paco Ibañez. El truco, mezclarlo todo cuidando especialmente los preciosistas arreglos sobre los que desliza una voz ronca y profunda, a veces evocadora, que si bien no busca el impacto, consigue captar la atención del público hasta el punto de sumergirlo, junto a él mismo, en una maravillosa experiencia musical.


Casi hora y media de actuación, en dieciocho temas centrados sobre todo en “Baladas para un autorretrato”, disco que venía presentando y del que, por supuesto, extrajo lo más significativo, y “Canciones en ruinas”. Comenzando el concierto con “Se me olvida”, tema contenido en el álbum que presenta, deleitó también al público con temas como “Fe para no creer”, “Que todo se pare”, “Todo lo bueno” y “Cada vez”, eligiendo del otro disco temas como “A ras de noche”, “Así”, “Ver para no creer” o “Gardel” y sin dejar de lado otros más conocidos, también por ser anteriores, como “La vida te lleva por caminos raros”, “Los abismos cotidianos” o “La vida mata” e incluso anteriores, como “Canciones que no hablan de amor”, de ‘Criaturas’, el que fue su primer trabajo en solitario. Sorprendió también, con una versión personalísima de Cabaret Pop: “Juegos de amor” y, por supuesto, un tema del grupo que le lanzó a la fama, Duncan Dhu, nada más y nada menos que “Llora guitarra”, quizás el más adecuado para su timbre de voz.

Un recitan redondo, cargado de emociones, cuidado y bien elegido para mantener al público inmóvil y abstraído en ese silencio apenas roto, a veces, por alguna voz susurrada que tarareaba algún estribillo, síntoma inequívoco de que el público, su público, se había metido de lleno en cada uno de los temas. 

Crónica y fotos: María Villa

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