Futuro Terror + Texxcoco – La Rambleta. València 15-11-18

En el exterior, una noche fría y pasada por agua. En el interior, una hoguera que acabó desprendiendo, más que calor, llamas. Y es que la cita que unió a Futuro Terror y a Texxcoco en La Rambleta de València la pasada noche podría servir bien para exorcizar el día a día o bien para purgar, a base de bailes, headbanging y demás tropelías, las ganas de dejarse llevar y de abandonarse físicamente al ritmo. Ritual de entrega que contó con los sacerdotes Futuro Terror y con una magna sacerdotisa al frente de Texxcoco. Si participasteis del ritual sabéis a qué nos referimos (y sabemos que vuestros oídos también) cuando decimos que fue una locura colectiva. Eso sí, aunque esa “colectividad” fuera más reducida, bien por el tiempo (la excusa recurrente para cuatro gotas), por el frío o por cualquier-razón-para-perdérselo.

La primera propuesta de la noche llegaría con los canarios Texxcoco. De vuelta en la ciudad con “Disorder” (Subterfuge, 2018), la banda liderada por Adriana Moscoso dejó en La Rambleta uno de esos directos en los que parece que todo vaya a estallar y acaba explotando con la sobredosis de energía que chutaron al público presente. Junto a Héctor Pérez (guitarra), Cristian Muñoz (batería) y Joshua Delgado (bajo), demostraron lo mucho que están creciendo musicalmente a lo largo de su corta (3 años) trayectoria. La aguerrida Adriana Moscoso iba dando paso a los temas que confirman su último trabajo. “Lucifernando”, “No control”, “Crazy mama” iban conformando un setlist afilado hasta el extremo plagado de referencias riot grrrl. La noche no podía comenzar mejor.

Un generoso repaso por “Disorder” pero con esas gotas de sudor que son “Green Stranger” o “I wanna let you down”, de “Blu”, el EP que editaron en 2016. También hubo hueco para algún corte del que fuera su primer largo, “Psychonaut” (Clifford Records, 2016): “Cinnamon”. La energía que genera Texxcoco unido al desparpajo y la verborrea de su frontwoman consiguieron llevarse al público de calle. Pese a la ronca voz de Adriana y pese a que “se la suda todo”, el concierto de Texxcoco nos dejó ver que todavía (quizás) hay esperanza para el rock-punk-garage más allá de las formaciones que superan los 30 años. La juventud de todos sus miembros y la forma que tienen de entender la música no puede hacer más que abofetearnos.

El público parece que dejó el letargo “invernal” y se fue sumando paulativamente al concierto de Futuro Terror. “Precipicio” (BCore Disc, 2017) es el último trabajo de los alicantinos, y llegaba a los Ineludibles Alhambra con toda la rabia que destilaban en sus trabajos anteriores, “Su nombre real es otro” (BCore Disc, 2016) y “Futuro Terror” (Discos Humeantes, 2014). José Pazos (voz, guitarra) y Néstor Sevillano (bajo) contaron con Óscar Mezquita (Cuello, Típex) a la batería (tras la baja por enfermedad de Héctor Bardissa) que defendió cada uno de los temas como pudo. Algún que otro “salto”, algún que otro redoble díscolo... pero que desde estas líneas perdonamos a uno de nuestros baterías favoritos. No es fácil ponerse en la piel de Héctor Bardissa y salir indemne.

Garantes de un pop con una sólida base punk, Futuro Terror en directo se decantan hacia el lado más desenfrenado, directo y frenético. Mucho más electrificantes que en sus trabajos editados, la puesta en escena del trío conecta desde el primer momento con el público. Un puñado de canciones para calentar a los presentes y el resto de su setlist preparado para hacerles bailar sin concesiones. “Precipicio”, “Tumba de cristal”, “Aelita” o “Urgentes” sonaron vertiginosos y haciendo volar su propio tempo. Recuperaron “Sangre”, “Salir de aquí”, “Qué sensación” o “Una distancia” de sus dos trabajos anteriores mientras intentaban esquivar algunos vasos que volaban, curiosamente, de los amigos (y a la par, seguidores) de Óscar Mezquita. Si hay que comenzar con un grupo, qué mejor que hacerlo con ese bautismo bastardo de vasos con restos de cerveza. Para cuando Futuro Terror pudieron darse cuenta, los presentes estaban ya entregados a esa danza tribal que, por desgracia, no llegó a fraguar en pogo alguno.

En definitiva, música en llamas para activar neuronas y cuerpos a partes iguales. Un público entregado ciegamente que consiguió mantener la energía desde el inicio para hacerla volar. Y quizás el inconveniente del tiempo que “impidió” que la cita se convirtiera en una catarsis electrificante. Zumbido en los oídos y la sangre hirviendo al salir de Rambleta. Punk. Garage. Rock. Vida.