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domingo, diciembre 16, 2018

Cerveza de barril, tazas chinas y virginidad

"The Kinks are The Village Green Preservation Society" es, sin temor a equivocarnos, uno de los mejores discos de la historia del pop. El 22 de noviembre cumplía 50 años de vida y es de vital importancia, por tanto, que dediquemos este espacio a honrar la génesis de construcción de semejante obra de arte. Os invitamos a un viaje a la vida ordinaria en la campiña inglesa. ¿Os venís?



En 1968 Raymond Douglas Davies buscaba huir de sí mismo. La dicotomía entre las tribulaciones de una estrella del pop y la vida hogareña estaba matando a un joven de 24 años que aún no había tenido tiempo de asumir todo lo que le ocurría. Necesitaba un refugio, algo a lo que aferrarse como si fuera un clavo ardiendo. Pensó en una de esas pequeñas poblaciones de la campiña inglesa. Su placidez, la preservación de las costumbres y tradiciones, esa vida ordinaria y fácil que él tanto anhelaba... y su refugio se convirtió en un álbum. Un disco que además asumiría todos los riesgos habidos y por haber: ser doble, conceptual y completamente alejado musicalmente lo que estaba de moda en plena era hippie. Nadie lo entendería, pero daba igual. Y como siempre ocurre cuando un valiente nada a contracorriente, el tiempo, al final, le ha dado la razón.

La banda, además, se estaba resquebrajando. Aquel combo salvaje que formara junto a su hermano Dave y un par de amigos (Pete Quaife y Mick Avory) había dejado de ser la máquina de hacer singles que con "Sunny afternoon" desbancara al "Paperback writer" de los Beatles del número 1 en tan sólo una semana.  La gente los tomaba a broma, les consideraba algo demodé. A Ray no le interesaba en absoluto seguir a nadie y cuando todo el mundo abrazaba el hippismo, la psicodelia y el blues-rock él se dedicaba a hacer canciones sobre soldaditos de plomo e historias hogareñas demasiado melosas musicalmente para el gusto general de los jóvenes. Tampoco quería tocar en directo, cosa que mataba literalmente de aburrimiento a sus compañeros.

Por si esto fuera poco, cuando todo el resto de integrantes de la llamada "British Invasion" comenzaba a despuntar en los Estados Unidos ellos fueron expulsados del país y la Federación Americana de Músicos prohibiría su entrada de 1965 a 1969, debido al mal carácter que mostraban tanto dentro como fuera del escenario. Cuando entraban en escena, los Kinks peleaban encarnizadamente entre ellos, con el mismo público y con los promotores que no les daban condiciones que ellos consideraban correctas. Este último fue el principal motivo de su etapa "banned from USA" y les causaría muchos, muchos problemas, aunque al final, en los 70, se verían resarcidos.

Así las cosas, poco podía esperarse de ellos. Nadie apostaba ya por una banda de hooligans incapaz de adaptarse a los tiempos. Ray consideró seriamente que su siguiente paso fuera un disco en solitario. Lo tenía todo preparado: un buen montón de canciones, tantas como para completar un disco doble, que hallaban además una unión entre sí sin precedentes en aquél tiempo. Podía darse forma a un álbum entero que hablara de lo mismo, con una especie de historia que lo atara. Era un concepto muy novedoso, aún no se había explorado ni por Pretty Things ("S.F. Sorrow") ni por The Who ("Tommy") y Ray quería mimarlo, no sabía si hacerlo en el seno constreñido de una banda. Y menos en una banda que se iba a pique.

De hecho, las 15 canciones que al final se incluirían en el disco definitivo eran obra de Ray. No hubo sitio para las canciones de  Dave. No obstante, todos coinciden en que fue el disco en que la deriva de la banda giró hacia un esfuerzo conjunto. De repente, alguien mencionó a Ray que los Kinks trataban de preservar cosas y eso le hizo darse cuenta (aunque años después mostrara cierto arrepentimiento) de que esto debía ser una obra de todos. O quizás fuera que eran conscientes de que podría ser su último disco juntos y, al igual que hicieran los Beatles en "Abbey Road", intentaron que fuera una obra coral.

Su "querido" hermano lo explicó así de bien en su autobiografía "Kink" (Lenoir, 2005): "Ray componía prolíficamente. Mientras otros compositores despreciaban metafóricamente lo viejo en favor de lo nuevo, los Kinks intentaban señalar un camino hacia un futuro donde lo bueno del pasado pudiera entretejerse con lo más nuevo y radical. Pensábamos que la revolución, si es que iba a haber una, no ocurriría al liberarnos completamente de las cadenas de nuestro pasado, de nuestra cultura. Evidentemente, era cuestión de integrar lo que todavía funcionaba de lo antiguo con lo que estaba por llegar. En cierto modo, el álbum Village Gren encapsulaba todos estos sentimientos. Era un álbum fuera de su tiempo, al contener una amplia visión que proponía un equilibrio social, ambiental y político. Los sentimientos que expresaba la canción "Village Green Preservation Society" son como voces llamando desde la oscuridad."

Las sesiones tuvieron lugar en el estudio 2 de Pye, un lugar, según recuerda Mick Avory, que ha regentado los estudios Konk durante años, bastante oscuro y alienante, pero era lo que se podían permitir y en ellos se lograba un sonido especial, una especie de impronta que contribuía a la personalidad de las grabaciones de la banda. La grabación, como decíamos, fue un esfuerzo conjunto en el que todo el mundo se las compuso para aportar ideas para el gran número de canciones que Ray llevó en aquella ocasión, suficientes como para conformar un disco doble. No obstante, las sesiones no estuvieron exentas de tensión, pese a los esfuerzos de la encantadora Rasa, esposa de Ray, por mantener la armonía. Durante la grabación de "Days", una de las mejores canciones de la banda sin duda, el líder y el bajista, Pete Quaife, tuvieron una amarga discusión que se zanjaría definitivamente con la salida de éste de la banda para no volver en marzo de 1969.

En junio de 1968 aparecería en las tiendas el single "Days", que con nada menos que "She's got everything" en la cara B, quizá pueda considerarse el mejor 7" de la banda y uno de los mejores de los años sesenta. El disco, al contrario que su predecesor "Wonderboy", que fue un estrepitoso fracaso, siguió un lento pero seguro ascenso hasta el top 20 de los charts, llegando a despachar la nada despreciable cifra de 84.000 unidades, cosa que insufló a la banda nuevos bríos para terminar la grabación, lo cual ocurrió a finales de verano.

El lanzamiento del disco, que iba a incluir 12 canciones, estaba previsto para el 27 de septiembre. Se permitió a un crítico de NME, Keith Altham, acudir a la oficina del manager de la banda a escuchar el álbum y éste publicó una reseña bastante entusiasta en la revista que iba a preceder al lanzamiento, pero éste no ocurrió. Por algún motivo, Ray decidió detener la salida del álbum. Repensó la interrelación de las canciones. La idea de una especie de opereta pop no había abandonado su cabeza y se veía en la necesidad de dotar de más contenido a aquella obra cuya gestación le había costado dos años de vida. Intentó que el disco fuera doble, pero la compañía se opuso.

Al final, se alcanzó el acuerdo de que el disco incluyera la nada frecuente (para un sólo lp) cifra de 15 canciones y se lanzó de manera bastante desganada el mismo 22 de noviembre en que vio la luz el resplandeciente doble blanco de los Beatles. Ni que decir tiene que "The Kinks are The Village Green Preservation Society" pasó absolutamente desapercibido ante tamaño mastodonte. Sin prácticamente atención por parte de la prensa ni promoción por parte de la discográfica, no logró ni siquiera alcanzar las últimas posiciones de las listas. En la campaña de navidad de aquel año todo el mundo prefirió comprar obras de majestuosidad psicodélica como el disco de los Fab Four, el "Electric ladyland" de Hendrix o "Beggar's banquet" de los Stones. Nadie quería oír hablar de tazas de té, campos verdes, ni por supuesto, virginidad.

Pero entonces ¿Porqué Ray siempre califica este trabajo como "el más exitoso fracaso de todos los tiempos"? Qué hizo que de repente en los años 90 un buen puñado de chavales ataviados con Adidas y flequillo lo reivindicaran como la más clara de sus influencias? Ha acabado representando el paradigma de disco británico, el culmen de un modo de ver el pop que sólo ocurre en esa isla y en ningún otro lugar. Algo tendrá...

Veamos su contenido: el disco se abre con la canción titular, que es la perfecta declaración de intenciones y la idea central del concepto del disco: el parque municipal de un pequeño pueblecito de la campiña inglesa y todo lo que allí ocurre, pero no sólo eso, de repente la canción empieza ha listar una serie de objetos o conceptos  típicos de la imaginería brit (tazas chinas, cerveza de barril, el pastel de crema, Sherlock Holmes), junto a unas cuantas referencias a la cultura popular que los hermanos Davies conocieron durante su infancia (los cómics del Pato Donald o Desperate Dan, el music hall de Mother Riley, o los anuncios de Mrs. Mopp). Todo ello conforma un cuadro, un fresco, que pretende representar las cosas que Ray y sus Kinks pretenden preservar. Una mezcla de anhelo insatisfecho, añoranza, ternura y melancolía productos de una sensibilidad tan exacerbada como la de Davies, que intentaba así, desesperadamente, aplastar su frustración.

Inmediatamente después, llega el primero de los personajes de este tremendo cuadro. Walter, un amigo de la infancia con el que el compositor solía jugar al fútbol y con el que un encuentro casual años después tuvo el efecto devastador de señalar lo mucho que habían cambiado ambos y lo poco que tenían que ver, con lo cercanos que habían estado en otro tiempo. La añoranza de tiempos pasados que por supuesto también abriga "Picture book", una de las canciones más alegres del conjunto, con un riff de guitarra irresistible, que junto a "People take pictures of each other" configura el binomio fotográfico de recuerdos del pasado del disco, con una mezcla de felicidad y profunda tristeza por algunas evocaciones familiares que jamás volverán.

Johnny Thunder es otro de los grandes personajes que pueblan el parque. Un rocker marrullero, tal como le vino a la cabeza a Ray tras ver el reestreno, ese mismo 1968, de la película "Salvaje" de László Benedek, con Marlon Brando y Lee Marvin, que representa la libertad y el gamberrismo que tanto había marcado los inicios de la banda. Su dulce melodía, que sin duda influenció gran parte de la producción de Pete Townshend de aquella época, sirve de antesala a la que quizá sea la canción más rockera del lote, "The last of the steam powered trains", un riff robado directamente del "Smokestack lightning" de Howling Wolf que arropa una lírica que referencia el eterno sentimiento de la banda de nadar a la contra y a su vez, sirve de epitafio al casi difunto rhythm and blues británico, con cuyo auge surgieron ellos también.

Llega el corazón del disco, en mi opinión, la perla: "Big Sky" es un ejercicio de psicodelia sin parangón en todo el pop de la época. Su pesado riff, que sin embargo no hace sino ensalzar la tremenda capacidad melódica del autor, nos embarca en una épica reflexión metafísica sobre lo pequeñitos, lo hormiguitas que somos los mortales ante el gran cielo, la creación, que nos contempla. Quizá sea la mejor canción del disco, aunque eso lo podríamos decir de todas, pero lo digo porque tal vez esta  sea especial por su capacidad visionaria, por ese sonido tan avanzado y genial, que debería haber cerrado la boca a todos aquellos, no pocos, que en aquella época les consideraban un acto desfasado y risible. Qué sabrían ellos!

Tras ello, algo de apaciguamiento con las preciosas y silvestres "Sitting by the riverside" y "Animal farm". Magníficas melodías para ilustrar la querencia por los espacios abiertos y la vida en el campo, tan apreciada en las islas, que preceden a la canción más antigua de las aquí incluidas y que sirvió de germen a la idea central: "Village Green" fue grabada en 1967 sobre una idea de Ray de 1966. Sus modos barrocos, ilustrados por un persistente clavicordio que sobrevuela la canción, con coros bucólicos y ensoñadores, nos trasladan perfectamente a ese pequeño pueblecito "lejos del ruido de la ciudad" en que vive la gente sencilla.

"Starstruck" es una pequeña joya pop que Ray compuso pensando en Motown y que temáticamente no encuadra demasiado con el resto, aunque tampoco queda mal y sirve de puerta para contemplar la grandeza de otra de las piezas supremas del disco: la extraña, dadaísta, "Phenomenal cat", uno de los hitos de su autor, con ese tono tan infantil que tanto costó de entender a sus compañeros de grupo y que sin embargo, resulta en una pieza de delicadeza y originalidad fuera de cánones.

"All of my friends were there" es otra melodía casi infantil que encuadra en la colección de recuerdos que también retratan otras canciones, pero que se ve sepultada ante la majestuosidad de la traca final: empezando por la impresionante "Wicked Annabellah" (cómo olvidar la frase del gran Malcolm Scarpa: "She liked Wicked Annabellah, yes we like the same tunes"), otra canción avanzada a su tiempo, un ejercicio de pop marciano que cantó Dave y se ve seguido por la delicadeza silvestre de tono calipso de "Monica", otra de las piezas maestras, que describe a una mujer imaginaria sensual y libertina, una especie de prostituta soterrada con la que su autor se vanagloriaba de haber burlado la censura de la BBC y que sirve de antesala a la despedida con la ya mencionada "People take pictures of each other".


Todo este fresco, esta gran obra panorámica en la que finalmente se convirtió este disco, con sus mil ires y venires, representa un ejercicio muy parecido al que Brian Wilson realizó con su obra "Pet sounds" dos años antes. Ambos se gestaron de una manera muy parecida: un bajón emocional causó que su motor creativo se acelerara, abandonando los directos y centrándose en la producción. Y ambos hablan de lo mismo: la profunda añoranza por tiempos pasados, básicamente centrados en la infancia, aunque la de Davies fue feliz y la de Wilson muy desgraciada. La factura también fue diferente: Davies comulgó con su banda, Wilson contó sólo con músicos de sesión, pero el resultado es muy similar, ambas son obras descomunales que albergan sentimientos muy parecidos y dos referentes claros en la materia de la composición pop. Dos hitos sin parangón cuya importancia sólo ahora empieza a entenderse.

Incluso con cincuenta años, "The Kinks are The Village Green Preservation Society" sigue imbatible en su condición de libro de instrucciones de cómo hacer un disco de pop y cada una de las 15 canciones que contiene es una pieza maestra, un pequeño capítulo del manual, básico para cualquier compositor serio. Hablar de este disco es también hablar de sus descartes: empezando por el single "Days/She's got everything", pero también contando con todas aquellas canciones que quedaron en el tintero, que han ido apareciendo tanto en el muy buscado "The great Kinks lost album", como en diversas cajas y reediciones. Hablamos de maravillas como "Pictures in the sand", "Lavender Hill", "Misty water", "Where did my spring go?", "Mr. Songbird", ""Berkeley news" o "Did you see his name", que podrían haber completado aún más el fresco para formar un monumental disco doble, tal como pensó Ray en su momento, pero claro, los Kinks no eran los Beatles...

De cara a la campaña navideña se reedita la obra en un formato de lujo con todo detalle y profusión de formatos: lp doble, réplicas de los singles que rodearon al álbum y varios cd's con versiones remasterizadas, sesiones, los descartes de los que hablábamos y alguna que otra golosina como la inmensa canción, desconocida hasta ahora, que es "Time song". Menudo as tenía Ray guardado en la manga. Es realmente increíble la capacidad que tenía en aquella época para producir joya tras joya sin apenas despeinarse.

Y es que tanto él como sus Kinks deberían ser religión para cualquier amante del pop. Diréis que los Beatles, los Stones, los Who... para mí sólo existen los Kinks, sus campos verdes, sus tazas chinas, su cerveza de barril y su bárbara, bárbara, grandeza. GOD SAVE THE KINKS.


Ver vídeo de"Time Song":


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