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domingo, enero 27, 2019

1979: cincuenta discos cuarentones (segunda parte)

Continuamos nuestro repaso de 50 discos destacados del año 1979, que por tanto cumplen cuarenta este curso. Punk, nueva ola, power-pop, AOR, vanguardia y post-punk, es decir, un amalgama grande de estilos a través de los diez discos que cubre este nuevo capítulo. Pasen y lean!

Pete Shelley & The Buzzcocks

40. The Undertones, The Undertones (Sire Records): Podría decirse que ellos hacían lo mismo que sus compañeros de discográfica, los Ramones, pero añadiendo un par de acordes a la inamovible fórmula de tres de los neoyorquinos. Si existe un subgénero llamado punk-pop, los irlandeses Undertones serían sus pioneros y su hallazgo sería años más tarde sobradamente capitalizado por bandas como Green Day. Pero ellos eran muchísimo mejores. Dejando a un lado ese single "barrelotodo", pinchado en mil garitos y aparecido en mil películas que es Teenage Kicks, la ópera prima de los de Derry no se halla para nada a la sombra de dicho single. Pocas bandas tan jóvenes son capaces, tras obtener éxito de buenas a primeras con una canción imponente, de continuar la racha. Ellos lo hicieron sin problemas. Pese a lo previsible, su primer disco contenía 14 canciones y ninguna de ellas era Teenage Kicks (aunque en posteriores versiones del lp sí se incluiría). Ni falta que hacía: absolutamente ninguna de las listadas se encontraba a la sombra de ella y podía mirarla frente a frente. La asombrosa capacidad de los hermanos O'Neil y, en menor medida del resto de la banda, para enlazar melodías pegajosas como chicle recién mascado con letras inteligentemente púberes era algo pocas veces visto en el pop. Además, Feargal Sharkey, aunque era el único que no componía, se encargaba de empastarlo todo con una voz genuina y marrullera, que además del ritmo acelerado de guitarras y sección rítmica, era lo que confería el tono punk al producto, que trajo tres singles más de éxito (las infalibles Get Over You, Jimmy Jimmy y Here Comes The Summer) y que no incluía ni un solo segundo de relleno en sus 29:29 minutos de duración. En menos de media hora se las componían para decir todo lo que hace falta decir, porque este es uno de esos discos en los que está casi todo lo que uno debe aprender para engancharse una guitarra al hombro y hacer el orangután con sus amigos. Una brutalidad que pasa en un suspiro y pide reproducirse una y otra vez, pues es una bomba de placer como pocas puede uno experimentar con los pantalones puestos.

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39. Sheik Yerbouti, Frank Zappa (Zappa Records-CBS): Igual que lo hiciera con We're Only In It For The Money (1968) con todo lo concerniente a la era hippy, Frank Zappa volvía a reírse de todo lo que le rodeaba en la que sería la primera referencia con material nuevo de su propia marca discográfica, Zappa Records. No dejaba títere con cabeza: ni la música disco (Dancing Fool o el "twist" del título, una sátira de Shake Your Booty, de Kc And The Sunshine Band), el punk (Broken Hearts Are For Assholes, I'm So Cute), Dylan (la desternillante Jewish Princess), Peter Frampton (I Have Been In You) o el mismo sueño americano (Bobby Brown Goes Down). El disco, doble nada menos, fue grabado por Zappa y sus Mothers en directo , como venía siendo habitual y llegaba tras el período más largo -casi dos años- sin editar nada nuevo del hombre más prolífico del mundo, debido a desavenencias con su anterior discográfica, Warner (de ahí la creación de un sello propio).  La banda responde a la perfección al sonido más moderno que imprime el jefe en la producción, sobre todo hay que destacar la participación en esta formación de un joven Adrian Belew, que luego alcanzaría mayor relevancia colaborando con Bowie o Talking Heads y que supo responsabilizarse con su guitarra de gran parte del nuevo sonido del disco, e incluso de la imitación de Dylan en Jewish Princess. Paradójicamente, pese a que la crítica lo recibió con tibias reseñas, debido en gran parte al impacto negativo de una canción tan bestia como  Bobby Brown, el disco se convirtió en un gran éxito -aún hoy es el más vendido de Zappa- gracias a la repercusión de Dancin Fool, una canción que era una crítica a la música de baile y que curiosamente triunfó en las pistas. También la controvertida Bobby Brown fue un sorprendente éxito en países como Alemania o Noruega, en donde no entendían demasiado las animaladas que decía, más enfocadas a abochornar al público norteamericano. En todo caso, otra muestra más de genialidad de su creador y uno de sus discos más celebrados, con razón, tanto por sus fans como por el público rock en general, ya que suele ser uno de sus pocos discos que duermen en la estantería de cualquiera sin que necesariamente sea fan irredento del bigotón.

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38. Quiet Life, Japan (Hansa)Alejándose de los postulados glam rock de sus dos interesantes primeros discos, la banda de David Sylvain viraba en dirección al futuro con su siguiente disco -el último para Hansa- que se aproximaba generosamente a la sofisticación de los últimos Roxy Music (Sylvain era en esta época casi un impersonator de Bryan Ferry) o de la etapa berlinesa de Bowie, así como a los paisajes impresionistas de Eno, adelantándose más o menos un año al comienzo de la fiebre new romantic que plagaría la tierra durante los años venideros, o podríamos incluso decir que generándola. De título descriptivo, Quiet Life encontraba la definición de su elegante y tranquilo sonido, aunque en ocasiones orientado al baile, en el bajo sin trastes de Mick Karn y por supuesto, en los sintetizadores manejados por Richard Barbieri, instrumento que comenzaba a tener papel preponderante en el pop y al que ellos comenzaron a dar relumbre, sin necesariamente convertirse en una banda tecno. No obstante, sus canciones, como la que titula este trabajo o la aeróbica Fall In Love With Me, fueron muy bailadas en las discotecas más fashion y se convirtieron en hits diferidos, bastante después de que se lanzara el disco. Esa querencia por ritmos funk sintéticos indudablemente marcó el álbum, pero por el camino aprovechaban para meter baladas arrebatadoramente melancólicas como The Other Side Of Life, directamente desgarradoras como Despair, pasajes a medio tiempo llenos de misterio como In Vogue o la más funky Halloween, así como un All Tomorrow’s Parties, que es quizá una de las mejores versiones que se hayan hecho de The Velvet Underground, banda referente a la que al fin se comenzaba a reivindicar, merced al influjo que tenía entonces el duque blanco tanto en Sylvain como en muchos otros. No en vano el aspecto del cantante, que parecía un cruce entre el de Bowie y Warhol, unido a un halo de romántico empedernido y solitario, le valieron ser el espejo en el que se miraran muchos jóvenes a partir de entonces, cosa de la que él siempre renegó. Justo dos años después, cuando la banda comenzaba a tener éxito en serio, se disolvió. David no estaba interesado en la fama o el dinero y prefería ocuparse en una carrera en solitario plagada de discos avantgarde. Como curiosidad, el disco no apareció, por problemas de distribución, en UK hasta enero de 1980, pero en Alemania, Japón y otros países lo hizo en diciembre del 79 y es por eso que lo incluimos aquí.

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37. Look Sharp, Joe Jackson (A&M)Otra de esas óperas primas que debían superar el poderoso impacto de un single precedente. La portentosa Is She Really Going Out With Him fue la encargada de poner en el mapa a un desconocido pianista llamado Joe Jackson, erigido en líder de una banda nuevaolera para la ocasión y que, llegado el momento de rentabilizar el éxito de esa canción, no desaprovechó la oportunidad. Su debut era tan robusto como cabía esperar y sonaba de miedo, muy en la onda de otros grandes actos de la época llegados antes, como Elvis Costello & The Attractions o Graham Parker & The Rumour. Es obligatorio destacar, por tanto, la banda (Joe Jackson Band) que le acompañaba en sus quehaceres, con un favorito personal como es el enorme Graham Maby, encargado de ejecutar aquí unos bajos tan complejos como prodigiosamente rítmicos que llenaban de corazón todos los espacios libres que ofrecían estas canciones. El ritmo es endiablado en todo el disco, de hecho, escuchar esto seguramente fue lo que motivó a Costello para doblar el tempo natural de los temas en su siguiente disco, la obra maestra Get Happy. Las canciones de Look Sharp viajan muchas de ellas a tal velocidad que a veces parece que se vayan a romper. Escuchad, si no, One More Time, Baby Stick Around o el final de vértigo con Got The Time, canción que no en vano incorporaría con toda naturalidad la banda de trash metal Anthrax a su repertorio años después. Demostraban al Punk que en la moderna New Wave también cabían el poder y la intensidad. Pero no todo era correr, junto al romanticismo soul de la ya célebre Is She Going Out With Him?, estaba el toque jazz de Instant Mash o el reggae de Fools In Love. La paleta era muy rica en un pianista como Jackson, curtido en mil clubs y acostumbrado a tocar de todo. De hecho, este es uno de los discos que mejor muestra la transposición de la música que se tocaba en los pubs británicos al pop moderno. Joe no era un genio, pero sí un tipo muy brillante al que esperaba una carrera sobresaliente y que hasta más o menos finales de los 80 mantuvo un nivel altísimo.

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36. Inflammable Material, Stiff Little Fingers (Rough Trade): Uno de los paradigmas de lo que se ha dado en llamar "street punk". Este material -efectivamente- altamente inflamable. aunque tardío en relación al advenimiento del punk, sirvió para poner en circulación a una banda cuya carrera llega hasta nuestros días. Jake Burns y compañía tenían inicialmente una banda llamada Highway Star (por la canción de Deep Purple) y tocaban versiones de rock setentón, hasta que descubrieron el punk y lo encontraron mucho más adecuado para expresar lo que pasaba por su casa, Belfast, capital del Ulster (Irlanda del Norte), uno de los lugares más incendiados por los conflictos de Europa en aquél tiempo y que vivía un auténtico estado policial, a causa de una guerra civil debida en parte a temas políticos, a problemas religiosos y en gran medida al imperialismo inglés, cuya solución no parecía llegar jamás y tenía en carne viva a una población ya resignada a convivir con tiros y explosiones día sí y día también. Mientras tanto, ellos cogieron los postulados de Clash, Pistols y compañía y los endurecieron mediante un sonido todavía más roto por el volumen, con los instrumentos aporreados y unos berridos desesperados a modo de voz, que eran como un escupitajo en la cara del oyente. Todo ello remozado por unos textos que supuraban odio, agresividad, malestar y con un lenguaje totalmente inadecuado para la música grabada, pero se da la circunstancia de que éste fue el primer lp editado por la histórica indie Rough Trade, así que no tenían los constreñimientos habituales de las multinacionales y podían despotricar libremente. Y podéis apostar a que así lo hacían: Suspect Device (artefacto sospechoso) utilizaba como metáfora las bombas terroristas del IRA, en Alternative Ulster hablaban abiertamente del conflicto que asolaba su país. Pero eso eran sólo los dos singles extraídos del álbum. El resto, con títulos como Breakout, White Noise o Wasted Life, os podéis imaginar que no eran poesías al amor y a la amistad. Incluso Johnny Was, canción que tomaron prestada de Bob Marley, quedaba convertida en un gorrinada llena de guitarras-motosierra. Nada aquí era inocente ni alegre, no había tiempo ni ganas para ello. El punk era esto. Y llegó, curiosamente, dos años después de su nacimiento.

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35. Tusk, Fleetwood Mac (Warner Bros.): Difícil para una banda que ha vendido más de 10 millones de discos de su anterior referencia, ha obtenido el Grammy al mejor álbum, tiene una estrella en el paseo de la fama de Hollywood y ha superado tres separaciones entre sus miembros encontrar un camino para continuar con su existencia. La respuesta en esta ocasión estuvo en su guitarrista y uno de sus principales motores creativos: Lindsey Buckinham decidió tomar las riendas de un barco que se iba a la deriva empujado por drogas, discusiones, celos y una muy mal digerida fama. Acordaron que el nuevo disco de una de las bandas más poderosas del planeta iba a ser doble y de carácter experimental, con un sonido marcadamente distante del de aquél "Rumours" que les había encumbrado en el Olimpo de los dioses. Buckinham pretendía grabar prácticamente todo en su estudio casero, emulando lo más posible a su adorado Brian Wilson, pero los demás querían meter algo de baza, sobre todo cuando la banda estaba tan desmembrada que cada uno traía sus propias canciones, sin contar demasiado con los demás. Terminaron construyendo un estudio para todos y comenzaron las sesiones Tusk, elque sería algo así como el "álbum blanco" de Fleetwood Mac, un disco que parecía, en palabras de su bajista John McVie, contener tres discos solistas en su seno: el de Stevie Nicks, con 5 canciones, una de ellas el súper éxito Sara, con nada menos que más de seis minutos de duración (acortada, eso sí, a cuatro para las radios, que la auparon al 8 puesto en las listas), el de Christine McVie, con seis y el que componían las nueve de Buckinham, que se llevaba, por supuesto, la palma. Al fin y al cabo fue el empeño y empuje de éste -que se convirtió en un auténtico maníaco en el estudio- el que logró que el proyecto llegara a puerto. Y efectivamente, su sonido distaba mucho de la opulencia orientada a estadios del anterior, más bien era parco, con guitarras crudas, percusiones hechas con cajas de kleenex y varios guiños al punk y la nueva ola (Not That Funny). Es un disco complejo de escuchar, pero magnético cuando uno le pilla el punto. Cómo no asombrarse ante maravillas como Save Me A Place, Over & Over, Sisters Of The Moon, Brown Eyes (en la que participó Peter Green, el genial guitarrista y líder original de la banda) o la maravillosa That's All For Everyone, en la que Lindsey Buckinham echó el resto, con una de esas odas que sólo los Beach Boys eran, aparentemente, capaces de hacer. Todo ello, no obstante, no fue suficiente: la compañía de discos se sintió estafada por la falta de éxito del disco ("sólo" 4 millones de copias, frente a las 10 del anterior) y la banda, tras embarcarse en el tour más mastodóntico jamás visto, acabó extenuada y comenzó la época de los discos en solitario y el no querer verse, hasta el siguiente capítulo de su apasionante historia, claro, pero eso ya lo contaremos cuando toque.

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34. Squeezing Out Sparks, Graham Parker & The Rumour (Vertigo): No lo puedo remediar, soy muy fan de este hombre y de su banda. En 1979, Graham Parker And The Rumour estaban en el pico de sus facultades y también de su celebridad. Squeezing Out Sparks sería el penúltimo disco que harían juntos y, al contrario que los anteriores, más basados en la música negra, buscaba un sonido más aguerrido y americano. Para esto, contaron con la inestimable colaboración de nada menos que Jack Niztsche, el que fuera arreglista de Phil Spector y un gran músico y productor, que supo darle relumbre a unas canciones que venían justo en el momento de ruptura con su discográfica hasta entonces, Mercury (a la que poco antes había dedicado Mercury Poisoning, una dura crítica). Arista, su nuevo sello, decidió apostar fuerte por ellos tanto en grabación, costeando un importante productor como el mencionado, como en promoción. El respondió con su paquete de canciones más consistente, con diferencia, hasta la fecha. Nada sobra dentro del contenido del álbum, ejecutado brillantemente por la banda y suntuosamente arreglado por Niztsche. Desde la inicial Discovering Japan, con su riff de guitarra provisto por el carismático Brinsley Schwartz, de los Rumour, la cosa despega hacia el infinito y más allá. Hablamos de clásico tras clásico: Local Girls, Love Gets You Twisted, Saturday Night Is Dead, la referencial Passion Is No Ordinary Word o incluso la más controvertida del lote, You Can't Be Too Strong, en la que Parker le leía la cartilla a una novia por abortar. Poco defendible su postura hoy, pero musicalmente, una gran canción. El disco tuvo una recepción mucho mayor que cualquiera de sus anteriores trabajos, llegando a ser votado por los críticos del prestigioso Village Voice como disco del año. Nada extraño, suponía el mejor testimonio de la comunión de un gran autor de canciones con una de las mejores bandas de acompañamiento que haya existido. A partir de aquí, se abrió una época de éxito para Parker, ya sin los Rumour, pero nada volvería a ser igual que en este disco. Lo sitúo en el puesto número 34, pero perfectamente podría estar en el uno.

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33. Damn The Torpedoes, Tom Petty & The Heartbreakers (Backstreet-MCA): Pocas desapariciones han calado tan hondo entre los aficionados al rock como la de Tom Petty. Y es que pocos seres en este mundo supieron aunar de una forma tan natural honestidad y éxito como él. No aparentaba para nada ser una rockstar y sin embargo era una de las más rutilantes del firmamento. Con su disco de 1979, que llegaba tras disputas legales con su antigua discográfica, Shelter, zanjadas con un nuevo acuerdo con la multinacional MCA, Tom y sus inseparables Hearbreakers, en su formación más clásica, lograron reafirmarse como la gran banda de rock americano. Así fue y así siguió siendo hasta el día de la  muerte de su líder. Nunca abandonaron el podio y todo empieza aquí. Tras dos discos de por sí magníficos como su debut homónimo y You're Gonna Get It, con el tercero llegó el espaldarazo definitivo que necesitaban para tomar al asalto las listas, que ya habían sido atacadas en plan guerrilla por singles tan descomunales como American Girl o Listen To Her Heart, pero no con el profundo impacto que tenían Refugee o Don't Do Me Like That. La explicación, en parte, se encuentra en que esta fue su primera colaboración con el productor Jimmy Iovine, un tipo avispado como pocos para olfatear el mercado y convertir un producto en altamente comercial, sin perder para nada la esencia. Ya lo había hecho con Bruce Springsteen en dos discos tan capitales como Born To Run y Darkness On The Edge Of Town y aquí aplicó la misma fórmula, dejando respirar a su gusto a una banda curtidísima y con un sonido propio, pero acentuando lo adecuado para potenciar su encanto de cara a las radios. Y así les fue: el disco subió al número dos del Billboard nada más salir y no alcanzó el 1 a causa del insalvable "muro" de Pink Floyd. Los citados singles coparon también las listas y empezó así una relación de amor entre ellos y el público, sobre todo en los EEUU, que siempre se mantuvo en el máximo nivel. Ellos no necesitaban sonar musculados, innecesariamente endurecidos, ni tampoco enfrascarse en el moderno sonido de la nueva ola para lograr sus objetivos. Continuaron siempre fieles a sus creencias en la esencia del rock and roll. En las guitarras a lo Byrds, las armonías vocales, el fervor que produce un buen estribillo, un ritmo contundente. En eso eran imbatibles los Heartbreakers y Damn The Torpedoes es quizá su biblia, un manual de estilo que, ellos sí, lograron emular e incluso superar en el futuro, pero no deja de ser el primero en llegar. Un disco de rock verdaderamente monumental.

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32. Breakfast In America, Supertramp (A&M): Es realmente curioso comprobar como varias de las grandes obras de la historia de la música, además muchas de las más comerciales (por ejemplo Tusk, de Fleetwood Mac, también en esta lista), nacen de situaciones de conflicto entre sus artífices. En este caso, los problemas entre los dos principales compositores de Supertramp, Roger Hogdson y Rick Davies, empezaban a ser tan acusados que casi todo lo que componían se refería a eso. Por eso decidieron trabajar en este álbum con un concepto unitario tal como las diferencias que habían entre ellos. Algo singular, ¿no creen? En lugar de tirarse los trastos a la cabeza, decidir tirar hacia adelante hablando de ello a modo de terapia. No es algo demasiado habitual en el rock. Tampoco es que esto terminara siendo el concepto unitario del disco que, al final, quedó como una simple (aunque también tremenda) colección de canciones, pero lo que es indudable es que el germen estuvo ahí. Y también que fue el principio del fin. Debido a esta pugna en sus compositores, el álbum se centró mucho más en un formato de canción pop que en discos anteriores. Si bien el sonido es monumental, casi "sinfónico" (término que se utilizado en innumerables ocasiones para calificar erróneamente, en mi opinión, a la banda), las canciones están basadas en el piano y buscan la melodía capciosa por encima de todo, no en vano la deslumbrante secuencia de singles formada por The Logical Song, Goodbye Stranger, Breakfast In America y Take The Long Way Home auparon al disco a los primeros puestos de las listas de éxitos de todo el mundo. En España, llegó a decirse que uno de cada tres hogares tenían el disco en sus estanterías. Y era cierto, marcó una época. Sólo por ello ya tiene valía, pero es que además, de nuevo, la competitividad entre Rick y Roger alumbró una maravillosa obra coral formada por unas canciones en las que uno siempre puede perderse y jamás resistirse. Quién puede salvar a sus pies de The Logical Song? Absolutamente nadie. El que lo diga, miente. Menospreciar a esta banda, como a menudo suele hacer la "inteligentsia" rock, en un alarde de ignorancia, es pasar por alto una de las mayores potencias creativas a nivel melódico de la era post-beatles. Pocos tándems han emulado tan bien, sin caer en la burda copia, al de Lennon-MacCartney que el formado por este par de enemigos íntimos, que sólo grabarían un disco más juntos y tras ello se separarían para no volver a hablarse hasta este mismo día, en que ni la oferta más millonaria del mundo han podido reunirles en el escenario. Vaya usted a saber qué se harían el uno al otro. Músicos!

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31. Singles Going Steady, The Buzzcocks (IRS/United Artists): De acuerdo, de acuerdo. Esto es otra trampa. Un disco recopilatorio, que además la banda sólo editó en EEUU para darse a conocer de cara a una gira (aunque después sí que se editaría en el resto de países), máxime teniendo en cuenta que sí que hubo otro disco de canciones originales el mismo año, el nada desdeñable Different Kind O Tension. Pero es que si algo ha habido que lamentar este año, al menos para mí, a nivel musical, ha sido la muerte de Pete Shelley, el artífice de prácticamente todas las canciones incluidas aquí y qué mejor forma de reivindicarle que con esta colección, que además posee el encanto añadido de ser una de las más potentes que hayan aparecido jamás en el mercado. Porque si algo fueron los Buzzcocks, fue una banda de singles. Hay formaciones que valen más que para eso que para hacer discos y no es que los de ellos fueran malos, pero es que sus sencillos eran apabullantes, barredores, voladores de cabezas. A mi, de hecho, me la volaron cuando descubrí este disco. Esa sensación de no poder parar de escuchar algo y de no poder creerte tanta canción infalible junta. Los de Manchester descubrieron, casi desde el principio, algo muy importante: si al nervio punk le añadimos un poco de corazoncito, chispas de angustia adolescente, de nihilismo emocional, de "porqué a mi?",obtenemos algo muy potente. Siguiendo la secuencia de canciones aquí presentada, que encima es cronológica, caemos rápido en la cuenta de que poco aprendizaje necesitaron para hallar la fórmula perfecta. Iniciaron la andadura con cuatro salvajadas que, en lugar de hablar de política o defecar en el entorno social, miraban hacia dentro: Orgasm Addict, What Do I Get, I Don't Mind y  Love You More dan forma a un cuarteto difícil de tumbar. Pero cuando todo estalla realmente es con ese himno al sinsentido adolescente que es Ever Fallen In Love (With Someone You Shouldn't've), esa melodía rápida, hundida en guitarras afiladas, que habla de la sensación de desamor constante que inunda a cualquiera cuando atraviesa la fatídica franja de edad de los 14 a los 18. Además, el haber hecho su mejor canción no hizo decaer en absoluto su capacidad para dar justo en la diana: Promises, Everybody's Happy Nowadays, Harmony In My Head, Autonomy y una larga lista hasta completar 16 (24 en versión cd), dan testigo de una mano maestra para el severo arte de la canción pop. Shelley y también Steve Diggle, el guitarrista de la banda, que frecuentemente contribuía a su creación, se las arreglaron para dar forma a un repertorio francamente apasionante. Para mí, este es su testamento perfecto, su legado para el que quiera aprender. Uno de esos discos que hay que tener en casa sí o sí, si se pretende hablar con autoridad de pop.

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