La vuelta al ruedo discográfico de uno de los más interesantes autores de canciones en castellano de la actual escena pone de relieve su tremenda capacidad para emocionar con canciones aparentemente mínimas, de marcado carácter íntimo y un enorme calado sentimental. Uno de los eternos valores del pop español que nunca será reconocido como merece.
Tras cuatro años sin tener noticias discográficas, al menos
acerca de su proyecto en solitario, de este cantautor –maléfica palabra a
veces- asturiano que nos desarmó con su anterior entrega “La paciencia del faquir”,
el gran Alfredo González regresa con otro magnífico trabajo titulado “Afluentes”
en el que continúa, profundizando en sus afanes, recorriendo la senda que le
marcan canciones surgidas a borbotones de un corazón despierto y revivido. No
debemos olvidar que este creador ha investigado mucho y bien en el folclore de
su tierra (aquí lo demuestra cantando ‘Pentotal’ en lengua autóctona) y que ha
alcanzado en esta sexta entrega un mimo absoluto en la poesía que inunda sus
composiciones, amparadas por la producción medida de su amigo Pachi García Alis
y por un aire mediterráneo que se deshuesa a veces en el nihilismo de ‘El pozo’,
por poner solo un ejemplo del calado emocional de estas once canciones paridas
con el mínimo dolor. O eso parece.
A lo
largo del álbum se nota la creciente complejidad de las letras a la par que la
renovada oscuridad de las músicas. Ningún inconveniente para afirmar sin miedo
a equivocarnos que ‘Mi propia despedida’ es con toda probabilidad una de las cinco
mejores canciones que jamás ha escrito. Tampoco hay en “Afluentes” demasiados
estribillos, por no decir ninguno, que marquen un estilo o permitan fijar una
frase más allá de su extraordinaria capacidad narrativa, lo cual siempre es un
signo de personalidad. González toca el nervio eléctrico de sus potenciales
oyentes más “rockeros” en ‘El punto del empate’, atañe a la soledad bien
asumida que cala ‘Como la lluvia para los taxistas’ y se guarda un pequeño as
de pop indie que seguramente le
resulta ajeno por naturaleza al componer ‘Guardad las tijeras’. Todo bajo el
mando melódico de un omnipresente piano y unas guitarras que esta vez
pespuntean más que nunca los arreglos de un disco bonito, precioso por momentos
y minimalista en el buen sentido, como se puede entender en la melancolía de ‘Hilo
de voz’, que también recuerda que al otro lado del mar hay otros mundos
perfectamente complementarios al nuestro (‘Por Medellín’ da buena fe de todo
ello) y se recrea en desarrollos instrumentales mucho más complejos de lo que
parecen. En definitiva, una oportunidad de descubrir la belleza de las cosas
dichas en voz baja u otras que muchos no se atreven a contar o lo hacen de la
forma equivocada.
El
trabajadísimo art work de la portada,
obra de otro colaborador cercano como Pedro Peinado, el tono contenido pero
nada estudiado y la sensación de que estamos escuchando a un amigo lejano en
geografía pero próximo en avatares vitales son virtudes añadidas al resultado
final de un álbum tremendamente singular que no se parece sino a sí mismo. El
objetivo de Alfredo González está cumplido de nuevo, y quienes lo sabemos apreciar
lo disfrutamos y celebramos en la misma medida. Fabuloso.
Escucha "Afluentes" aquí.
Más info:
https://alfredo-gonzalez.es/
https://www.lahiguera.net/musicalia/artistas/varios/disco/9676/
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