Desde que Magnolia
(Lago Naranja, 2017) y su continuación natural, Loto (Lago Naranja, 2018), los madrileños Rufus T. Firefly no han dejado de girar con dos discos que se han
complementado a la perfección para dar siempre un poco más de su intensa
musicalidad psicodélica. Además, su presencia en los mejores festivales ha sido
el verdadero medidor de la gran aceptación que han tenido por parte del público
estos dos trabajos que llegan para consolidad una carrera musical que ya
apuntaba al despegue desde que, Nueve
(Lago Naranja Record, 2014) irrumpiera con fuerza pronosticando lo que estaba
por llegar.
Ahora, saboreando ese éxito que les permite tocar en salas
tan llenas como la de Málaga (sold out) un día antes e Industrial Copera el pasado sábado, lejos de caer en la repetición
de lo ya mostrado, Rufus T. Firefly
daban una vuelta de tuerca más preparando una trabajada escenografía en la sala
para sorprender con un espectáculo de proyecciones, luz y sonido de los que te
sumergen en su atmósfera onírica durante la hora y media larga que duró su
actuación.
Sin que faltase prácticamente ningún tema por tocar, en un
escenario montado al efecto ante el escenario principal para acercar así el
grupo al público, que podía rodearlos y vivir la experiencia de cerca, Rufus T. Firefly comenzaban su
actuación en una penumbra que se iba rompiendo a base de ráfagas de luz que
jugaban con los propios temas para enfatizar la enorme pasión que ponen tanto
Víctor Cabezuelo como Julia Martín Maestro en cada uno de ellos.
Sin distraer en exceso la atención con las proyecciones que completaban
una puesta en escena digna de los mejores festivales, pero disfrutada de cerca
y en formato extendido, como gusta a sus fans, el concierto se convirtió en una
experiencia audiovisual en la que todo había sido visiblemente preparado para vivir
desde dentro y junto a la banda los temas que ya todo el mundo se sabe y corea
junto a ellos.
Con influencias tan dispares que van desde Pink Floyd o Led
Zeppelin hasta Tame Impala o MGMT, la psicodelia onírica y lisérgica de Rufus T. Firefly se configura como un
viaje interior en el que explorar lo más íntimo de cada uno de los presentes a
pesar de que una parte del público, afortunadamente minoritaria, se empeñaba en
hablar a gritos mostrando su poco respeto por el espectáculo.
Mucha fuerza, como siempre, en un grupo que ha conseguido
hacerse un hueco a base de paciencia, perfeccionamiento y búsqueda incesante del
sonido que finalmente les ha caracterizado y con el que han conseguido ampliar
sus horizontes hasta hacerse imprescindibles en los carteles más festivaleros a
pesar de que el género, en sí mismo, nunca había sido de masas.
Les queda aún por delante un tramo de viaje que concluirá en
La Riviera, Madrid, el 13 de abril, para sumergirse después en una nueva experiencia
personal a la búsqueda y experimentación de los nuevos sonidos y melodías que
compondrán su siguiente trabajo. Eso sí, con la satisfacción de haber despedido
MAGNOLIA-LOTO como merece.
0 Comentarios
¡Comparte tu opinión!
Esperamos tu comentario