Unos cuantos elegidos disfrutamos de uno de esos conciertos que dan significado a la afición por el rock and Roll. El de Memphis y su banda desgranaron un repertorio que toca todos los palos americanos y los eleva a través de una elegancia y pericia totalmente inusuales de ver por estos lares. Ustedes sabrán lo que tenÃan que hacer esa noche para perderse semejante animalada...
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Foto: Fabio Mogrovejo |
Realmente difÃcil explicar València a alguien que no sea de aquÃ. Porqué un artista como la copa de un pino, al que en su anterior visita (2016, Sala 16 Toneladas) el boca a boca de quienes le vieron habÃa encumbrado como uno de los mejores actos de directo que habÃan pisado esta ciudad en los últimos años, no consigue llenar ni a media asta un recinto además totalmente predispuesto a este tipo de lances, relacionados con la música americana más tradicional y enérgica, es un acertijo extremadamente difÃcil de resolver. DifÃcil explicar una urbe tan ingrata para toda cultura que no sea el aeiou y el tiro fijo del indie más recalcitrante, la ochentada o la noventada. València, punto y aparte.
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Y eso que John Paul Keith, cantante y guitarrista de Memphis con todo lo que esa procedencia implica, es una de esas sorpresas que te depara la vida, uno de esos milagros capaces de proporcionar al aficionado ese disfrute soberano de la música que les fue prometido cuando se enamoraron de algo tan ferviente como el rock and roll. Un tipo con el aspecto de un cruce perfecto entre Buddy Holly y Elvis Costello, que bajo su estampa tranquila y elegante guarda un auténtico animal de escenario capaz de levantar los corazones.
Todo eso se lo perdieron aquellos que la noche del jueves se quedaron en casa. Todos esos que pueblan las redes cacareando la muerte de la cultura rock, que ya no existen artistas como los de antes, que hay poca oferta de conciertos de nivel. Claro, es mucho más entretenido quedarse en el sofá viendo Primeras Citas. Ni siquiera las ofertas tan bien ideadas de una sala como el Loco Club, que hace ya años ofrece un carnet de socio por cincuenta mÃseros euros al año que da derecho a numerosos conciertos gratis o a precio reducido (este era el caso segundo) vencieron la resistencia, un jueves por la noche -por el amor de dios- del sillón orejero.
Pero en fin, como somos un caso perdido, vamos al lÃo. A contar lo que vimos los elegidos.
Elegantemente vestido de negro, con botines de punta, chaqueta con brillos (sorprendentemente poco hortera) y un cuidado tupé situado justo encima de sus gafas de pasta, un tipo bajito y poca cosa salió al escenario del Loco con una sonrisa relajada y humilde, que poco hacÃa presagiar la rabiosa fiera en la que se convertÃa esa persona cuando hacÃa sonar su preciosa fender con brillos que harÃan las delicias de mi hija de cinco años. Cuando hacÃa sonar su instrumento, ese tipo pequeñito se transformaba en un gigante. Y nos hacÃa, literalmente, levitar.
Además, Juan Pablo, que asà le bautizó un amigo aquella noche, no estaba solo. Le acompañaba una sección rÃtmica de esas que hacen que un trÃo suene como toda una orquesta sinfónica. Juntos, como si nada, comenzaron a disparar algunas de esas canciones honestas, sin pretensiones, pero de auténtico calado, que pueblan los cuatro discos de este señor (y dicha sea la palabra "señor", en este caso, con todo su significado). Never Could Say no, ese pequeño homenaje a Bobby Fuller que abrÃa su segundo -y quizá mejor- disco
The Man That Time Forgot, como todo hit instantáneo que se precie, sirvió para meter al público inmediatamente en la harina de una actuación, que ya no conocerÃa momento bajo.
You Devil You, del mismo disco, sirvió de antesala para comenzar a presentar el verdadero motivo de esta gira, un disco titulado
Heart Shaped Shadow, que con Something So Wrong comenzó a demostrar su valÃa, equivalente a cualquiera de los anteriores ofrecimientos discográficos del artista. El sonido era potente y nÃtido, como ya viene a ser costumbre en un lugar como el Loco Club, que empieza a ser por ello todo un templo para este tipo de música y actuaciones.
Sin estridencias, sin sentar cátedra, pero con mucha, mucha maestrÃa, el de Memphis supo desplegar una galerÃa de imágenes del sur de los EEUU a base de rockabilly, soul, blues y honky tonk, con la naturalidad del que ha nacido justo en el epicentro de todo eso. Su autoridad se refrendaba además en todas las canciones con ese pequeño gran as que se guarda en la manga, pues en ninguno de sus discos suenan las guitarras con tanto protagonismo como cuando interpreta sus temas en escena. Ahà es cuando este hombre se transforma en uno de los guitarristas más brillantes que uno puede disfrutar tocando este tipo de música, con un estilo elegante, heredado de lo más granado de sus Ãdolos, pero también personal y sobre todo, capaz de producir esas gotas de sudor frÃo que nos perlaban a todos la frente escuchándole.
Se sucedieron la premonitoria We Got All Night, Anyone Can Do It, la preciosa 901 Number, Bad Luck Baby (que parece escrita por Buddy Holly), Ain' t Letting You Go, Pure Cane Sugar, 90 Proof Kiss, Everything's Different Now, de su primer lp, la garajera Afraid To Look, la jazzy y proclive a la exhibición guitarrÃstica I Work At Night, e incluso algún recuerdo a Motel Mirrors, la banda de rockabilly y country que mantiene junto a su amiga Amy Lavere y que este mismo año ha sacado un fabuloso disco, del que sonaron cosas como Let Me Be Sweet To You o Meet Me On The Corner. AsÃ, hasta completar un set largo e impresionante en el que ni siquiera un momento tan manido como la presentación de la banda, con correspondiente solo del bajista y el baterÃa, fue baladÃ, pues cada uno por su lado se marcaron una exhibición tan de aúpa como las de su jefe a la guitarra. Impresionante.
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Tras descargar prácticamente todo lo que tenÃan, aun tuvieron ganas de salir, humareda saliente del camerino mediante, a ofrecernos una de las canciones más bonitas escritas en los últimos años: ese If You Catch Me Staring que hubiera hecho que el Elvis Costello nuevaolero vendiera su alma, tras la cual cerraron persiana con la bailonga Baby We're A Bad Idea. Por supuesto, este es uno de esos conciertos en los que el personal podrÃa haber aguantado toda la noche escuchando tocar a una banda tan inusualmente tremenda. Lamentablemente, al dÃa siguiente se trabajaba, pero la satisfacción de sentirse el elegido por una noche, tampoco es mal premio de consolación. A la próxima, no se les ocurra perderse de nuevo a estos tipos, eso ya serÃa de juzgado de guardia.
GalerÃa fotográfica:
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