Foto: Susana Godoy |
Mark se despide. Asà es. Y lo hace -tal como dijo, en un momento no exento de emoción del set- porque siente que está demasiado mayor para hacer esto. Ustedes dirán: ¿mayor, 70 años? Mira los Rolling Stones... Bien, dejando al margen el hecho de que sus majestades llevan arrastrando sus traseros por los escenarios del mundo más de lo necesario, esto se me antoja algo diferente. Me explico: la forma en que se movÃa, la torpeza de sus dedos en determinados solos cuando antaño eran mágicos, su necesidad de permanecer sentado gran parte del concierto, no hacen presagiar nada bueno. Me van a permitir que haga uso de mi instinto, pero me huele a que esto es una despedida en toda regla. No da para más y esperemos que todo quede ahÃ.
Foto: Susana Godoy |
Eso quiere decir que debemos coger todas las canciones que tocó anoche, todo el esfuerzo que le costó afrontarlas, todo el enternecedor cariño que puso en ello y tirarlo directamente a la papelera? En absoluto, Mark vino a despedirse, pero a despedirse a lo grande. Y además en una ciudad que le quiere, que le adora, desde siempre. No pasarÃan demasiados minutos de concierto hasta que el guitarrista descubriera, a base de ovaciones descomunales, que los 36 años que habÃa dejado pasar entre aquella visita de Dire Straits al estadio del Levante y ésta quizá habÃan sido demasiados. Por algún motivo, se habÃa pasado por alto València en todas las no escasas giras que con su archifamosa banda o en solitario habÃa hecho por nuestro paÃs. Lo de esta noche, por tanto, se revestÃa de una especialidad de tintes históricos para muchos de los presentes.
Foto: Susana Godoy |
Viejo zorro, vino con una banda enorme, en pericia y magnitud, que llegó a todos los lugares a donde él no pudo llegar y tapó huecos que de quedar al descubierto hubieran resultado alarmantemente titubeantes. Él, consciente de sus carencias, supo jugar con la épica de su cancionero, tradicionalmente tan dado a las versiones extensas, para no asumir sobre si todo el protagonismo sin necesidad de estafar a nadie. Todo lo contrario: si bien el ritmo funky de la inicial Nobody Does That sonó algo falto de fuelle, como también pasó con Corned Beef City, sà que sirvieron para ir calentando los motores de una perfectamente engrasada formación de 10 instrumentistas.
Con Sailing To Philadelphia y sobre todo, Once Upon A Time In The West, aquél viejo clásico de su banda que abrÃa el disco Communique (1979), que con sus refrescantes arreglos a cargo de la sección de vientos arrancó la primera de esas ovaciones descomunales que durante la duración del concierto hicieron peligrar los cimientos de la vieja Plaza de Toros de València. Después, un Romeo And Juliet que por supuesto causó delirio y que fue el momento aprovechado por Knopfler para dar a conocer su decisión de abandonar los escenarios, algo especialmente emotivo para todos cuantos entendimos lo que estaba diciendo (obviamente no incluyo aquà a la persona que le espetó en voz en grito "habla en español").
Con el público ya metido en el bolsillo, continuó con la divertida My Bacon Roll, tras lo cual acompañó, como viene a ser habitual cuando toca en España, los oeoés del público junto a su banda, lo que dio simpática entrada al tramo menos intenso del repertorio, en que los músicos aprovecharon para lucirse con algunos instrumentos tradicionales de folk británico, que alumbraron las interpretaciones de temas como Done With Bonaparte y sirvieron de antesala para de nuevo levantar al público del asiento a base de uno de los recuerdos al que seguramente constituye el único de los discos del artista que tendrá en su casa más de la mitad de los presentes, un Brothers In Arms (1985), del cual un magnÃfico solo de saxo sirvió de introducción a una bonita versión de Your Latest Trick.
Foto: Susana Godoy |
No, no tocó Sultans Of Swing (ya no creo que pueda), pero sà que salió a cumplir con la obligación de dar una buena propina a sus fieles. Esa propina fue Money For Nothing, que a base de solos de baterÃa y pirotecnia rockera causó todo el delirio que era de esperar. De hecho, parecÃa como si el equipo de fútbol de turno hubiera ganado tres ligas a la vez. Tras ella, una más: Piper To The End sirvió para decir adiós, parece que para siempre, a un público que se lo ha dado todo y que por tanto, merece todo. No fue el Going Home (Theme From Local Hero) que se marcó en Barcelona la noche antes, pero sirve igual.
Es fácil tachar a este tipo de artistas de marchitos, institucionalizados, excesivamente orientados a adultos, pero lo que uno no puede apartar de su pensamiento es que cuando contempla a un más que importante número de músicos, cada uno con pericia de maestro en lo suyo, desgranar un imponente repertorio, es que la grandeza de la música no sabe de constreñimientos sociales, barreras culturales o de estupendismos intelectuales. Es lo que es, una magnÃfica manifestación de belleza. Y punto. Eso lo sabe perfectamente Mark, que con sus años es tan honesto como para reconocer que ya no puede dar el máximo y toca retirada a los cuarteles de invierno. Y es que la palabra que mejor define todo esto es precisamente ésta: honestidad. La honestidad de despedirse tan a lo grande como lo hizo anoche este hombre y dejar a su público con la sonrisa eterna en la boca. Hasta siempre, Mark. Gracias por todo.
GalerÃa fotográfica (Susana Godoy):
1 Comentarios
Muy buen artÃculo!!
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